Conoce a las grandes mujeres detrás de las ONG que defienden el medio ambiente en Chile
Cuando se habla de cambios en la legislación para proteger el medio ambiente, y de representar a comunidades en acciones legales contra el impacto ambiental de proyectos en sus territorios, hay organizaciones que siempre están presentes, y una buena parte de ellas son lideradas por mujeres.
Estas mujeres, de diversas trayectorias, experiencias, y un frecuente contacto con comunidades que se enfrentan al sufrimiento ambiental, tienen una opinión en común: el rol de las mujeres es primordial en la defensa del medio ambiente.
Flavia Liberona pasó una buena parte de su infancia en una casa en el Cajón del Maipo, en contacto estrecho con la naturaleza. Aunque empezó a estudiar biología, logró encontrar un camino que combinara la ciencia con las políticas públicas, a lo que ha dedicado su carrera.
En el 2007 entró a trabajar a Terram, una fundación de la sociedad civil que impulsa políticas públicas para una forma de desarrollo sustentable, aportando desde una mirada técnica y profesional. Terram ha trabajado para frenar el impacto ambiental de proyectos industriales en el ámbito judicial, y para recopilar información técnica que sustente la presentación de proyectos de ley y políticas públicas.
"El rol de las mujeres como defensoras ambientales ha ido cobrando mayor visibilidad. Actualmente existen muchas dirigentas locales y académicas en organizaciones ambientales e instituciones públicas. Las mujeres siempre hemos estado en movimientos y organizaciones que tienen que ver con la defensa de la vida y en la medida en que tenemos capacidades y recursos, podemos incidir para que se generen cambios en un mundo afectado por la crisis climática, de biodiversidad y contaminación", reflexiona.
Alejandra Donoso es una abogada de la Universidad de Chile que se ha ido especializando en temas ligados a la ecología social y política y al derecho ambiental. Cofundó la ONG Defensoría Ambiental, con un equipo multidisciplinario en su mayoría integrado por mujeres, que trabaja para ayudar a las comunidades que sufren la degradación de sus territorios a obtener justicia ambiental.
Defensoria Ambiental ha representado legalmente a comunidades como la de Quintero y Puchuncaví, en un caso que en el 2018 logró un fallo de la Corte Suprema obligando al estado a tomar medidas frente a la contaminación generada por las industrias que conforman el complejo industrial Ventanas.
“He trabajado convencida de que las injusticias ambientales son sistémicas y responden a un modelo de desarrollo que depreda la vida y los territorios, en desmedro de las poblaciones más vulnerables y marginadas, que muchas veces han sido arrojadas al sacrificio por priorizar un crecimiento económico desmedido, que no respeta los límites planetarios y que beneficia a unos pocos intereses individuales. En este contexto, la presencia de mujeres que habitan, aman y defienden sus territorios es clave para su protección”, declara.
Aunque su formación comenzó en el mundo de las artes plásticas, Sara Larraín se dedica a la ecología política desde hace más de 4 décadas, en que incluso fue candidata a la Presidencia de la República en 1999. Fue impulsora de la creación de la oficina de Greenpeace en Chile, y escribió el libro “Ecología y política”, que resume las principales corrientes ecologistas desde Platón hasta la actualidad.
Desde 1997 es directora del programa Chile Sustentable, que trabaja en tramitar políticas públicas para protección del medio ambiente, en articular organizaciones ciudadanas involucradas en conflictos socioambientales y en la formación de liderazgos en ecología política.
“En este día relevamos el histórico y gran rol de las mujeres defensoras socioambientales que resguardan el bienestar de la comunidad y la naturaleza, levantando su voz para reconocer y hacer escuchar sus demandas territoriales. Todo nuestro reconocimiento a todas aquellas que vieron sesgadas sus vidas por sus causas y para tantas otras que mantienen sus luchas adelante en los territorios”, expresa Sara.
Pamela Poo es politóloga y se ha desempeñado durante 15 años en incidencia política, desarrollando y analizando propuestas de políticas públicas en torno a la minería, agua, residuos, energía y biodiversidad entre otras materias. Ha trabajado con tomadores de decisiones, funcionarios públicos, y ONG nacionales y extranjeras, y es autora del libro “punto de inflexión”, sobre formas concretas de enfrentarse individual y colectivamente a la crisis climática.
Pamela es directora de políticas públicas e incidencia de la Fundación Ecosur, que además de incidir en políticas públicas directamente, trabaja formando a comunidades locales para que logren incidir en política sobre temas ambientales que afecten a sus territorios, y a jóvenes y futuros profesionales para que se desempeñen en el activismo ambiental.
“Las mujeres son imprescindibles en las luchas socioambientales. Son las que desde los territorios resisten ante el avance del extractivismo y las que visibilizan las injusticias que producen el modelo de desarrollo patriarcal que busca la dominación de los cuerpos y de la naturaleza. Las mujeres son las que hacen el entramado por la sostenibilidad de la vida, ahí está mi esperanza”, manifiesta.
Lisbeth van der Meer es veterinaria de la Universidad de Chile donde se especializó en acuicultura del salmón, desilusionándose rápidamente por los impactos de la industria salmonera en el medio ambiente. Esto provocó un cambio en su carrera y la llevó a formarse en manejo de recursos naturales y sustentabilidad ambiental.
Desde el 2016 es directora ejecutiva de la fundación Oceana Chile, desde donde ha contribuido a propuestas de transformación a la Ley de Pesca, demandas para que la industria salmonera exponga sus impactos, y la creación de áreas marinas protegidas. Oceana ha sido de las principales impulsoras de la creación de un área protegida en el Archipiélago de Humboldt, oponiéndose junto a las comunidades al proyecto minero portuario Dominga.
“En materia de conservación, las mujeres hemos logrado llevar las conversaciones a un espacio de colaboración que nos permite alcanzar objetivos comunes. Saber escuchar, empatizar y participar con las comunidades nos ha abierto puertas que han permitido a movimientos sociales donde participan mujeres y hombres, avanzar en materias ambientales, llevando a cabo procesos duraderos en el tiempo basados en la confianza”, analiza.
Constanza creció viajando a conocer comunidades que se enfrentaban a los impactos ambientales de grandes empresas en sus territorios, a través del trabajo de su padre, el reconocido abogado ambiental Fernando Dougnac, que falleció este año.
Aunque su formación no es en derecho sino en periodismo, siempre supo que quería aportar a la lucha por los derechos humanos y ambientales de estas comunidades, que no solo dependían de conseguir abogados, sino de difundir sus causas, adquirir conocimiento y servir de ejemplo para otras personas en luchas similares. Constanza es directora de la ONG FIMA fundada por su padre, que se dedica a representar legalmente a comunidades y a capacitarlas en el acceso a la justicia ambiental.
“Las labores de cuidado que han sido históricamente asignadas a las mujeres, las deja más expuestas ante la crisis climática. Pero por esa misma labor, las mujeres han debido tomar acción. Así las hemos visto actuando contra la contaminación que afecta a su hogar y familia como sucede en las zonas de sacrificio, y en el rescate de sus tradiciones como lo hacen las mujeres Kawesqar, Mapuche, Aymara y tantas otras de los pueblos originarios presentes en nuestro país”, rememora.