Kast, el Partido Republicano y el desafío de sus caricaturas
No ha sido fácil caricaturizar al Partido Republicano de Chile luego de su incontestable triunfo electoral del domingo y allí parece estar el primer gran desafío para su líder, José Antonio Kast. Las caricaturas de cualquier tipo, incluyendo las políticas, requieren de un altísimo grado de verosimilitud para causar el efecto esperado por sus autores: risa y circulación.
Una caricatura en la que vemos, escuchamos, y hasta podemos oler a lo caricaturizado, causa una reacción inmediata, genuina e ingobernable de risa y compele al receptor a compartirla, reenviarla, mostrarla o la que sea la actividad memética que habilite su soporte tecnológico.
El triunfo de los republicanos el domingo suscitó de inmediato la creación de múltiples tipos de caricaturas sobre sus liderazgos y sus votantes. Esto es un resultado esperable luego de cualquier proceso de la vida social que requiere algún tipo de procesamiento para su comprensión y el humor se presta muy bien para ello. Sin embargo, por lo menos en lo visto en los primeros días, las caricaturas ya sean visuales, textuales, memes, chistes, etcétera, que han circulado, de algún modo, o en alguna dimensión, se quedan cortas. Es como que todas hacen agua por falta de alguna característica de aquello que están intentando retratar.
La caricaturización requiere seleccionar uno o pocos rasgos del original y exagerarlos hasta el absurdo, por lo tanto y por contrapartida, implicar dejar de lado otros que se consideran menos relevantes. Da la impresión que, hasta ahora, quienes se han atrevido a caricaturizar al Republicanismo nacional no son capaces de encontrar la cuerda de la cual tirar, sin dejar de lado otros aspectos relevantes.
Hay caricaturas que han resaltado lo conservador y pechoño que inspira lo republicano, especialmente su fundador y su familia, acentuado por las declaraciones de su consejero constitucional Luis Silva. Y sí, Silva y los nueve hijos de Kast conectan con el estereotipo parroquial sobre el Distrito 11 y un catolicismo elitista conservador, pero no parece suficiente para explicar el apoyo desde otros sectores.
Ese estereotipo es distinto al del agricultor “alemán” del sur que tiene otros problemas que le son más acuciantes que una agenda valórica de tipo moralizante y que igualmente votó Republicano de manera masiva. Y, a la vez, habría que incluir el impacto que parece tener este movimiento en las provincias de Concepción y Arauco, con alta presencia de iglesias evangélicas. Las caricaturas que acentúan el rasgo conservador pechoño de clase alta se quedan cortas al no incluir estos otros dos estereotipos, “alemán” y evangélico, que son igualmente parte del Republicanismo como movimiento social, y esto sin contar otras ideas como el militarismo o el anticomunismo, que cada una da para otra parodia.
Para complicar aún más la tarea, los resultados electorales del domingo muestran que además se incorporaron nuevos estereotipos verosímiles a la mezcla republicana. El desplome del Partido de la Gente, aparentemente por el caso de la candidata Karla Añes, allegó más votantes al Partido Republicano, sobre todo en las regiones del Norte Grande. Si es así, se suma una nueva caricatura, muy consolidada, al conjunto de estereotipos ya asociados al partido de Kast.
La caricatura del Partido de la Gente, asociada a una versión pobre y patética del discurso del emprendimiento empresarial, más rasgo de estafa piramidal y de masculinidad tóxica e irresponsable, consiguió tanta circulación -y, por lo tanto, verosimilitud– que, en noviembre del año pasado, uno de sus líderes, Pedro Gubernatti, inició acciones legales contra un sitio web por postear un meme con su imagen asociada a estos valores. Y sobre eso, hay otra caricatura circulando que resembla al diputado argentino Javier Milei que mezcla negacionismo, neoliberalismo radical, machismo, anti-partidismo, entre otros rasgos que se suman a lo que podríamos llamar Republicanismo.
Sin intentar dar una lista exhaustiva de las caricaturas que circulan sobre el republicanismo, el punto es que, por donde sea que se mire a este movimiento, queda fuera una parte importante de su base social y de la explicación de su éxito electoral. En cambio, mundos políticos más consolidados se caracterizan por tener caricaturas consolidadas como el “progresismo hippie de Ñuñoa” del Frente Amplio, el “concertacionista renovado”, el “huaso de fundo” de Renovación Nacional o el comunista “flojo que quiere todo gratis”, sólo por nombrar algunos.
Más allá de lo anecdótico, la existencia y fácil reconocimiento de estas caricaturas demuestra que una estética política cuenta con un capital de resonancia cultural que les posibilita cierto grado de alineación movilizadora.
Una gestión política inteligente, en vez de perseguir o acallar estas caricaturas, las comprende y las convierte en fortalezas. El Partido Republicano está frente a ese desafío. Esta multiplicidad de caricaturas asociadas a su nombre representa un potencial movilizador que se lo quisiera cualquier fuerza política en Chile. El problema es para su dirigencia, que debe administrarlas con el tacto necesario para canalizar las fuerzas que ellas representan y alinearlas hacia un objetivo, cualquiera que sea, pero sin que cada una sienta que perdió algo valioso.
Los partidos políticos establecidos tienen mecanismos para resolver estas disputas, como, por ejemplo, un congreso programático o una junta nacional entre los más institucionales, o derechamente la trampa y la traición en otros casos. Ese es el primer desafío de Kast: poner todo esto junto y constituir a aquello que su figura y su partido habrán de representar políticamente en el Consejo Constitucional y los siguientes desafíos que enfrenten.