El yoga en la vida contemporánea: “No es hacer todos los días saludos al sol"
Frente a la venta de “soluciones mágicas inmediatas” de la sociedad neoliberal contemporánea, el yoga –con más de cinco mil años de historia–, ofrece la oportunidad de conocerse a uno mismo, enfrentar la hiperrealidad, liberarse de condicionamientos y sufrimientos impuestos. Gozador de la naturaleza y de la lectura, con estudios de historia y turismo aventura, Patricio Cantwell comenzó a estudiar yoga desde el 2012. Hoy es profesor, además de estudiante de vedānta, recitación védica y sánscrito. Hace dos años asumió la mayor aventura de su carrera como instructor. Junto a Camilo Rovira, también profesor de la escuela, tomaron la dirección de Yoga Mandiram, centro ubicado en calle Huelén que ofrece clases regulares, cursos, formación de practicantes y de profesores de yoga.
Un estilo de vida
-¿Cuál es el aporte que puede hacer el yoga en el estilo de vida actual (contexto pandémico, dependencia de aparatos digitales, vida sedentaria, etc)
No quiero redundar en los ya conocidos beneficios generales de la actividad física en un contexto de vida sedentaria, sino destacar el hecho que desde un punto de vista, el yoga es en sí mismo un estilo de vida. Ahora bien, la pregunta esencial sería entonces ¿en qué se basa este estilo de vida? A diferencia de lo que pueda verse superficialmente, no se basa en prender inciensos, ir a eventos masivos a cantar mantras o hacer todos los días “saludos al sol”. Todo esto son solo acciones y objetos que en sí mismos no son mucho más que preferencias estéticas.
El estilo de vida del yoga se basa en sostener una disposición mental de apertura, fluidez y objetividad. En otras palabras, no está basado en acciones específicas, sino en cómo y por qué ejecutamos esas acciones. Podemos entonces realizar acciones que nos ayuden a cultivar esta disposición mental, esto es el yoga: un conjunto de herramientas para estabilizar la mente y los distintos aspectos de la persona. Una mente clara que nos permite leer el mundo adecuadamente, es la que a su vez nos permite desenvolvernos con soltura y adaptabilidad; y en última instancia, poder reconocernos como esencialmente libres (mokṣa).
El mundo contemporáneo es un escenario de hiperrealidad
-¿Libres de qué?
Libres de los condicionamientos externos y las distorsiones en la percepción del mundo, las que inevitablemente desembocan en sufrimiento. El mundo contemporáneo es un escenario de hiperrealidad: el mundo virtual parece más real que el mundo real. Nos sumergimos en el mundo virtual para no lidiar con la realidad ni con nosotr@s mism@s. No pretendo plantear que toda tecnología es esencialmente nociva ni que el evadir la realidad sea algo nuevo, sino que el grado y la extensión del fenómeno es algo a tener muy en cuenta. Hoy es incluso difícil distinguir cuándo nos están deliberadamente vendiendo algo por medio de influencers, que a su vez están vendiendo una imagen aspiracional de una vida ideal.
El avance tecnológico ha dado un poder nunca visto para embelesar los sentidos al punto de que esas imágenes virtuales nos son más atractivas que las reales, poniendo en duda nuestro concepto mismo de realidad. Este fenómeno, aunque “nuevo” en su magnitud por la tecnología, era sin embargo ya conocido por los yoguis de la antigua India, siendo el desarrollo del discernimiento (viveka) una piedra angular en la práctica yóguica.
El proceso yóguico de refinamiento cognitivo va desde lo más burdo y evidente hacia lo más sutil y por tanto difícil de percibir. Simplificando bastante, podríamos decir que vamos desde sentir el movimiento de un brazo, hacia la respiración asociada a ese movimiento, luego a la respiración pura, al sentimiento, al pensamiento, a la energía (prāṇa) y, en última instancia, al ser mismo que está evidenciando todo a su alrededor (Atma). Aún así, tenemos que tener en cuenta que solo los dos primeros pasos son ya una gran trabajo.
-¿Cómo vive el yoga la relación con el cuerpo?
La desconexión y distorsión de percepción en torno al cuerpo son en mi opinión una epidemia en el siglo XXI. Incluso entre mucha gente que se dedica a disciplinas corporales existe una gran deformación en la percepción de sus cuerpos, y precisamente mucho del trabajo corporal contemporáneo está orientado hacia la búsqueda de generar una autoimagen que calce con la imagen que tiene embelesados los sentidos. Es decir, es una práctica que refuerza el problema. Este es precisamente el truco: la persona no logra discernir que su motivación no es “realmente suya” sino más bien un elemento externo. Aquí radica una característica fundamental que distingue el trabajo corporal del yoga: si bien da importancia al cuerpo y puede llegar a utilizar trabajos muy exigentes como pararse de manos o poner un pie detrás de la cabeza, su objetivo no es el cuerpo. No es alcanzar ningún tipo de imagen corporal ni postura. El cuerpo es una herramienta para vivir mejor y refinar el discernimiento en la medida que percibimos el mundo a través de nuestra corporalidad, y es el discernimiento el que posibilita la libertad que es el fin último del yoga.
Veamos un ejemplo práctico. Respirar profundo y con tranquilidad en una postura como Marīcy-āsana D para controlar mi mente en una situación de estrés y tomar una buena decisión: puedo ver sobre el condicionamiento. No es que desaparezca, sino que logro ver más allá de la distorsión perceptual provocada por una postura “incómoda”. Ahora bien, lo que posibilita el traspaso de esa habilidad de respirar en una postura a la vida cotidiana, es la interpretación que le doy a esa experiencia, y cómo luego aplicarla a otras situaciones similares. Entonces, lo realmente transformador es el tipo de lectura que hago de la experiencia, y no la experiencia o la técnica en sí. Este es el conocimiento más valioso que ofrece el yoga; y la verdadera práctica es habilitar y sostener este conocimiento en cada momento de la vida.
El yoga es la maestría en la acción
-Mucha gente cree que el yoga y la meditación implican una desconexión entre la persona y la realidad sociopolítica. ¿Es así?
Conexión y desconexión son palabras interesantes para analizar desde el punto de vista del vedānta (filosofía del yoga): cuando decimos “conexión” estamos reconociendo que hay dos o más cosas distintas que se relacionan. Vedānta enseña que no hay nada que conectar porque no hay dos cosas, solo una y por lo tanto, tampoco hay desconexión. La persona es una con el mundo. Lo que hay es confusión mental que impide reconocer esta naturaleza. Es decir, la persona (jiva) existe y está determinada por la realidad material, social y política. Lo que hace el yoga es reconocer que además de lo material y social hay otra esfera más profunda e indeterminada (Atma). Afinar el funcionamiento de la mente permite que dicha esfera más profunda pueda primar, lo que a su vez nos hace menos susceptibles a los vaivenes externos. Esto no significa que niegue la realidad material como tampoco lo social. Nuestra mente afecta la forma que tenemos de desenvolvernos socialmente. En la Bhagavad Gītā se afirma que el yoga es la maestría en la acción, en tanto que la inacción no es realmente posible ya que el omitir un acto es ya en sí mismo una acción.
La idea de que el yoga niega o rechaza el mundo material puede venir de interpretaciones sesgadas que solo ven una técnica aislada y desde ahí juzgan sin entender el contexto en el que dicha técnica tiene lugar. Sería como ver un partido de fútbol, solo observar al arquero, y luego decir que el fútbol se juega con las manos.
-¿Cuáles son los mejores momentos para practicar en la vida ocupada de trabajadores a tiempo completo?
Primero me gustaría recalcar la importancia de practicar, y sobre todo, comenzar bajo la guía de un profesor. Practicar viendo videos puede ser un primer acercamiento, pero en mi experiencia me atrevo a asegurar que no es muy recomendable e incluso puede ser nocivo. Teniendo esto en cuenta, lo mejor es partir desde donde estamos. Es decir, ver objetivamente en qué momento y cuánto tiempo tenemos y trabajar con eso. Uno de los errores al comenzar es querer hacerlo todo de una vez: me pongo a practicar a las 6:00 am 4 veces por semana 2 horas cada vez “porque eso hacen los yoguis”. Evidentemente, no puedo sostener este ritmo, lo que a su vez genera más frustración. Avanzo tres pasos y retrocedo seis. Esto pasa porque me pongo a practicar desde una situación irreal que no puedo sostener. La práctica debiera ser sin “prisa pero sin descanso”, avanzo uno y retrocedo cero.
Para empezar entonces, es mejor ver mi realidad y establecer un horario, frecuencia e intensidad que pueda sostener en el tiempo. Dejar que suceda mbde manera natural el proceso en donde en la medida que me involucro más en la práctica y la valoro desde la experiencia, va aflorando internamente la necesidad de practicar más por que me hacen sentido los beneficios que percibo, y no por una imposición externa empaquetada en una fórmula que escuché que funcionaba.
También puedes encontrar otro tipo de talleres: