¿Cuartito Azul? Tesis "pedófilas" y cancelación
Estamos viviendo un escándalo mediático relacionado con la pedofilia y la educación en la Universidad de Chile (en adelante, la Universidad). Un par de tesis redactadas en 2016 y en 2020 en la Facultad de Filosofía y Humanidades avalarían la pederastria, es decir, el abuso sexual de personas aún en la infancia. Aunque solo alcancé a leer 120 páginas de la tesis de 2016, no tengo esa impresión. Es un texto serio y bien escrito, que tiene estructura y solo fallas menores en su prosa académica. No logro discernir objeciones académicas a dicha tesis. Nada en lo que leí es una defensa de un supuesto “derecho” de los pedófilos a tener acceso carnal con infantes. Por el contrario, es un esfuerzo por distinguir entre la pedofilia, la mera atracción a tales personas, y la pederastia, el acceso carnal a infantes.
Este escándalo es un ejemplo más de un deporte cada vez más popular en los tiempos que vivimos: lo que pudiéramos denominar “la cacería” del chivo expiatorio. Este último, como se sabe, era una cabra que recibía todos los pecados de Israel en el Templo de Jerusalén y que luego era empujada al desierto por el Sumo Sacerdote. Así se purificaba al Pueblo Elegido. La variante actual es expulsar al culpable, al malo, al réprobo y luego salir a cazarlo por las redes. Se conoce como “cultura de la cancelación”. Para entender este fenómeno, es indispensable tomar distancia de las cosas.
¿Cuál es la peculiaridad, desde el punto de vista filosófico, del nuevo tiempo histórico que estamos viviendo, la era digital? Que nunca el sector dirigente de las sociedades ricas en sentido material había sido tan pobre en sentido espiritual, intelectual o educacional como hoy. Me refiero a los países, como Chile, que se ubican en el 20% más acaudalado de la humanidad. Por el “sector dirigente” entiendo la conjunción de las élites académica, económica, mediática y política, así como su público, la periferia ilustrada. Es decir, la parte de la ciudadanía que sigue el desempeño del sector dirigente motivada por una preocupación por los asuntos públicos.
La pobreza espiritual hace al sector dirigente despreciar tanto la filosofía como la historia, que son las alas con las que se eleva el espíritu. La primera forma para pensar con documentación, rigor e imaginación (en ese orden). Y la segunda forma ciudadanos que conocen y agradecen lo que nuestros antecesores hicieron para que hoy exista todo lo bueno que hay en nuestra sociedad.
En ética, la reflexión filosófica acerca de nuestros actos, prácticas y costumbres, a la luz de la distinción entre el bien y el mal, la situación actual es patética. La teoría más difundida es el maniqueísmo: la tesis que la distinción entre el bien y el mal es idéntica a la distinción entre los buenos y los malos. Los buenos solo harían cosas dignas de aplauso y florecimiento, cuyas consecuencias serían solo buenas. Y los malos solo harían cosas dignas de reprobación, sanción y eliminación cuyas consecuencias serían solo malas. Es una teoría simple y seductora. Con solo aceptar que uno pertenece al bando de los buenos podría enorgullecerse de todo lo bueno que hay en el mundo, sin tener responsabilidad alguna en las cosas malas. Todas íbamos a ser buenas personas.
El maniqueísmo es una teoría simple, pero falsa. Su dificultad es análoga al de la teoría geocéntrica en astronomía. Si la luna, el sol y las estrellas giraran en torno a la Tierra, esa sería la explicación de lo que vemos todos los días y todas las noches, al menos cuando no está nublado. La distinción entre el bien y el mal no es equivalente a la distinción entre buenos y malos. Admito que pudiera haber algunas personas por completo buenas. Todas las culturas elevan a algunos de sus integrantes a tal condición. Tampoco niego que existan algunos malos. Pero la mayoría de los seres humanos no somos ni buenos ni malos. Tenemos días mejores y días peores. Reacciones generosas, pero también mezquinas.
La era digital ha dado un fabuloso impulso al maniqueísmo. Las redes sociales y los medios de comunicación social permiten a muchos practicar la cacería del chivo expiatorio. Es decir, pretender dar examen de “bueno” denunciando como “malo” a un otro que es muy distinto a uno: porque tiene otra orientación política o sexual, porque vive en otra cultura incluso, o en otro tiempo histórico. Parecería que la persona que denuncia al “malo” no tuviera ya nada que mejorar en el ámbito que sí está bajo su control, la conducta propia.
Tal es, en mi concepto, la explicación del escándalo suscitado por las tesis sobre pedofilia en la Universidad. Los medios de comunicación presentan el asunto como si las tesis defendieran el derecho de los pedófilos a tener acceso carnal con menores de edad (sí, a sodomizar). Pero nada, en las 120 páginas que alcancé a leer, me hace ver así la tesis. Se trata de un intento por reflexionar acerca de la atracción que algunos adultos sienten por la cercanía con infantes, sin caer en el simplismo de identificarlos como malos. Y de poner dicha atracción en el contexto de cómo hemos llegado al actual entendimiento de la infancia en términos de un ejemplo de pureza moral asexuada en relación con el principio jurídico de “el bien superior del niño”.
¿No es curioso que este escándalo mediático coincida con la época de postulación a la educación superior? ¿Por qué ahora, ocho años después de la primera tesis y dos de la segunda? Muchos en el sector dirigente y la periferia ilustrada actual ven a la Universidad de Chile como una influencia destructiva. Hasta la propia Universidad desconoce su historia en la forja de nuestra sociedad. Por eso nada tiene de raro que se pueda atacar sin costos la libertad de pensamiento que ella aún protege y que es su esencia. Aviso para personas jóvenes: en YouTube encuentran con facilidad el tango “Cuartito Azul”.