“Guerrilla virtual en el Wallmapu”: Estudio desnuda conflicto mapuche en redes sociales
El denominado conflicto mapuche no sólo se disputa en el Wallmapu, o ese territorio intermedio denominado Macrozona Sur, sino en un escenario mucho más etéreo y transversal: las redes sociales. Un mundo donde diversas narrativas convergen en un campo de batalla donde interactúan diariamente intentando convencer, confrontar e instalar discursos.
El Barómetro del Conflicto en Territorio Mapuche, elaborado por el Centro Vives de la Universidad Alberto Hurtado y Fundación Interpreta, es un estudio de big data que busca entender este fenómeno a partir de la percepción plasmada en el mundo virtual. Nicolás Rojas Pedemonte, director del organismo, asegura que no se trata de “construcciones estáticas sino en constante interacción con el contexto político. Sabemos que el conflicto ocurre en el territorio, en las calles, pero en las redes sociales también se están generando impactos”.
-Si el espacio virtual es un territorio en disputa, ¿cómo evalúas la relación entre lo que sucede en los territorios y lo que se expresa en redes sociales?
Pareciera que en realidad es paralela, pero cuando uno comienza a analizar ciertas concatenaciones históricas o cronológicas, hay algunas coincidencias extrañas. Por ejemplo, la semana antes del asesinato a Camilo Catrillanca hubo una campaña de demanda de los sectores más conservadores a Carabineros y al Estado chileno por agudizar la represión en el territorio. Todo producto de algunos disparos a un helicóptero la semana previa en Temucuicui. Es difícil suponer que exista un impacto directo, pero sí hay coincidencias que uno podría decir que están impactando concretamente en el territorio. Pero lo que sí es evidente, lo digo entre comillas, no hay una confirmación estadística, es que un porcentaje importante, al menos un tercio de los trending topic se transforman en noticia. Entonces hay una relación importante en cómo se va manejando el conflicto desde las autoridades, escuchando a determinadas audiencias –no necesariamente las mayoritarias-, pero sí a organizaciones, elites o sectores muy conservadores que están atrincherados para poder impactar y hacer ruido en redes sociales.
-¿Cómo es el perfil de este segmento contrario o crítico al conflicto mapuche?
Es un perfil de extrema derecha, patriota, muy ideologizado, con discursos que mecánicamente rechazan la causa mapuche, independiente del contexto, argumentando que hay una asociación directa entre la izquierda y la causa mapuche. Niegan las demandas políticas del pueblo mapuche, los repertorios de protesta, sin entender que hay un accionar político en el sabotaje. Caricaturizan todo como delincuencia y al final son actores que están organizados en distintas causas. Coinciden con los que están trabajando en torno al rechazo, en contra la migración. Las organizaciones que más pesan y tienen influencia en redes sociales están al sur de La Araucanía, estamos pensando en la multigremial, en los sectores agrícolas y ganaderos. En el fondo es la elite local la que está movilizada.
-Desconocer la capacidad política del pueblo mapuche es negar su naturaleza como colectivo, es decir, reconocer que no tienen derechos. Eso es muy fuerte.
Claro, al referirse a ellos como etnia se les niega su condición de sujeto colectivo y, por lo mismo, los derechos que eso implica. Es una mirada que está muy lejos de comprender al pueblo mapuche como una civilización, pensando como si fueran tribus o actores atomizados, cuando estamos hablando de un pueblo que manejó la misma lengua y gestionó la paz y el intercambio económico desde un océano a otro durante siglos.
-Una mirada muy colonialista, por lo demás.
Muy colonialista. Quizá como el pueblo mapuche no tiene grandes pirámides o monumentos como otros pueblos indígenas, hay un desprecio a su cultura. Una cultura que tiene una lógica más espiritual y política, con un pensamiento que es una herencia para el continente e incluso la sociedad chilena. Entonces, claro, ahí se expresan generalmente lógicas racistas y coloniales. Es muy difícil para estos sectores ver a un sujeto capaz de movilizarse estratégicamente; y eso no sólo le pasa a la derecha sino también a la izquierda. La izquierda, en general, cuando el pueblo mapuche se moviliza de manera disruptiva en torno a objetivos políticos, cuando despliegan sabotajes contra la industria forestal, dice que no es política sino delincuencia y que no son mapuches sino infiltrados. Porque los mapuche no harían eso. Hay una lógica de negar la posibilidad de que existe un actor con arrojo político que sea capaz de tomar cartas en el asunto. Reconocer que hay un actor político es difícil para todos, incluso para el gobierno actual.
¿Cómo se construye al enemigo en redes sociales?
A partir de generalizaciones, básicamente. El pueblo mapuche es un pueblo muy diverso y muy rico en su diversidad y, no por eso, es un pueblo desarticulado. La diversidad no significa desarticulación o conflicto necesariamente. Entonces ahí lo que hay son dispositivos coloniales donde se infantiliza al otro, pero también se le transforma en una suerte de salvaje que no tiene las competencias ni la capacidad genética de poder desplegarse con normalidad y destreza en la sociedad moderna.
¿Capacidad genética?, eso es derechamente racismo…
Claro, y generalmente está la lógica más paternalista que se despliega como la necesidad de asistencia, o de ayudarlos porque no saben. O de explicar o llevarles las soluciones también cae en lo mismo, en asumir que hay otro inferior. Y eso lo vemos incluso en el gobierno actual, en esto de sostener que nosotros vamos a llevar una solución y elegir con quién vamos a conversar.
Como sucedió con el viaje de la ministra Siches a La Araucanía.
Lo que vi ahí fue la negación de una institucionalidad política que existe en el pueblo mapuche y, como tal, una negación como sujeto político colectivo. Cuando un ministro visita otro país para hacer un convenio, por ejemplo, su contraparte lo convoca.
¿Faltó diplomacia?
Exactamente, uno no puede ir a un territorio que tiene sus propias instituciones sin solicitar hablar con los líderes tradicionales. Hablar con los loncos y no con actores atomizados, como si fuera un barrio cualquiera. De hecho, cuando uno va a un barrio, pide hacerlo con la junta de vecinos. Entonces acá lo que hay es una negación de las instituciones políticas del pueblo mapuche. Es una falta de respeto a las autoridades y, sobre todo, desconocimiento de que hay instituciones que no tienen que ver únicamente con lo cultural. Hay una manera de organizarse y tomar decisiones.
La colmena
-¿Cómo se perciben en el estudio quienes están a favor de la causa mapuche?
Los que están a favor del pueblo mapuche es un grupo más amplio, que fue abrazando otras causas y también cierta universalización de la causa mapuche producto del estallido social. En general se declaran de oposición, progresistas, de izquierda, pero lejanos a la política partidaria como tal. No podemos identificar ahí militantes de partidos.
Y respecto a los medios de comunicación, ¿cómo es el tratamiento que hacen del conflicto mapuche?
Nosotros hicimos otro estudio -todavía no está publicado-, sobre el abordaje de los medios al conflicto y cómo describen a los mapuches. Los sectores conservadores, la prensa más corporativa, los describen como encapuchados, terroristas e incluso delincuentes. En la prensa más progresista, e incluso de la prensa mapuche, hay una descripción que también despolitiza al actor político mapuche, destacando más las rogativas, lo cultural, poniendo el acento en actores como las o los machis, versus los weichafes. Entonces, cuando te das cuenta que por un lado son terroristas y por el otro son todos seres espirituales, se diluye la imagen del pueblo mapuche como un actor político. Son dos caricaturas que no permiten dialogar a quienes se informan en estas dos trincheras.
-¿Y la mirada proveniente de los mismos territorios que involucra al actor mapuche? ¿Hay una percepción particular ahí?
A diferencia de otros movimientos indígenas del continente, el énfasis de las organizaciones mapuche hasta ahora no ha sido tan mediática. No hay una campaña comunicacional tan elaborada como uno la podría encontrar en el movimiento zapatista. Tienen súper claro que la lucha es a nivel nacional, pero que se juega en lo local, y descansan en la resonancia que generan en otros actores. No hay cuentas oficiales. Quienes están a favor son personas citadinas que de alguna manera comulgan con la causa, pero en el territorio la participación en redes sociales es baja.
¿Hay muchas diferencias entre la distribución de menciones según los medios? ¿Por qué no es lo mismo citar a El Mercurio que a El Desconcierto?
Claro, hay medios que tienen históricamente una causa. El Mercurio fue clave en el siglo XIX en lo que fue la invasión al territorio mapuche. Ahí los discursos se desplegaron a través de políticos y editoriales. Pero hay otros medios que reproducen la misma lógica, incluso medios progresistas donde uno esperaría que se reconociera las mismas nociones que usa el pueblo mapuche para referirse a su territorio, como Wallmapu que se ha dejado de usar. El Ciudadano dejó de usarlo, El Mostrador igual, ni siquiera Izquierda Diario lo usa. Entonces uno dice chuta, ¿qué está pasando ahí?
Pero sí la utilizó la ministra Siches en Argentina.
Sí, lo usó Izkia, pero se instaló también con el estallido social y se transversalizó en los sectores de izquierda. Ahora es difícil que a alguien le incomode el concepto, salvo la derecha más extrema. Lo que terminó haciendo la ministra fue responderle a la extremo derecha argentina, pero son nociones que están súper instaladas y uno se sorprende de que estos medios progresistas no la estén utilizando cuando a nivel social son muy transversales. No hay que ser de izquierda para decirle Wallmapu al territorio mapuche.
-Hemos hablado de medios y actores, pero ¿qué sucede con los organismos e instituciones, como la academia o ministerios?
Voy a ser un poco pesimista, pero hay una ideología colonial muy arraigada y, a nivel estructural, cuesta mucho remover los prejuicios respecto al pueblo mapuche. La misma gente de izquierda asume muchas veces una lógica desarrollista que no entiende el cuidado que despliega el pueblo mapuche sobre el territorio y la naturaleza. Caen en discursos que no trabajan la tierra, o la tienen botada, cuando muchas veces la están refertilizando. Vemos a nivel estatal que es muy difícil remover ideologías como la doctrina de la seguridad nacional que está muy instalada en las fuerzas de orden público. Uno esperaría que en otras instituciones eso se removiese, pero escuchamos a las mismas autoridades de gobierno reproduciendo lo mismo. Hoy existe una ministra que nuevamente tiene ha puesto el foco en el robo de madera. Un discurso que ni siquiera usó la derecha en los últimos 4 años de gobierno. El robo de madera es un concepto que instaló (Mahmud) Aleuy.
-¿Qué piensas de algunos que proponen una suerte de alto comisionado, como planteó Pedro Cayuqueo hace un tiempo, una suerte de mediador entre el gobierno y las comunidades mapuche?
Ya se han hecho esos trabajos, las mesas han existido. Obviamente las decisiones que se van a tomar, como dice Cayuqueo en la gran ruca, tienen que implicar a diversos actores y tiene que haber una mesa enorme. Pero a nivel concreto no hay gestos, no hay atención a demandas específicas. Cómo te vas a sentar con organizaciones si ni siquiera revisas las condiciones en que están los que ellos reconocen como presos políticos. Incluso hay lógicas punitivas de entrada, ni siquiera intenciones de generar cierta simetría u horizontalidad. Es difícil crear una mesa cuando no se asume que estás hablando con un pueblo con autoridades propias. Si quieres resolver el conflicto, dialoga con quienes están implicados en el conflicto. ¿O te vas a juntar con las lamien que venden frutillas en La Araucanía a resolver lo que está ocurriendo en Malleco y en Arauco en torno al extractivismo? ¿Con quién te vas a sentar? ¿Con Matte y Angelini?
-Es lo que dice Huenchumilla, ¿por qué no juntarse con los madereros también?
Y también con quienes están en el sabotaje a la industria forestal. Hay actores que han dicho históricamente, como la misma CAM, que mientras la discusión sea política, se hable de autonomía y extractivismo, ellos van a participar y sin armas a la mesa. Entonces, si hay actores con esa lógica por qué no se apuesta por eso. Porque conviene meterlos a todos en el mismo saco, como si todos quemaran iglesias, escuelas y viviendas. Las organizaciones más grandes no están haciendo eso. Obviamente hay una dispersión de nuevas organizaciones, pero no con la magnitud de la CAM o Identidad Lafquenche que se les suele dejar fuera de estas mesas. Entonces, cuando hablan de un alto comisionado, habría que preguntarse con quién va a dialogar. Ese es el punto.
-¿Crees que hubo ingenuidad del gobierno en su primera visita a La Araucanía?
Yo creo que una mezcla de ingenuidad y colonialismo ideológico. Esta lógica de pensar que nosotros traemos la solución, que tendrán que escuchar las condiciones que nosotros imponemos y juntarnos con quién nosotros elijamos, fue ingenuo y poco respetuoso. Cuando dicen que tienen a grandes abogados pensando el tema mapuche, uno entiende que pueden ser eminencias, pero esas cosas ameritan un análisis politológico. Saber cuáles son las organizaciones, qué territorios puedes entrar o con cuáles puedes desarrollar un trabajo de largo aliento y cuándo puede ser mas favorable ingresar. Ahí hay un tema que complica a quienes llegan a los gobiernos.
En el estudio también se analizan coyunturas, ¿cómo evalúan la reacción en redes de hitos como la presencia de Víctor Pérez (en julio de 2020), el inicio del paro de camioneros o el asesinato de Eugenio Nain?
Mayoritariamente los usuarios de redes sociales y Twitter se manifiestan a favor de la causa mapuche y respetan sus demandas políticas. No están solicitando mano dura ni demandando más represión, pero hay ocasiones en que esta balanza cambia. Nosotros construimos un índice estadístico de percepción de conflicto, el Ipcon, que a veces tiende a ser negativo. Por ejemplo, la visita de Víctor Pérez fue una suerte de señal muy potente para los sectores más conservadores de que iba a haber un cambio en la gestión y un recrudecimiento de la represión.
Después ocurre el tema de los desalojos de los municipios, donde a nivel nacional las visiones más inclusivas se hacen ver. En caso de ser una víctima no mapuche se despliega inmediatamente una reacción en masa de lo que llamamos nosotros una guerrilla virtual, que se ha conformado en los sectores más conservadores y que están activos en la disputa electoral del Rechazo y en la causa migrante. Actúan como una colmena de abejas. Van coordinados y esperan estos hitos.