La inagotable influencia de la música en la sociedad y la cultura

La inagotable influencia de la música en la sociedad y la cultura

Por: Macarena Gonzalez | 10.07.2023
La música es una de las formas de expresión más antiguas y universales. Sus efectos resuenan a lo largo de toda la sociedad y la cultura como ningún otro medio artístico.

Vivimos en una época privilegiada en lo que respecta al entretenimiento. Cualquier persona con conexión a internet puede leer casi todos los libros escritos, observar las obras de arte y fotos que cuelgan en la mayoría de museos y galerías, disfrutar de una partida de su deporte preferido, jugar casino online, ver cualquier película u obra de teatro.

La lista de opciones sigue hasta no parar, pero entre todas las formas de entretenimiento solo una continúa destacando por su universalidad, influencia y popularidad: la música. Esta va mucho más allá del mero esparcimiento o incluso del arte.

La música como manifestación de lo universal

La apreciación por la música es ecuménica. De hecho, la insensibilidad ante ella es tan infrecuente que se considera una condición médica. Se llama “anhedonia musical” y se estima que afecta a menos de un 5 % de la población (The Atlantic, 2017). Esto implica que más del 95 % del planeta disfruta de la música.

El filósofo alemán Arthur Schopenhauer consideraba a la música como una forma de arte única y superior entre las demás. Argumentaba que las artes plásticas, narrativas y escénicas jamás lograban ser más que una representación de algo más, una copia o repetición de algo. La música, en cambio, es una manifestación directa de lo real que puede ser apreciada en sí misma.

Quizás por esto el efecto que tiene sobre la mente y el cuerpo es tan intenso. Ese cosquilleo que nos recorre la espalda al escuchar una canción favorita. El deseo incontrolable por movernos con el ritmo. Ningún otro medio artístico avasalla los sentidos de forma tan inmediata.

El concierto de la biología 

No se quedan en lo anecdótico las sensaciones experimentadas al escuchar música. Estudios han demostrado que oír cierto tipo de canciones puede provocar la liberación de endorfina y dopamina, los neurotransmisores que nos hacen sentir placer y motivación.

La música también puede alterar los niveles de cortisol, regulando así la ansiedad y el estrés. También se reporta que escuchar música tiene un efecto positivo en la memoria, la capacidad cognitiva y la calidad del sueño. Incluso se ha comprobado una correlación positiva entre esta y los niveles de anticuerpos. 

Considerando lo inequívocamente positivo de los efectos que tiene la música en el cuerpo humano no sorprende que haya sido una constante desde el principio de la historia.

El primer arte

La música es efímera. Esto es parte de su encanto, pero tiene la desafortunada consecuencia de no dejar rastro. Por esto las primeras evidencias de la existencia de música se remontan a restos arqueológicos de instrumentos primitivos. Muchos de los más antiguos son flautas de hueso como la de Divje Babe, hallada en Eslovenia y datada al año 50.000 antes de cristo (Wikipedia, 2023).

También abundan los restos paleolíticos de instrumentos de percusión, como tambores hechos con pieles y panderetas de conchas marinas y rocas. En el alba de la civilización ya abundan los registros directos de la presencia de música. Los jeroglíficos egipcios y la poesía y la escultura griega están repletas de representaciones de personas tocando harpas, liras y otros instrumentos.

Conexión auditiva a lo divino

Se piensa que uno de los usos más tempranos de la música fue el acompañamiento de rituales y ceremonias religiosas. Muchas culturas antiguas veían a la música como un puente entre lo terrenal y lo espiritual que les permitía conectar y comunicarse con dioses y espíritus.

Desde los cánticos budistas hasta los funerales del antiguo Egipto, la música siempre ha ayudado a establecer el ambiente sublime y etéreo propicio para estos rituales. Durante la edad media los floridos órganos de las catedrales europeas se convirtieron en el centro de la producción mundial de occidente.

Aún en la actualidad es difícil encontrar una ceremonia religiosa que no haga uso de la música y la influencia de lo místico permea incluso hasta lo mundano y popular. Algunos de los géneros más exitosos internacionalmente en las últimas décadas, como el soul y el rythm and blues, descienden directamente de la música góspel de las iglesias cristianas del sur de los Estados Unidos.

Emisario de pueblos

Algunas tribus africanas producían patrones repetitivos con sus tambores para comunicarse a través de largas distancias. Esto les permitía extender sus áreas de control o enviar mensajes a clanes vecinos. A veces estos mensajes eran cantos de guerra, que preceden al uso de la música como símbolo de unidad por una causa. Hoy en día casi todos los países y muchas organizaciones cuentan con himnos que los representan. 

Ante la ausencia de escritura en la que se desarrolló buena parte de la historia, la música cumplió el rol de transmisor de historias. Las canciones folclóricas de todos los pueblos y también las baladas modernas permiten heredar narrativas de una generación a la siguiente de una manera fácil de recordar.

Expresión multidisciplinaria

Las artes escénicas han estado ligadas a la música desde sus inicios. La danza, el ballet y la ópera son medios que solo cobran sentido como respuesta a una pieza musical. Muchas obras de teatro y la mayoría de las películas cuentan con bandas sonoras que transmiten muchas de las emociones que expresa la obra. 

Incluso, hay producciones cinematográficas que comienzan con la música y a partir de ahí se decide cómo grabar y editar las escenas. Tan fuerte es el poder de la música. En palabras de Nietzsche, sin la música, la vida sería un error.