¿Qué rescatar del proceso constituyente?
A partir del 5 de septiembre los partidos políticos se volcaron en la discusión sobre cómo proseguir con el proceso para la redacción de una nueva Constitución. En búsqueda de la fórmula mágica distintas organizaciones sociales y políticas escribieron cartas sobre cómo debería ser el nuevo mecanismo.
Desde ambas veredas han sugerido que la participación de expertos es fundamental para el nuevo proceso, pero difieren sobre el rol que tendrían estos expertos. Asimismo, pareciera que hay consenso sobre la paridad.
Los disensos, en cambio, se encuentran en los temas de si es un órgano constitucional 100% electo, si habrá escaños reservados para pueblos originarios, si se comienza de una hoja en blanco, la cantidad de integrantes, quórum para acordar normas, la participación de independientes, cuál sería el reglamento y cuál sería el mecanismo de participación ciudadana. Cada uno de los puntos mencionados son importantes debido a que otorgan la debida legitimidad al proceso. Yo me referiré a dos.
Uno de los problemas que enfrentamos es conocer qué fue lo que se rechazó de la propuesta. Si bien hay algunas luces sobre qué pudo haber afectado, no conocemos a profundidad cuáles normas no le gustó a la mayoría. O, dicho de otro modo, no sabemos cuáles son las normas que sí les gustó, pero que pesaron menos al momento de elegir por una u otra opción en el plebiscito del 4 de septiembre.
Entonces, como últimamente nos hemos enfocado en los puntos discordantes de la propuesta de nueva Constitución, sugiero que cambiemos el foco y nos concentremos en aquellas normas que pudiesen tener gran apoyo ciudadano. Es con este motivo que un nuevo proceso no puede partir de una hoja en blanco, sino que tenga como base de deliberación las normas del proceso anterior.
No obstante, no basta con tener la antigua propuesta en mano con tal de que los nuevos convencionales revisen y digan esto sí o esto no. Lo que sigue es conocer cómo identificar aquellas materias que sí tienen un amplio apoyo de la sociedad. Y una manera de abordarlo es con algún mecanismo de participación ciudadana previo a la redacción del nuevo texto.
Del proceso anterior cabe destacar las Iniciativas Populares de Norma, cuya implementación fue un gran ejemplo de democracia y deliberación popular. Un mecanismo de participación ciudadana que reunió a 980.332 personas que apoyaron a cerca de 3.000 propuestas, que en número alcanzaron 2.809.752 firmas. Esta iniciativa sería importante que se repita, aunque con un ligero cambio, esto es que sean las normas, secciones o capítulos de la propuesta anterior que se lleve a votación popular.
Es necesario distinguir que el 62% de las personas que optó por el Rechazo lo hizo por diferentes motivos y por ciertas normas. Sería insensato pensar que es un grupo homogéneo que comparten la misma opinión sobre la totalidad del texto propuesto. El primer fracaso constituyente se hubiera evitado si se hubiesen logrado acuerdos previos sobre aquellas materias que generaban discordia e incertidumbre. Cabe recordar que la incertidumbre es amiga del status quo.
Es por ello que, para evitar un nuevo fracaso constitucional, el proceso debiese partir con una base amplia de apoyo social sobre algunas normas pre acordadas. La implementación de este mecanismo es simple, puesto que ya el texto anterior está digitalizado, y solo requiere una plataforma con un mecanismo parecido al anterior, donde se pueda votar por aquellas normas que sí les hacen sentido a las personas. Quizás, para evitar una barrera tecnológica o etaria, este mecanismo de participación pueda verse reforzado con los municipios para que pueda llegar de forma presencial a más personas. Valioso es recordar en este momento, a modo de conclusión, un diálogo de la película El laberinto del fauno: “La puerta está cerrada. En ese caso, haced vuestra propia puerta”.