Miguel Littin: “Cada cierto tiempo la oligarquía busca un personaje para hacer la tarea sucia”
Salió a las calles después del estallido social y marchó lleno de esperanza. Miguel Littin, actual director del Instituto de Altos Estudios Audiovisuales de la Universidad de O'Higgins, asegura que se encontró con una juventud entusiasta que enarboló las banderas de la diversidad y que apostó por insertar al país en el siglo XXI.
Un Chile que antes soñaron Lastarria, Bilbao y Santiago Arcos, dice, y que también soñó Allende, cuya figura volvió a aparecer en las movilizaciones como parte de un ciclo histórico inconcluso, que cada cierto tiempo emerge como un río de agua subterránea. “Me emocionó mucho que volvieran a las calles nuevamente canciones llenas de fuerza y de esperanza en un país mejor”, cuenta.
-Esa analogía de Bilbao y Allende habla de esperanzas, pero también de grandes interrupciones. ¿Cree que Chile es en el fondo un país truncado?
Es un país truncado muchas veces, no sólo por la dictadura de Pinochet. Cada cierto tiempo la oligarquía chilena busca un personaje para que haga la tarea sucia. No es sólo Pinochet, es una oligarquía que está pegada a la columna vertebral del país, a su historia. Y cada cierto tiempo aparece un personaje que en el fondo es un instrumento. Todo lo que ha ocurrido en Chile, en cualquier época dramática de represión, es que aparece un Frankenstein que no es otro que la oligarquía chilena que está escondida. Y luego dice nosotros no fuimos, Pinochet es el vampiro, él es el Frankenstein. Pinochet no es nada. Pinochet es la oligarquía chilena que no deja avanzar al país.
-A propósito de personajes útiles, ¿qué piensa de Cristián Warnken o José Antonio Kast?
Creo que ninguno de los que usted menciona tiene la estatura ni la disponibilidad. En general, los que emergen en esos momentos siempre provienen de los cuerpos militares. En Lonquimay fueron los militares, en el caso de La Araucanía, (Cornelio) Saavedra, en la dictadura de Ibáñez fue el mismo Ibáñez. Y después otros generales, pomposamente vestidos, que cada día parecen más absurdos y ridículos con todas sus medallas. A ellos los utilizan los verdaderos los ideólogos, la derecha oligárquica, que siempre desaparece en la bruma de la historia.
-Y en el caso de los civiles, qué piensa del grupo autodenominado como “los amarillos”.
Al plantearse una nueva Constitución para Chile, también se planteó la idea de que los ciudadanos podrían aceptar o rechazar, por lo tanto, las opciones son válidas y no se puede establecer una cuestión moral sobre esas dos opciones. No puedo calificar de bien o mal, porque cada ciudadano tienen el derecho de expresar su opinión de acuerdo a sus intereses y quien juzga eso es el pueblo que vota.
-¿Cómo ha visto este fenómeno en el mundo rural que da la impresión que es mucho más conservador que otros sectores?
En su esencia, lo es. Sin embargo, en los últimos tiempos, ese mundo conservador ha ido avanzando hacia un Chile del futuro, separándose de las capas del antiguo poder feudal. En el mundo rural se alzó una nueva voz de la juventud, aquella que salió a estudiar y después regresó al campo. Le pongo un ejemplo: conozco a un grupo humano en Santa Irene que les quieren poner un tranque en sus cabezas. Pues bien, varias jóvenes llegaron después de haber estudiado en la universidad y son ellas las que encabezan la defensa del agua. Y están por el Apruebo. Entonces se ha ido produciendo un cambio, una transformación, porque la clave está en la educación.
-Usted participó en las marchas post estallido en Rancagua, ¿qué piensa de las demandas que emergieron desde las movilizaciones?
Las viví con mucho entusiasmo y esperanza. Sobre todo aquellas que iban más allá de la necesidad inmediata y que apuntaban, por ejemplo, a una educación igualitaria. O a un país que estuviese unido más allá de sus razas, sus culturas. Un país plurinacional y moderno que se expresa en el texto de la nueva Constitución y que a mí me interpreta. Me emocionó bastante ver familias enteras en las calles, incluyendo a las diversidades sexuales con sus banderas, caminando con libertad y alegría. Así lo viví, si usted quiere decirlo de manera más personal, es como diría Violeta Parra gracias a la vida que me dio la oportunidad de vivirlo nuevamente.
-Usted participó en el gobierno de Allende, ¿cree que existe un parangón entre la irrupción de los actuales movimientos sociales con lo que sucedió en el periodo de la Unidad Popular?
Chile es un río subterráneo que cada vez que se acumula el agua, la fuerza, el vigor, resurge nuevamente. Y aparecen de nuevo las grandes masas, los cantos, la alegría y la lucha del vivir. Y el allendismo también renace como fenómeno, junto a las nuevas generaciones que están al tanto de lo que ocurre en el mundo y que quieren un país donde la pluriculturalidad y lo inclusivo esté presente. Ese es el país donde queremos vivir. Con este proyecto de Constitución, Chile se pone a la vanguardia de una humanidad que quiere cambios. Eso es lo que significa para mí la nueva Constitución: la inserción de Chile en el universo de las ideas y de la inclusión, ya sea racial, sexual o educativa. Vamos en pos de ese gran ideal que es la igualdad.
-¿El allendismo que se ha invocado en el último tiempo es un slogan o realmente está internalizado en el Frente Amplio?
Allende diría que cada generación tiene su propia responsabilidad frente a la historia, pero lo que se hizo antes sirve de guía. Ningún árbol crece en el bosque sin raíces. Ningún país surge en el mundo sin historia. La Sociedad de la Igualdad que pedía agua, buenas pensiones, salud y trabajo para todos en 1850, también es raíz. Y Allende, por supuesto, dejó una raíz muy muy profunda en este país. Pero no pienso que se trate de una continuidad del allendismo, que fue un proceso que se vivió en otro momento. Hoy día las tareas son distintas, pero hay un sujeto que es el mismo. Es el hombre, la mujer chilena, los niños, el pueblo. Eso se mantiene.
-¿Cree que la izquierda necesita replantearse su lugar en la historia actual, entendiendo la crítica despiadada que fue objeto post estallido social?
Pienso que debe ser permanentemente autocrítica, que la izquierda es sinónimo de reflexión, cambio y transformación. Desde los griegos a esta parte, siempre el hombre que quiere ser libre tiene que reflexionar sobre su condición y debe cambiar, porque los tiempos cambian. El que se detiene es quien no quiere el progreso ni el desarrollo, es la oligarquía que quiere mantener sus intereses económicos como si fuese un campo de explotación permanente. Todos seguimos caminando como si no ocurriera que todas estas riquezas y estos nuevos nombres de Forbes, se hacen sobre el sudor, el trabajo y el esfuerzo de la inmensa mayoría de los chilenos.
-¿Qué es ser de izquierda hoy en día, entonces?
Ser de izquierda hoy en día es ser un hombre o una mujer con los ojos abiertos, vigilantes y empujando a sí mismo en la historia. Mirando el mundo siempre con ojos nuevos, abiertos al diálogo, a la transformación y a la posibilidad de un futuro para todos.
-A propósito de la carta de Lagos y las críticas que emergieron de su postura, ¿comparte que existe una deuda política de los gobiernos de la Concertación en el Chile de la transición?
Siempre será así en la historia, es imposible que exista una etapa que no tenga crítica. El poder y la función social implican errores que hay que mejorar en el futuro, si no la dialéctica de la vida no existiría. La Concertación significó un avance y también algunas cosas que a la gente, producto de ese mismo avance, no le gustó después. Por eso hay que cambiar siempre, porque la vida se transforma todos los días. Efectivamente, lo que fue bueno hace 15 años, puede que no sea tan bueno hoy en día.
-¿Qué piensa de los exconcertacionistas que votarán por el Rechazo?
Pienso que depende de la velocidad de los procesos, los vagones de cola siempre se desprenden del tren principal que es la historia. Frente a este proceso de la nueva Constitución, si no la han leído, no la han estudiado y tienen intereses particulares que defender, evidentemente van a tratar de rechazar. Pero yo me pregunto qué van a hacer el 5 de septiembre si es que gana el Apruebo. ¿Para dónde se van a ir? ¿De qué color se van a poner ese día? La historia de nuestro país es maravillosa en ese sentido. Los colores del arcoiris no alcanzan para todos los cambios que se producen en la gente y en algunos dirigentes cuando cambia la historia.
“Tenemos que entendernos”
-Aparte de cineasta usted fue alcalde de Palmilla, ¿cómo fue ese encuentro con el mundo político?
Fue maravilloso, yo le voy a decir por qué. Yo nací en Palmilla el 9 de agosto de 1942. Luego salí a estudiar teatro, después cine y más tarde hice televisión, regresando siempre al lugar donde nací. Después vino el golpe y estuve casi 17 años fuera de Chile, siempre trabajando al servicio de la resistencia chilena contra la dictadura. Cuando regresé me encontré con un país que no era el mismo que había dejado, ni tampoco el que había soñado. No era un país de tarjeta postal, si no un país vivo que había cambiado. Entonces regresé a Palmilla y me encontré un lenguaje común, de la infancia, que me ligaba al país con una fuerza extraordinaria, con amarras que venían de lo más fuerte que uno tiene como ser humano. Estaba mi madre, mi padre, mis tíos, mis primos, mi familia y la gente con la cual fui a la escuela pública. Volví de nuevo a ser chileno y aprender de los chilenos. La gente me dijo queremos que sea el alcalde y ganamos las elecciones.
-¿Qué aprendió en ese periodo?
Aprendí que hay que ser muy humilde. Aprendí también que los hoyos de las calles no son ni de izquierda ni de derecha, y que hay que taparlos. Que la falta de vivienda tampoco es de derecha ni es de izquierda, que hay que hacer las plazas, caminos, desviar las aguas cuando los ríos se llenan. Luchar junto con la gente me hizo recuperar una parte muy importante del país: el trabajo colectivo. Y Palmilla es mi Macondo, mi lugar mágico, donde aprendí a ver y respirar, mirar el cielo y saber cuándo vienen las lluvias y el viento. En el fondo era revivir. Por eso salieron más películas, más historias, más libros, porque fue una nueva posibilidad de encontrar la vida y el amor.
-¿Cómo es su vida actual en Palmilla?
Todos los días tengo nuevas sensaciones, veo la luz, el follaje de los árboles, la gente, sobre todo la gente. Vienen algunas personas y me dicen retráteme. Y yo lo hago y somos felices los dos. También vienen jóvenes. Por eso hicimos la Fundación Miguel Littin para el desarrollo del arte y la creación, pensando en desarrollar durante la vida que me quede, con todo el vigor y la fuerza, contribuir a que los jóvenes y mujeres despierten a la posibilidad del arte y la cultura.
-Los distintos ciclos políticos, algunos más convulsionados que otros, siempre generan cierto temer y polarizaciones. ¿Usted tiene algún temor o más bien esperanza?
Tengo esperanza, pero también tengo temor. La esperanza de construir un país mejor, igualitario, con igualdad de posibilidades para todos, con una educación de calidad y gratuita, porque es nuestro deber educar a los futuros ciudadanos de nuestro país. Es una obligación del Estado, a condición que sea incorruptible, como plantea la nueva Constitución. La gente quiere salud, no esperar que la atiendan meses después. Busca que le resuelvan sus necesidades más concretas. Ese es un país real que tenemos que construir con mucha solidaridad.
-¿Y cuáles son sus miedos?
Cuando uno no quiere escuchar al otro, cuando las cosas se ponen en blanco y negro, con malos y buenos. Una sociedad humana, de futuro, no se puede construir de esa manera. Hay que tener la capacidad de escucharse y aceptar que si el otro piensa distinto no es tu enemigo, si no que es un ciudadano con el que hay que dialogar e intentar convencerlo. Otra de mis preocupaciones es la necesaria integración con los pueblos originarios, sobre todo con el pueblo mapuche. Hay que resolver ese problema ahora. Tenemos que entendernos. Mucha gente dice que la nueva Constitución se preocupa mucho de este pueblo. Pero claro, si la deuda es gigantesca y se tiene que resolver con tolerancia y diálogo. Hay gente que dice yo no quiero votar por la nueva Constitución por la plurinacionalidad, cuando ésta es un hecho, una realidad aceptada por distintos países del mundo. No entiendo por qué el chileno tiene tanto temor a ese concepto.
-Será por miedo a compartir con otros, miedo a la diversidad.
Pero la diversidad existe y lo que hace la nueva Constitución es reconocerla. Somos un estado plurinacional, donde incluso coexisten más pueblos que los que se señalan. Y también es pluricultural debido a las grandes corrientes migratorias que han llegado desde el siglo dieciocho hasta ahora. Un dato: hay casi más descendientes de palestinos en Chile que en Palestina. Basta ver en el campo político como se reiteran los nombres franceses, españoles, palestinos, pero cuando llega alguien con un color diferente... A pesar de que O'Higgins abolió la esclavitud, porque había gente de raza negra, hoy aparecen de nuevo en el país y la gente se empieza a asustar.
-Eso es racismo puro y duro.
Claro, hay una composición racista en Chile que no se ha liberado. La nueva Constitución es una oportunidad para que la sociedad chilena se quite de encima toda esas limitaciones y aparezca verdaderamente un país de futuro.
-¿Cómo vivió el proceso constituyente? ¿Cree que es un reflejo del país donde vivimos?
Vi con mucha admiración el proceso. Todo el mundo dudaba si llegarían a hacer el trabajo en el tiempo estimado, pero lo realizaron. Para mí los constitucionales hicieron un gran trabajo, recogiendo las demandas de gente de distintas edades y estableciendo un cuerpo legal que de ser aprobado sería un gran avance para el país. La primera parte del texto es un poema, es hermosísimo el uso del lenguaje, la forma de hablar sobre los seres humanos. El encabezamiento me recuerda incluso a La Araucana de Alonso de Ercilla.
-Usted está tan entusiasmado que incluso va a realizar un documental colectivo sobre la nueva Constitución. ¿Qué lo motivó a emprender este proyecto?
Me motivé porque la televisión y los medios de comunicación están todos en manos de la derecha, todos en manos de la reacción. Pensé entonces que el medio es la gente y si tú eres el medio, pon tu teléfono en horizontal, aprieta el botón, envíalo y hacemos un documental verdaderamente colectivo. Porque los medios de comunicación están ejerciendo un poder y una subyugación sobre un sector de la población, a través de mentiras o de medias verdades. Es terrible. La gente no tiene donde expresarse y eso a mí me preocupa.
-¿Y qué piensa de la campaña de fake news en contra de la Convención, los convencionales y ahora el proyecto de nueva Constitución?
Mire, realmente me da vergüenza, se lo digo derechamente. Si hay una mujer o un hombre de derecha que me dice que rechaza, exponiendo su postura sin insultos y mentiras, yo lo escucho y lo respeto. Pero la cantidad de mentiras y falsedades son tan grandes que yo extendería un mes más el plazo para que la gente tuviera la posibilidad de ver cuántas mentiras se dicen de la nueva Constitución.
-El problema es que hay personas que reconocen las mentiras, pero tampoco se inmutan.
La posibilidad del diálogo es un deber de todos, más allá de las edades. Hay que explicarle a la gente de qué se trata esta nueva Constitución. Explicarle, por ejemplo, lo que significa el Código de Aguas a un pequeño parcelero que no cuente con ella. Explicar también el proyecto para la salud o el de educación. Lo que significa la inclusión, que tenemos distintas opciones sexuales y que todos nos reconocemos como seres humanos. La gente lo va a entender y va a votar por esos cambios, porque también es la realidad que ellos viven. ¿Por qué un padre no va a querer tener la posibilidad de reconocer a su hijo que es homosexual para que viva más feliz? Hay que tener el tiempo necesario para entender esta nueva opción.
-¿Cómo percibió el trabajo de la derecha en el proceso constituyente?
Solapado, silencioso, ni siquiera utilizando sus propias armas sino el argumento de las mentiras, el nacionalismo y sin dar la cara. Recién ahora creo que vi a algunos señores con alguna trayectoria política. La derecha ha retrocedido a su 20% y ha mirado cómo se producen las discusiones en el 80%. Ha estado como en la bruma. No han dado la cara para decir esto no me gusta, por esta razón o por la otra. Que digan por qué no les gusta que todo el país agrícola tenga derechos a las aguas, por qué no aceptan en igualdad de condiciones las diferencias de sexo o de raza. Que lo digan.
-¿Qué piensa sobre una eventual tercera vía?
Pienso que en la papeleta dice Apruebo o Rechazo. Cómo ponemos entonces una tercera vía en la opción que hay que tomar el 4 de septiembre. Evidentemente se abre un proceso normal de discusión, con opciones de cambio y transformación. Además, el ciudadano tiene que entender que cada artículo de la Constitución está seguido de leyes y que estas leyes van a cambiar evidentemente su aplicación. Y eso no está escrito. El proceso no se acaba el 4 de septiembre. Es una puerta que se abre o se cierra.