Cuando David Lynch conoció a Angelo Badalamenti, el fallecido autor de sus bandas sonoras
“Duna” (1984) fue la película más dura en la carrera de David Lynch. El director sufrió porque sintió que ese trabajo no lo representaba. Consciente de ese detalle, el productor Dino de Laurentiis le prometió libertad total para su próxima película. "Puedes hacer lo que quieras", le dijo.
El cineasta tenía en su cabeza una idea para “Terciopelo Azul” (1986), una historia que fuera una exploración del misterio y la locura ocultos en la normalidad. La música sería un aspecto fundamental de su proceso creativo. Así incorporó "Dreams", una balada triste de Roy Orbison de 1963, como uno de sus temas centrales. Fue uno de sus primeros problemas. En un principio, el cantante no quiso incluir esa canción porque le recordaba su propia tragedia: la muerte de su esposa en 1966, cuando su auto se estrelló con un camión.
Clases de canto a Rossellini
Tras la autorización de Orbison, Lynch quiso que Isabella Rossellini, en el papel de la cantante Dorothy Valens, interpretara "Blue Velvet" de Bobby Vinton. La actriz grabó con una orquesta local y el director quedó disconforme. Entonces, el productor Fred Caruso llamó a un antiguo amigo de Nueva York, Angelo Badalamenti, para que le enseñara a cantar a Rossellini.
David Lynch había llamado Dorothy a ese personaje en alusión a la película “El Mago de Oz” (1939) y le explicó a Badalamenti que cuando ella cantara debía "sentirse como si flotara sobre un arcoiris". El hábil trabajo del músico con Rossellini dio lugar a una de las colaboraciones más duraderas de la carrera de Lynch.
Badalamenti no solo hizo cantar a la actriz, sino que se convirtió en el compositor de las bandas sonoras de casi todas las películas y series de televisión –“Twin Peaks”, por ejemplo- dirigidas por el cineasta, fue actor en “Terciopelo Azul” y “Mulholland Drive” (2001) y publicó un par de discos con el director.
En una entrevista para New York Times, Badalamenti contó que Lynch quería ocupar una composición del músico clásico ruso Shostakóvich para “Terciopelo Azul”, pero los costos eran altísimos. “¿Puedes componer como Shostakóvich?, me preguntó. No estoy a su altura, pero puedo darte ese sonido ruso, le respondí”. Lynch comprendió que tenía una mina de oro en Badalamenti, cuyos conocimientos musicales eran amplísimos y profundos.
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Cuando acabó el rodaje de “Terciopelo Azul”, en noviembre de 1985, la película duraba tres horas y cincuenta y siete minutos. Los productores le exigieron cortarla a la mitad y el director y el músico viajaron a Praga para grabar la música de la cinta. El país estaba bajo control comunista y era invierno. Las personas en las calles, los músicos y los ingenieros de sonido hablaban lo justo.
“Nadie se reía. En nuestras habitaciones de hotel había micrófonos ocultos, nos grababan con videos en el comedor y nos seguían hombres con abrigos negros. Ese entorno a David le encantó”, recordaba Badalamenti.
Cuando se mostró en preestreno, algunos consagrados críticos como Roger Ebert trataron a Lynch de “misógino” y que exhibía “demasiada crueldad y humillación” para el personaje de Rossellini. El filme se estrenó en el festival de Montreal en agosto de 1986 y el 19 de septiembre de ese año llegó a 98 salas en Estados Unidos.
Aunque a muchos espectadores le pareció una película perturbadora y demente, “Terciopelo Azul” le valió a Lynch una nominación al Oscar como mejor director, resucitó la carrera de Dennis Hopper –como el inolvidable y desquiciado Frank Booth- y pasó a convertirse en un clásico del programa de estudios de las escuelas de cine en todo el mundo. Hoy, en el tradicional parte metereológico de Los Angeles que realiza en su canal de Youtube, David Lynch dijo sin más explicaciones que “hoy no hay música”.
Fue el breve homenaje a su compañero musical que falleció el lunes a los 85 años. El artista que traspasó a sonidos sus ideas más inquietantes y enloquecedoras.