Integridad académica: si ChatGPT es respuesta, ¿cuál es la pregunta?
Tenemos que hablar de ChatGPT, la herramienta de Inteligencia Artificial de acceso abierto sobre la que los docentes estamos empezando a debatir.
En pocas palabras, consiste en una plataforma a la que uno hace una pregunta, como en los asistentes virtuales de páginas web. El chatbot la procesa y entrega una respuesta detallada, en lenguaje natural. Podemos continuar con más preguntas y, así, la interacción avanza como cualquier otra conversación.
En tanto docente, es fascinante concluir con mis estudiantes tesistas que esta herramienta, en cuestión de segundos, puede formular párrafos enteros incluso a partir de preguntas bastante sofisticadas. Uno podría fantasear que hasta una tesis podría hacerse enteramente con tan sólo acceder a la herramienta ChatGPT –gratuita, por cierto– ¡que podría ahorrarnos meses de trabajo en revisión de la literatura! “Mejor que no (emoji)”, reflexiona una estudiante en el chat de Zoom.
Pero, con la intención de mostrar sus límites, le hacemos también preguntas sobre preferencias o sobre cuestiones morales. ChatGPT responde: “En tanto modelo de IA, no está dentro de mis atribuciones determinar eso”. Y, sin embargo, en la línea siguiente hace sugerencias sobre lo que parece un consenso generalizado sobre el tema de la pregunta (por ejemplo, si un profesor debiese aprobar a un estudiante por ser simpático en clases).
“¡Es una herramienta tan macanuda!”, exclamo en mi lenguaje antiguo, antes de pasar a explicar que, hace ya un tiempo, nuestras primeras búsquedas en línea fueron en un computador de pantalla negra con números verdes. Luego vinieron Netscape y Altavista. Más tarde, Yahoo y el imperio Google con todos sus servicios “gratuitos”. ChatGPT parece un paso adelante en esa cadena evolutiva.
Lejos de sugerir emplearlo como un donante generoso de ensayos y tesis, afirmo a la clase que ésta bien podría servir como una máquina de entrenamiento sobre cómo preparar respuestas o incluso cómo hilar un argumento en escritura académica. Una muy buena forma de entrenarse, de hecho. Sería absurdo privarles de una herramienta que entrega respuestas instantáneas sobre ideas complejas. Después de todo, la formación científica requiere entrenamiento intelectual sobre cómo procesar y sintetizar ideas complejas. No es tanto el comprender, como sí el sintetizar, lo que me parece ser más problemático al realizar una tesis.
Pero aquí viene una reflexión interesante: si ChatGPT puede darnos las respuestas, ¿estamos haciéndole las preguntas apropiadas? Si una pregunta suele ser el punto de partida en la metodología de solución de problemas, ¿no serían las preguntas, en lugar de las respuestas, un gran potencial pedagógico y evaluativo en la universidad al usar ChatGPT?
Desde luego, hay grandes limitaciones en las tecnologías de Inteligencia Artificial, las que pueden también ser objeto de reflexión en clases, algunas de ellas de carácter ético.
¿Hasta qué punto ChatGPT es transparente en cuanto a las bases de datos empleadas? ¿Qué visiones de mundo están representadas en esas bases y, por ende, en las respuestas? ¿Qué visiones están subrepresentadas y qué implicancias tiene eso? ¿Es posible que en la interacción con la Inteligencia Artificial se incluyan aspectos como la empatía, la ironía o los valores del interactuante? ¿De qué forma, entonces, podría la Inteligencia Artificial convertirse en un insumo más, tanto en la vida académica como en la vida profesional?
Nuevamente, quizás el problema no esté en el poder obtener respuestas, sino en que tendremos que instar a construir preguntas con suficiente profundidad y con cierta estructura de acuerdo con los parámetros de cada disciplina.
Después de todo, las innovaciones tecnológicas hasta ahora han destapado una cierta tradición de trabajo y nos han presionado a integrarlas de manera constructiva e ingeniosa. Y entonces, ¿cuál es su pregunta?