Crisis hídrica: no hay peor ciego que el que no quiere ver
El pasado mes de octubre, en la presentación de la Tercera Mesa Hídrica de la Región Metropolitana –instancia que integra a los múltiples actores de la Cuenca de Santiago para implementar medidas, acciones y soluciones en el corto, mediano y largo plazo, para avanzar así hacia un desarrollo futuro sostenible de seguridad hídrica para la región–, se revisaron los programas de gestión hídrica con presupuesto aprobado y que iniciarán prontamente su ejecución. Entre estos se nombran las estrategias hídricas locales en 30 comunas de la RM; ordenanzas locales para la gestión hídrica de la región; soluciones hídricas sostenibles para la cuenca del Maipo y gobernanza hídrica sobre la misma; valorización de las aguas grises; y jardines eficientes; todo lo cual considera un monto de inversión de M$ 2.955.000.
La Gobernanza hídrica para la Cuenca del Maipo aparece como una de las más avanzadas hacia una dirección correcta, a través de los capítulos “Maipo resiliente” y “Consejo de cuenca” con sus respectivas mesas de trabajo: (1) soluciones basadas en la naturaleza; (2) eficiencia hídrica; (3) nuevas fuentes de agua; (4) consejo de cuenca; y (5) seguridad hídrica.
Considerando que la escasez hídrica mantiene un escenario desfavorable al año 2023, llaman la atención al menos tres puntos relevantes respecto de lo expuesto. En primer lugar, los acuerdos sobre las líneas de acción para los apartados 1, 2 y 3, no consideran ni mencionan las aguas subterráneas, las que hemos demostrado empíricamente que impactan positivamente y tienen relación directa con aquellos tres “titulares”, siendo estas una nueva fuente de agua, que permitiría una mayor eficiencia hídrica, así como una solución sustentable basada en la naturaleza para el escenario actual.
A esto, podemos agregar que la utilización de las aguas subterráneas de la Cuenca de Santiago para el abastecimiento humano y de riego podría convertirse en uno de los puntos clave de seguridad hídrica, tema que se ha relegado al último lugar en las prioridades de trabajo, por lo que no existe aún una propuesta de plan de acción. Solo se menciona el monitoreo de aguas subterráneas como una oportunidad detectada en la prevención de futuros escenarios de racionamiento; sin embargo, tampoco se visualiza dentro de los próximos pasos a abordar por esta mesa llamada de “emergencia” hídrica.
Cabe mencionar, también, que en la identificación de sectores/organizaciones a invitar a participar para el proceso de conformación del Consejo de Cuenca, no se mencionan organismos privados o de la sociedad civil que sean técnicos o especializados en aguas subterráneas, teniendo en cuenta que dentro de las barreras detectadas o señaladas por los diversos actores para la implementación de soluciones, se encuentran la falta de modelos de aguas subterráneas basados en datos empíricos para establecer medidas de gestión sustentable de los acuíferos; la vinculación de privados para materializar soluciones; desconocimiento sobre rendimiento y eficiencia de soluciones –como por ejemplo las planteadas basadas en la naturaleza–, así como la falta de un marco de trabajo en eficiencia a nivel cuenca, entre otras.
De acuerdo al estudio “Resiliencia histórica del acuífero de Santiago, 1965 a 2021”, realizado por Hidrogestión, que aborda la evolución en el tiempo de los niveles de agua subterránea y la variación del volumen disponible en el tiempo en el gran acuífero común de la meseta intermedia de la Región Metropolitana, es posible observar cómo es de resiliente este recurso en materia de solución en épocas de escasez hídrica, destacándolo como el salvavidas natural para atender los déficits superficiales y las necesidades de abastecimiento de la población y regantes agrícolas, a través de soluciones estratégicas de múltiple ubicación, de rápida y progresiva ejecución en el tiempo, eficientes en sus resultados y complementarias a otras soluciones en el largo plazo, algunas también presentadas en el estudio señalado.
Por consiguiente, solo una conformación representativa en el Consejo de Cuenca, con la integración de todas las aguas y un acuerdo marco con un propósito definido, pero sobre todo un lenguaje común basado en el conocimiento, nos permitirá sortear la encrucijada actual y mirar con algo de optimismo al año 2050. Para lograr esto, es necesario abrir los ojos a todas las posibilidades, ya que no hay peor ciego que el que no quiere ver.