Emir Sader, filósofo brasileño: “Toda América Latina debiese tener procesos constituyentes”
“América Latina es el epicentro más grande de lucha política contemporánea”, dice Emir Sader. El filósofo, sociólogo y politólogo brasileño está de visita en Chile en el marco de la presentación de su nuevo libro “El enigma de América Latina. La izquierda del siglo XXI”. En paralelo, cercano al exmandatario de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva, Sader lo acompaña nuevamente en una campaña presidencial que lo tiene como favorito para suceder al ultraderechista Jair Bolsonaro.
Ve con optimismo el proceso constituyente chileno, país con el que tiene un vínculo profundo. Estuvo en Chile en la época de la Unidad Popular, donde hizo trabajo académico junto con otros intelectuales, y volvió durante la dictadura clandestinamente.
En conversación con El Desconcierto, Sader reflexiona sobre el futuro de América Latina y lo que identifica como la posibilidad de un nuevo ciclo político en la región. También, habla de Lula y acusa el lawfare (guerra judicial) en su contra, así como de la importancia que tendrán los comicios de octubre. “La elección brasileña es la madre de todas las elecciones”, advierte.
-Cuando ganó las primarias sectoriales en 2021, el Presidente Gabriel Boric dijo que “si Chile fue la cuna del neoliberalismo, también será su tumba”. ¿Qué impresión le deja esa frase?
Es una frase muy certera. El neoliberalismo empezó en Chile con una dictadura, esos que confunden liberalismo con democracia se equivocaron desde el comienzo. Fue necesaria una dictadura brutal para introducir el neoliberalismo en América Latina y Chile fue siempre un laboratorio de experiencias políticas en América Latina. Allá lejos, al comienzo del movimiento social a fines del siglo XIX. Después con la escuela de Santa María de Iquique. Luego, el lanzamiento de la primera candidatura presidencial de un líder obrero se dio en Chile en 1920. Incluso por la derecha, el gobierno de la Democracia Cristiana, que era alternativa a la izquierda, se dio en Chile. Luego vino el gobierno de Allende. Entonces, siempre los fenómenos como en Europa se dan en Francia, en América Latina se dan en Chile. Chile puede ser la tumba del neoliberalismo, incluso no solo, porque felizmente tenemos un conjunto de gobiernos antineoliberales. Aquí nació el neoliberalismo, justamente por ello fue aquí donde nació el antineoliberalismo.
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-¿Qué importancia tiene que sea el jefe de Estado el que hable del fin del neoliberalismo?
Es muy significativo, más todavía porque terminó la dictadura y se mantuvo una herencia previa a la democracia. No fue el paso directo del neoliberalismo al antineoliberalismo, se mantuvo una convivencia entre democracia y un modelo que heredaba elementos neoliberales. Entonces fue importante que ocurriera el movimiento de 2019, la explosión social, para que se planteara tanto el fin definitivo del neoliberalismo, como el término de elementos de la Constitución pinochetista. Que se planteara la Asamblea Constituyente es una gran conquista.
-¿Y en lo personal? Usted vivió la época de la Unidad Popular, estuvo acá cuando ocurrió el golpe de Estado. ¿Qué le evoca que sea el Presidente quien diga esto tantos años después?
Tengo una larga trayectoria de vínculo con Chile. Llegué en el 70, viví la Unidad Popular, viví el golpe. Volví varias veces en la clandestinidad a Chile, viví también en la época de la represión acá. Después estuve en el referéndum. Un referéndum que Pinochet convocó para ganar y lo perdió. Entonces, fue doloroso ver un largo proceso de transición en que Chile no reafirmaba un nuevo orden, porque el tema central contemporáneo es el neoliberalismo. Era un dolor ver que Chile restauraba la democracia pero no implementaba un modelo nuevo, no atendía a las demandas de la población. Entonces, es un gusto saber que hoy tenemos un presidente que plantea esa idea o misión de pasar del antineoliberalismo al pos neoliberalismo. Ese es el gran tema hoy día. No solo resistir sino construir un nuevo Estado, una nueva economía. Desmercantilizar la sociedad, porque el neoliberalismo transforma derechos en mercancías. Cuando me llegó la noticia del número de muertos de gente anciana que no tenía como ampararse fue un cuchillo en el corazón. Imaginar a esa gente que trabajó toda la vida y después no tiene en qué apoyarse cuando termina su vida. Esa precarización no es un tema económico, es un tema humano. Es una gran misión, que no va a ser para un solo gobierno. Tengo confianza que Chile va a darle vuelta definitivamente a toda esa época trágica que empezó el 73.
-En ese sentido, con la victoria de Gustavo Petro en Colombia, Gabriel Boric aquí, la pregunta es ¿estamos en la región en un nuevo ciclo político?
América Latina es el epicentro más grande de lucha política contemporánea. Prácticamente todos los países latinoamericanos, de una manera u otra, salvo Cuba, se han vuelto neoliberales. Los grandes líderes políticos del siglo XXI son latinoamericanos, nacieron acá en la lucha de resistencia al neoliberalismo. Hugo Chávez, Lula, Néstor y Cristina Kirchner, Pepe Mujica, Evo Morales, Rafael Correa, Xiomara Castro en Honduras, López Obrador en México, Gabriel Boric en Chile. Con la probable victoria de Lula, vamos a tener un bloque de países progresistas como nunca ha existido en el continente. Eso nos plantea una responsabilidad grave, aprovechar esa fuerza no solo para coordinarnos políticamente, también económicamente. La propuesta que trae Lula de una moneda común es muy importante. Desdolarizar el comercio latinoamericano, crear un banco central único sudamericano y Brasil propone usar sus reservas como apoyo. Hablé con el Presidente de Argentina, Alberto Fernández, para ellos podría ser una salida de ese círculo vicioso brutal de la inflación. Hablé con exministros del gobierno de Rafael Correa en Ecuador, ellos podrían salir de la dolarización. El ciclo anterior de integración fue política, pero hay que integrar también económicamente.
-Entonces, ¿podemos hablar de un nuevo ciclo?
Es la posibilidad de un nuevo ciclo. América Latina no tiene fuerza para cambiar el neoliberalismo en el mundo, infelizmente, pero plantea una alternativa. La misma fuerza que tiene Lula, con prestigio internacional, expresa eso. Donde se están implementando políticas de combate a la miseria, la pobreza, la exclusión social, las desigualdades, es aquí y puede ser modelo también para otros continentes.
-Dentro de esta posibilidad de un nuevo ciclo, ¿cómo encaja el proceso constituyente chileno?
Me quedé muy feliz porque creo que toda América Latina tendría que tener procesos constituyentes. El neoliberalismo penetró y financiarizó la sociedad y el mismo Estado. Es decir, las instancias de la República dejaron de tener la funciones que deben tener. Los golpes que tuvimos en el continente fueron con la complacencia activa del Poder Judicial, combinado con los medios de comunicación privados. Se montan un complots en Bolivia, procesos contra Cristina Kirchner, entonces el Poder Judicial tiene que ser democratizado. Bolivia dio un paso inicial, que es elegir los miembros del judiciario. No puede haber una instancia de la República que no sea controlada por la población. No puede haber una instancia que tenga mandatos de por vida. También, los parlamentos no son representativos de la población y el Ejecutivo dejó de cumplir sus funciones. Prácticamente plantearon el Estado mínimo, que es la centralidad del mercado. Entonces me quedé muy contento porque creo que tenemos que crear las condiciones que ustedes han logrado para tener asambleas constituyentes, en Brasil, en Colombia, en Argentina, en otros países. No sé si tendremos fuerza de esa explosión popular como fue el 2019 para que se plantee algo fundacional en América Latina. Perdimos la posibilidad de hacerlo en la salida de las dictaduras, pero está planteado como tarea.
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"The american way of life"
-En su libro “El enigma de América Latina” hace referencia a las “nuevas rutas de la Seda”, esto nos habla de distintos polos de poder a nivel internacional. ¿Cuál será el rol de América Latina?
Este ciclo latinoamericano se combina con un cambio de relaciones de poder a escala mundial. Hay un gran historiador inglés, que a mi juicio es el primer gran historiador del siglo XXI, Peter Frankopan, autor de Las Nuevas Rutas de la Seda, estas frases que yo menciono vienen de ahí. Reescribe la historia mundial dando el lugar debido que tiene Asia y en particular China. China era la gran potencia económica del mundo. Occidente, Europa, quería comprar todo de China y China no quería comprar nada de Europa. ¿Qué hizo Europa? Inglaterra, en particular, introdujo la guerra del opio, esa es la gran “contribución civilizadora” de Europa a China. Producían opio en India y lo vendían a China, mira la crueldad. Pero China vuelve a salir de todo eso. La historiografía en el siglo XX fue eurocéntrica, el centro del mundo era Europa. China renace ahora con una fuerza extraordinaria, por eso el gran enfrentamiento contemporáneo del mundo es el del declive de la hegemonía norteamericana y la ascendencia de los Brics (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica). Se plantea un mundo multipolar, no un mundo de nueva hegemonía de China o de quien sea. América Latina va a estar presente de manera fuerte cuando Brasil tenga una nueva política internacional para llevar la fuerza latinoamericana a los Brics.
-En ese sentido, ¿ha perdido influencia Estados Unidos dentro de la región?
Económicamente ya no es la gran potencia del mundo, China está emparejando a EEUU. Políticamente tampoco es el único país que tenía iniciativa en el mundo. Militarmente, la guerra de Ucrania demuestra que no basta la superioridad militar. EEUU ha militarizado los conflictos, Rusia también lo ha hecho, como ninguno quiere una Tercera Guerra Mundial y están emparejados en temas militares, el que llega primero termina ganando. Pero EE.UU. tiene una fuerza. El elemento de hegemonía y neoliberal es el modo de vida norteamericana, “the american way of life”, el estilo de consumo, el shopping center, etc. Esto lo globalizan incluso en China, donde los centros económicos del país están en manos del Estado, pero el estilo de consumo es privado. Entonces la lucha fundamental es ideológica, es cultural, una lucha por un nuevo estilo de vida solidario, humanista, que no sea simplemente el acceso individual del consumo. América Latina ha promovido el consumismo del pueblo, lo que está haciendo es darle al pueblo el derecho de acceso al consumo de cosas elementales. Marx decía que lo básico es histórico, hoy día probablemente hasta el celular es indispensable para una vida buena de las personas, eso no es consumismo.
-Y cuando hablamos de una transición hacia el post neoliberalismo, ¿debemos mirar a las democracias europeas? ¿Existe la posibilidad de un camino propio?
La democracia europea tuvo su auge, en los 30 años virtuosos en que alcanzó a tener pleno empleo, en el marco de la democracia liberal y una política económica no liberal, el Estado de Bienestar Social se implementó ahí. Esa fue la referencia, hoy ya no. Infelizmente con el gobierno de François Mitterrand, en Francia, y el gobierno de Felipe González, en España, la social democracia adhirió al neoliberalismo y eso terminó debilitando los caminos de búsqueda de igualdad social. Están en su momento de mayor desigualdad interna, no solo entre ellos, sino en gran medida contra los inmigrantes. La clase obrera francesa votaba socialista o comunista, utilizando el fantasma de la inmigración se les llevó a votar por la extrema derecha, es decir no les importaba la vida de los otros, les importaba defender el acceso de su hijo a la escuela, al hospital, como si estuviera en riesgo con la llegada de los inmigrantes. Pero, ¿por qué África está en la suerte que está? Porque Europa implementó la más brutal salvajería en la historia mundial, que es la esclavitud, sacando millones de hombres africanos de su mundo, trayéndolos en navíos hacia América Latina para trabajar como seres inferiores, enviando riqueza a Europa. Ahora Europa se cierra e impide que esa gente llegue en barcos precarios, ¿cuántos mueren semanalmente intentando salir de África? Lo naturalizaron, como si fuera un accidente de tránsito marítimo y no una tragedia civilizatoria. Europa dejó hace tiempo de ser una referencia. Culturalmente sigue teniendo grandes personajes, pero perdió ese liderazgo civilizatorio.
-¿Cómo se puede articular la posibilidad de un camino propio para avanzar hacia el post neoliberalismo?
Tenemos las condiciones. Primero política, gobiernos progresistas en la gran mayoría de los países. Por primera vez Brasil, Argentina y México van a estar unidos, además de otros países que se incorporan. Cuando se negociaba la deuda, cada uno negociaba solo, la imagen que había en el Club de París era la de un gobierno sentado en la mesa, solito, y después una mesa inmensa de banqueros cobrando la deuda. Nos impedían renegociarla colectivamente. Ahora van a estar juntos para negociar la deuda, pero pudiendo implementar políticas nuevas. Imagínense una reunión con los gobernantes latinoamericanos, a los cuales esperamos que se sume Lula. La fuerza que significa estar con el prestigio de Lula en el mundo es señal de una lucha simbólica, real para todo el mundo.
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“La madre de todas las elecciones”
-En el libro dice sobre Lula que “pocas veces el destino de un personaje ha estado tan íntimamente ligado al destino de un país e incluso de un continente”, y sostiene que “la elección brasileña es la madre de todas las elecciones”, ¿en qué sentido?
Los grandes periodos históricos producen grandes personajes. América Latina tiene muchos, pero tres son simbólicos: Pepe Mujica, Evo Morales y Lula. Vienen de lo más hondo de esta sociedad, su trayectoria de vida es la historia política de sus países. Lula nació en la miseria más profunda del nordeste brasileño. Yo crucé todo el país con las caravanas que hicimos y Lula de repente cuenta cosas como que miraba a un amigo que tenía chicle, cuando el tipo terminaba de mascar el chicle se lo daba, él lo lavaba y mascaba todavía lo que había, imagina el nivel de miseria. Fue a la escuela técnica, fue obrero mecánico, líder sindical, fundador del PT, de la Central Única de Trabajadores y se ha vuelto el personaje más importante de la historia brasileña. Ese mismo tipo que trabajando perdió un dedo en la mano. Imagínese la crueldad de la derecha, Sergio Moro lo condenó a nueve años y medio, para hacerle burla de que él no tiene un dedo. Quisieron destruir su imagen, era la única forma de impedir que él volviera a ser Presidente. Brasil no viviría la tragedia que ha vivido en estos años si el Poder Judicial no se hubiera unido a los medios de comunicación para tumbar a Dilma Rousseff. Lula enfrentó el lawfare (guerra judicial). Nunca tuvimos dudas sobre la inocencia de Lula, la duda era si él iba a salir de la cárcel, si iba a salir vivo. Hicimos una vigilia cívica todo el tiempo hasta que salió. Pudo probar su verdad, recuperar sus derechos políticos y ser candidato favorito para ganar. Entonces, es una trayectoria de vida de la historia del país, no es una biografía individual. Hegel decía que hay biografías que son hechos individuales y otras que son hechos cósmicos. De alguna manera esos tres personajes, y otros más latinoamericanos, la historia de sus países puede ser descrita a través de las trayectorias individuales.
-Usted ha sido enfático en decir que Jair Bolsonaro ha destruido la democracia y las instituciones, de ganar Lula en octubre, ¿con qué país se va a encontrar?
Lula dice que va a encontrar un país mucho peor de lo que encontró en 2013, cuando asumió después de una década neoliberal en Brasil. Ahora no sólo la sociedad está mucho más desigual, la gran mayoría de los brasileños trabajan en la informalidad, que es una palabra muy dulce, es la precariedad. Trabajan sin cartera de trabajo, sin derechos, sin garantía de que van a seguir trabajando el mes siguiente. Es una situación social dramática. Además, el Estado está deshecho. Estuve con Fernando Haddad, él fue un gran ministro de Educación y se preguntaba qué ministerio de Educación vamos a encontrar y Lula tiene razón, lo más importante en el acceso a derechos económicos sociales es la educación, porque es su vida, el haber estudiado en la escuela técnica que permitió que él cambiara su vida y la de su familia. Creo que el primer gobierno de Lula -no sé si habrá otro, él dice que no- será de reconstrucción nacional, en tema de Estado, de economía, pero también de convivencia, porque las declaraciones monstruosas que hace Bolsonaro contribuyen a la violencia, a la intolerancia. Restablecer un clima de debate político. Hay gente que no entiende por qué Lula fue a buscar un vicepresidente de la centroderecha tradicional, es porque la línea demarcatoria hoy es Bolsonarismo y anti bolsonarismo, que no es solo derrotarlo, porque bien o mal, tiene el 30% de apoyo y además tiene a los militares con él, entonces es una gran pelea. No va a haber golpe en Brasil, no tiene condiciones ni políticas ni apoyo norteamericano para hacerlo, pero enarbola siempre esa idea. Está apuntado al 7 de septiembre, que es el día de la independencia de Brasil, para un gran desfile militar, convoca a los militares a hacer un gran desfile en Copacabana con gente manifestándose, etcétera. Es la última posibilidad que tiene antes del 2 de octubre, que es la primera vuelta presidencial.
-¿Cómo se manejan las expectativas de un gobierno que viene a ofrecer una reconstrucción en relación a un escenario económico complejo, poco auspicioso?
El sector hegemónico no es un sector productivo, es un sector especulativo. El capital, los bancos privados, no son los que financian la inversión o la investigación, son los que promueven la compra y venta de papeles. Al final del día cuando se dice que la bolsa de valores creció, no se ha producido ni un bien ni un empleo, fueron papeles que cambiaron de manos. Hay que luchar contra ese eje fundamental de nuestras economías que es el capital especulativo. No tenemos fuerza para hacerlo, pero podemos restringirlo, regular. Ellos convivieron con el gobierno del PT pero ya no tenían privatización de empresas, tenían un Estado presente que reglamentaba la economía, que privilegiaba políticas sociales. Es una batalla dura, porque el eje de la economía está todavía en manos del capital financiero especulativo y eso es un obstáculo para tener una sociedad menos desigual, para tener una política anti neoliberal y posneoliberal.