Rincón y Walker y su regreso a la Constitución de Pinochet
Cuando la senadora Ximena Rincón asumió la presidencia del Senado dijo, de forma oblicua, para que no la escucharan, que tomaría palco para ver sufrir al gobierno del presidente Boric. Todos la escuchamos y quedamos atónitos que se opusiera tan tempranamente al nuevo gobierno. El senador Matías Walker, por su parte, ha señalado que está muy contento en no ser parte del gobierno actual. Este al menos es franco y dice las cosas de frente.
Ambos siguen en las andadas, a diferencias de sus camaradas Huenchumilla y Yasna Provoste, de consecuencia inquebrantable. En efecto, en estos días, los dos senadores molestos con el gobierno de Boric, y también descontentos con la Convención Constituyente, se han embarcado en una peligrosa aventura. En momentos que se está cerrando el documento de la nueva Constitución (NC), decidieron sacar del tiesto de basura la Constitución de Pinochet-Guzmán, para maquillarla (como hizo Lagos en 2005), con la ilusoria esperanza que triunfe el Rechazo en el plebiscito de salida del 4 de septiembre.
Pero ambos senadores, para aparecer buenos y no tan reaccionarios, intentan convencer a sus contertulios que será necesaria una reforma que modifique el quorum de los 2/3 y 3/5 para reducirlo a un quorum uniforme de 4/7. Y, con ese cambio a lo Gatopardo, seguiremos amarrados a la vergonzante Constitución de Pinochet o, según la creencia Lagos, a la de él, que no es la misma, pero es igual.
Por su parte, la derecha ya tomó sus decisiones y, como era de esperar, se pronunció por el Rechazo. Ahora, Rincón y Walker, de forma sibilina y vergonzante, apuestan por el Rechazo, uniéndose a los amarillos de Warnken. El escritor, devenido en político, ya había logrado aglutinar a dos ex presidentes de la DC, como Ignacio Walker y Enrique Krauss, así como a varios democristianos amigos del mundo empresarial, como Foxley, Cortázar, Ferreiro, De Gregorio y Arellano, entre otros. Preocupante, peligroso, porque la historia de 1973 la tenemos muy presente.
Con su decisión, los senadores Walker y Rincón se convirtieron en íntimos de Warnken, quien lo expresa, sin eufemismo: “Amarillos por Chile, aplaude y celebra con entusiasmo la iniciativa de los senadores Ximena Rincón y Matías Walker de abrir la posibilidad de reformar la actual Constitución por el quórum de 4/7″.
A la derecha y a los que se autodefinen en el centro político les vino la desesperación y aceleraron su accionar contra la NC. Se enojaron porque la ministra Vallejo y el ministro Jackson declararon que la nueva Constitución era una garantía para avanzar en el programa de reformas. Lo ratificó, posteriormente, el Presidente Boric cuando dijo que “no hay tercera vías”. Y es así, no hay terceras vías, no hay Plan B, no hay arreglos de la Constitución de Pinochet, porque ni los cambios que introdujo Lagos sirvieron para que sociedad aplacara sus demandas.
Pero no lo entienden. No comprenden que el 18-0, el 15 de noviembre, y luego la Convención Constitucional, han sido inevitables hitos ciudadanos para cambiar el país, para terminar con las injusticias y abusos, que promovió la Constitución de 1980.
Es que no hay dónde perderse, a menos que intereses inmediatos, con escasa visión de futuro, no le permitan al gran empresariado, a sus economistas y a los senadores de buena paga, entender que la vida de chilenas y chilenos quiere cambiar.
Un modelo justo de sociedad es garantía de progreso, paz y tranquilidad para nuestras familias. Porque el modelo económico (más bien de negocios) que impulsaron los dueños del país, sus economistas y periodistas, sólo fundado en el crecimiento, no ha servido para dar respuesta a las demandas de las mayorías. El aumento de la delincuencia y el narcotráfico, y la virtual guerra en la Zona Macrosur no son ajenas al modelo de injusticias, abusos y desigualdades que vivimos desde hace 40 años. No puede ser que una minoría del 1% de los más ricos del país se apropie del 30% del ingreso nacional, acorralando a la mayoría en una vida llena de privaciones.
Los trabajadores quieren sindicalización y negociación colectivas, las mujeres exigen paridad, los regionalistas rechazan el autoritarismo de Santiago, las AFP y las isapres deben terminar su trabajo de vergonzante expoliación; se tendrán que abrir oportunidades para los sin casas, los medioambientalistas no aceptarán más zonas de sacrificio, los universitarios no deben pagar su educación y los niños pobres tienen el derecho a una educación de calidad y los pueblos originarios tienen el derecho a recuperar las tierras que les fueron robadas. Es lo que queremos las chilenas y chilenos decentes, que amamos a nuestro pueblo.
A final de cuentas, todas estas exigencias tienen respuestas en la nueva Constitución y, si se materializa el Apruebo el 4 de septiembre, tendremos al fin un país con equilibrios políticos, económicos, sociales y medioambientales. Ello reducirá las terribles tensiones sociales de hoy y la violencia que recorre las calles de Chile. Tendremos un país decente.
Los senadores Rincón y Walker, al plegarse a RN-UDI-Evópoli y a los amarillos, se acercan peligrosamente a aquella Democracia Cristiana que se subordinó a la derecha durante el gobierno de Salvador Allende y que ayudó a consumar el golpe de Estado en 1973.
Esperemos que la historia no se repita. Sin embargo, así como en el pasado Renán Fuentealba y Bernardo Leighton mantuvieron en alto las banderas de humanismo cristiano y no se plegaron a la conjura, hoy día tenemos esa misma dignidad en Francisco Huenchumilla y Yasna Provoste.