Juan Guaidó fue un chiste mal contado
"Mi mandato será tan exitoso que Chile Vamos seguirá gobernando hasta 2026”, decía en febrero de 2019 Sebastián Piñera.
Su fracasado gobierno, la pandemia, sus incumplidas promesas y el hastío de millones de chilenos que alcanzaron mover los cimientos de un país injusto y desigual en esos días de octubre, consumaron su derrota.
El candidato presidencial de Piñera un tal Sebastián Sichel fracasó, no sacó los votos necesarios y se fue del país. Entonces la alternativa estaba en Kast, el hijo de un oficial de la Gestapo llegado a Chile después de la segunda guerra mundial, que vestido de monje se aferra al anticomunismo ya con características patológicas.
Los tiempos cambian y algunos hombrecillos son absorbidos rápidamente por el pasado.
Juan Guaidó, un joven diputado venezolano fue sacado del sombrero de los artificieros de la CIA y el departamento de estado norteamericano para hacer caer al gobierno de Nicolás Maduro en Venezuela. Sus palabras estaban escritas en piedra y todo era verdad. Nada nuevo cuando se sostiene que para los norteamericanos nuestro continente es su patio trasero. Durante décadas han derrocado presidentes elegidos democráticamente e instalado gorilas con lentes oscuros.
La democracia de un país estaba en sus manos y el mundo quedaba asombrado frente aquel extraño artilugio nunca antes conocido que lo convertía en un presidente sin votos en un país donde no podía ejercer su poder. Nadie le había entregado una banda presidencial ni con banda de música Nunca habló en la ONU, nombraba embajadores sin el menor respeto por la diplomacia, salvo en Chile.
La devoción causada por Juan Guaidó obligó a que se levantaran todos los telones y de casi todos los teatros de variedades. La casa presidencial venezolana estaba ocupada por un presidente elegido democráticamente que la derecha latinoamericana desconocía, y que algunos en Europa saludaban con alegoría.
Por todos es conocido que Venezuela es un país con enormes reservas de petróleo, asunto no menor.
Los afanes de competir con Michelle Bachellet y convertirse para el mundo libre en un líder internacional llevaron a Sebastián Piñera a definirse como el hermano mayor de la justa causa de Juan Guaidó, ambos la nueva luz para América Latina.
La derecha chilena se volvió loca. Un perro con hambre come cualquier hueso.
Desde Donald Trump hasta Fuad Chaín, estaban todos. Ricardo Lagos, Moreira, JVR. Desbordes. La Von Baer, todos los Kast, así se formó algo como una cofradía de hierro, incorruptibles custodios del fuego. No olvidemos que muchos de los que son gobierno en Chile actualmente también le pagaron peaje a la derecha apasionadamente libertaria en sus condenas a Venezuela.
Y llegó Cúcuta con su parafernalia política.
Chile se manifestó con sus camiones de ayuda humanitaria que nunca lograron entrar a Venezuela, fueron quemados por los propios adherentes de Guaidó. Piñera camisa blanca arremangada estaba en su mejor momento, sería testigo de primera fila en ver la caída de Nicolás Maduro. No llegaron al evento ni Argentina ni Brasil, Bolsonaro tuvo miedo y arrancó. Mike Pense vicepresidente de los EE.UU que había comprometido su presencia faltó a su palabra y no llegó. En un enorme escenario se instaló Aid Live donde un alocadillo con sus canciones viejas el irreverente Miguel Bosé, ya en abandono mental insultaba a Bachellet.
Cúcuta y Piñera ha sido el más serio fracaso de un presidente, una apuesta con un costo que se deberá pagar.
“Vénganse a Chile, tenemos trabajo para todos” vociferó entonces Longueira en un impulso dicho desde el limbo del pensamiento.
Venezuela fue utilizada por la derecha y otros como consigna política para ganar votos. Nadie quiere un Chilezuela. Jamás lo aceptaremos y a los que lo apoyan daremos todas las batallas para vencerlos vociferan muy ufanos.
La derecha chilena se volvió un grupo de colegiales.
Abrazaron a la embajadora designada Guarequena Gutierrez que se paseó por incontables oficinas de senadores y diputados de todas las raleas contando sus peligros que corría la vida en Venezuela, agradeciendo a todos los que estaban en la primera línea contra Maduro. Todos querían una foto con ella y alcanzó a ser invitada de honor en el cambio de gobierno de Bachellet a Piñera, aunque estaba en la galería por supuesto. En la vida no se puede tener todo.
Juan Guaidó no es ni será de los trigos limpios, ni demócrata, ni valiente, y es por aquello que finalmente como si de una pequeña estatua se tratara con sus pequeños pies de barro cayó. No es presidente interino de Venezuela.
Intentó junto a Leopoldo López fundador de Voluntad Popular que vive en bajo el amparo de PSOE en España un golpe militar. Sin miramiento alguno llamaron a un alzamiento militar contra el presidente Maduro y los quedaron esperando en una calle venezolana, no llegaron los militares. Aquel fracaso no sólo tuvo efectos para Venezuela, en Chile también dejó sus muertos políticos.
Todos los que hicieron fila para encender antorchas tuvieron que guardarlas y quedar hasta ahora en el más miserable de los silencios, escondidos y tratando que nadie los apunte con el dedo por haber apostado al atentado contra la vida. Los militares en las calles son asuntos muy serios. Recuerden a Ricardo Lagos alabando a los que habían derrocado a Chávez.
Las proyecciones económicas para Venezuela en el año que está llegando hacen que sea el país con un alto crecimiento. Ya no está el bloqueo de las líneas aéreas europeas, los Estados Unidos sigue comprado crudo venezolano. Los acuerdos comerciales con China les favorecen ampliamente a los dos países.
Venezuela sigue siendo un país miembro de la Comunidad Internacional, Nicolás Maduro su presidente y Juan Guaidó….quién y dónde está Juan Guaidó el mejor amigo de Piñera.
Ninguno de la derecha chilena y también de los otros que utilizó a Venezuela y que se apoderaron de Guaidó saldrán en su defensa. Esa miseria siempre evidente los convierte en guardianes pasando sobre por muertos para que exista la criminalidad. Unos motochorros cualquiera.
Juan Guaidó no es nada.