8 de marzo

8 de marzo

Por: José Sanfuentes Palma | 08.03.2023
Escuchamos hace algún tiempo de Julieta Kirkwood interpelarnos que “la incorporación de las mujeres al mundo será un proceso transformador del mundo, de un mundo que aún está por hacerse”. Y ya está ocurriendo

No debe sorprender el clima de incertidumbre y desasosiego que vive Chile, pero también todo el planeta. Un bicho se escapa en un laboratorio y la humanidad entera debe enclaustrarse por dos años. Una guerra se desata en una lejana frontera y afecta la vida cotidiana de cada rincón de la Tierra. Es que la globalización es ya un monstruo grande y que pisa fuerte, y que a la par hace florecer con inusitada fuerza identidades locales de diversa naturaleza, de lenguajes o culturas, de pueblos o religiones, que tensionan la cohesión de nuestras sociedades tradicionales.

De otro lado, la acelerada revolución tecnológica nos sorprende y desafía cada día en la tecnología de las comunicaciones y el dataísmo, la nanotecnología y la biotecnología. Y presenciamos una oleada de demandas civilizatorias del ancho mundo marginado de los beneficios de la modernidad, que reclama ser incluido en el bien estar que disfruta una minoría humana.

Sin embargo, que hay algo más profundo en el trasfondo de nuestro convivir que concierne a todos estos vertiginosos cambios. Algo que viene transitándonos hace algunas décadas: el profundo cambio en la interpretación del ser que somos los seres humanos y, en consecuencia, de los nuevos modos de nuestro ser y estar en el mundo.

Una expresión significativa de ello es la presencia de la mujer y de la población LGBTIQA+ en la vida social y política desde hace más de medio siglo, y explosivamente en estos años en nuestro país y otras latitudes, lo que está provocando cambios sin vuelta atrás en el convivir humano.

Escuchamos hace algún tiempo de Julieta Kirkwood interpelarnos que “la incorporación de las mujeres al mundo será un proceso transformador del mundo, de un mundo que aún está por hacerse”. Y ya está ocurriendo. Cuando nos hablan de enfoque de género y de interseccionalidad necesitamos abrirnos a la complejidad de las demandas de cambio que propone el movimiento feminista, porque urge comprender que está en marcha una transformación cultural que necesariamente liga las demandas de mujeres y disidencias sexuales con las históricas demandas civilizatorias de nuestros pueblos, especialmente en nuestro país y en nuestro continente.

Es admirable el actual protagonismo de nuevas generaciones que, en paridad y diversidad, se atreven a cuestionar el statu quo y -pensamiento crítico y acción creativa mediante- están haciendo emerger un nuevo sentido común civilizatorio en nuestra sociedad.

La nueva Carta Constitucional que habrá de regir nuestra convivencia ha de ser construida paritariamente, hecho histórico memorable y signo de los tiempos, para Chile y el mundo, y habrá de consagrar tal necesaria paridad en las estructuras de poder de la sociedad. Esto es un asunto colosal que desde ya dejará huellas profundas; del mismo modo que el proceso constituyente deberá hacer “aparecer” –signo claro de amor social- a tantas y tantos siempre invisibilizados.

En los espacios educacionales queda un trecho importante que recorrer, partiendo por entender que la formación humana no puede reducirse en el “homus economicus”, discurso que parece remitir a un sesgo patriarcal. Por eso la nueva Constitución habrá de trascender tal mirada y renovar el sentido y la calidad de la educación hacia la formación en fines y principios tales como el bien común y los derechos humanos, la justicia social y la conciencia ecológica, la cooperación y la no discriminación, la interculturalidad y la igualdad de género, bases esenciales de una sociedad decente.

Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, que conmemora su lucha por la dignidad es, sin duda, una gran ocasión que nos invita a preguntarnos qué estamos haciendo para alcanzar nuevos estándares de igualdad de género y de compromiso con la diversidad, para un convivir más inclusivo, con más amor y respeto para todas y todos, en esta casa común que es Chile.

 

José Sanfuentes

Rector IP Arcos