Biógrafo Mario Amorós: “Reconstruir los últimos días de Víctor Jara ha sido muy duro”
Doce archivos de seis países, decenas de testimonios, más de 13.000 páginas de sumario judicial y más de 150 libros y artículos consultados han sido la materia prima utilizada por el historiador y periodista español Mario Amorós para construir "La vida es eterna", una exhaustiva biografía de Víctor Jara (1932-1973), asesinado a manos de la dictadura de Augusto Pinochet la noche del 15 de septiembre de 1973, cuatro días después del golpe de Estado.
El libro, que se presenta en Chile el miércoles 15 de marzo y se lanzará en España en mayo, recorre la vida del compositor y el contexto político, social y cultural de la época en que vivió, con hallazgos y material desconocido hasta ahora.
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“Demuestro por primera vez que Víctor no nació en el sur (Chillán), como se dice tantas veces, sino que nació en Santiago”, dice Amorós en el Estadio Víctor Jara, llamado en ese tiempo Estadio de Chile, donde el compositor fue torturado y ejecutado tras su detención.
Para el biógrafo, que habla junto a Cecilia Coll y Osiel Núñez, excompañeros del músico que estuvieron en el mismo recinto, “uno de los valores del libro es que la voz de Víctor está muy presente” a través de entrevistas, muchas de ellas “olvidadas o nunca citadas”, hechas en México, Perú o Cuba, y que cuentan “cómo era su creación musical, su vocación como director de teatro y su compromiso político”.
Sentado al lado de la silla que el músico ocupó en el estadio, hoy pintada de blanco entre todas las demás verde, Amorós recalca fragmentos novedosos de su libro como el testimonio que Amanda Jara, hija del compositor, entregó en 1980, cuando tenía 16 años, sobre el momento en que se enteró de que su padre murió.
O el testimonio conmovedor del joven Hugo González, a quien el cantautor utilizó de mensajero para trasladar sus últimos deseos a su pareja, Joan Jara. La obra también desmiente que fuera mutilado, como se ha escrito muchas veces.
“Un trabajo duro y difícil”
Una parte fundamental de su trabajo, dice Amorós, fue “reconstruir” los hechos ocurridos desde el 12 de septiembre, cuando Víctor y sus compañeros de la Universidad Técnica del Estado (UTE) –entre ellos Coll y Núñez– llegaron al Estadio de Chile, donde todos permanecieron hasta ser trasladados al Estadio Nacional la tarde del 15 de septiembre. Todos excepto Víctor y el entonces director general de Prisiones, Littré Quiroga, quienes fueron ejecutados en el mismo recinto.
“Fue un trabajo muy duro y difícil leer miles de páginas para resumir los últimos días de Víctor. Tuve que elegir entre decenas de testimonios de lo que aquí pasó, escoger los más relevantes y rigurosos”, cuenta.
El historiador relata “la gran decisión” que supuso para Jara abandonar el teatro, “su fuente estable de ingresos”, para dedicarse a la música, empujado por la posibilidad de que Salvador Allende ganara las elecciones de 1970: “Entendió que con la música llegaba a una capa de la sociedad mucho más amplia que con el teatro; eligió la herramienta de comunicación que creyó que sería más útil”.
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Después del golpe, dice el autor, las canciones de Víctor Jara “adquieren otra dimensión” y se va construyendo el símbolo universal en el que se convirtió su figura. Fue Joan Jara, que tiene un peso relevante en la biografía, quien “bajó del afiche a Víctor para recuperar su memoria como ser humano, como gran artista y como hombre comprometido”.