#EnCorto: Tres claves para entender por qué las abejas están en peligro en Chile
Chile tiene una gran diversidad de especies que no habitan en ningún otro lugar del mundo. Un ejemplo de esto son las abejas: alrededor de 450 especies se han descrito para este país, aunque se cree que podrían ser unas 800 en total. De ellas, un 70 % son endémicas.
Sin embargo, la expansión de la agricultura intensiva y la urbanización están provocando que muchos de estos insectos se encuentren en serio peligro por la pérdida de su hábitat. Aunque no se sabe con exactitud qué tanto se han reducido las poblaciones de abejas en Chile, sí hay información respecto a una tendencia global en su disminución, así como de los insectos en general.
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Esta realidad es preocupante debido, entre otras cosas, a que “el 75 % de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de la polinización”, donde las abejas son esenciales, asegura la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Estas son tres claves para entender el riesgo en que se encuentran las abejas.
1. La pérdida de hábitat
Las abejas dependen de múltiples especies florales para sobrevivir. De acuerdo con la entomóloga Patricia Henríquez-Piskulich, acciones como la llamada homogeneización del paisaje –eliminar las plantas nativas y sembrar otras en su lugar, todas de la misma especie–, tienen serios impactos en la supervivencia de estos insectos.
“Si tienes pocas especies florales, o peor, una sola, no vas a cubrir los requerimientos nutricionales de las abejas que viven allí”, explica la especialista.
Además, con la eliminación de la cobertura vegetal nativa llegan las plantas exóticas. Henríquez-Piskulich encontró que, donde hay mayor abundancia de flora introducida, la proporción de abejas pequeñas es mayor y la proporción de abejas más grandes es menor.
“Las abejas pequeñas tienen un límite acotado hasta donde pueden volar de acuerdo al sitio donde nidifican. Entonces, puede ser que esta mayor cantidad de abejas pequeñas se encuentre en donde hay mayor abundancia de flora introducida porque no son capaces de ir más lejos en busca de otros recursos”, explica.
Como consecuencia, esto puede afectar el servicio de polinización que estos insectos proveen y, por lo tanto, afectar la reproducción de ciertas plantas.
2. Los efectos de fertilizantes y pesticidas
Los fertilizantes y pesticidas también tienen efectos dañinos en las abejas pues se ha demostrado que, además de impactar fuertemente al ecosistema y contaminar el suelo, dañan directamente la progenie [descendencia familiar] de las abejas.
Cristian Villagra, profesor del Instituto de Entomología de La Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, explica que en los últimos años se ha descubierto que ciertos pesticidas, como el glifosato, pueden perturbar la microbiota del tracto digestivo de las abejas, lo que repercute en el aumento de su mortalidad.
Y no solo eso: el experto afirma que los impactos que estos productos tienen en los insectos también conllevan daños genéticos que incluso pueden heredarse. “Se alteran procesos de desarrollo, cognitivos e incluso fisiológicos que, en su conjunto, lo que hacen es reducir la viabilidad del insecto”, explica Villagra.
3. ¿Qué se puede hacer por las abejas?
Aunque todavía no hay estudios que demuestren que todos estos impactos están disminuyendo la producción de alimentos, sí los hay sobre la efectividad polinizadora. Por esto, Henríquez-Piskulich afirma que se puede tener como hipótesis que, si desaparecen los polinizadores, habrá una menor productividad en los campos.
Para solucionar este problema, científicos señalan la necesidad de avanzar hacia un modelo agroecológico que comprende tres etapas:
- Potenciar la eficiencia del ecosistema utilizando menos insumos agrícolas como pesticidas o fertilizantes.
- Sustituir esos productos por otros que pueden ser utilizados en agricultura ecológica.
- Evitar los monocultivos al integrar diferentes productos en un mismo espacio.
“No estamos diciendo que se tiene que acabar la agroindustria, sino que estas medidas se tienen que tomar como un buffer [o amortiguamiento] para que todos los efectos que se saben que son dañinos para la biodiversidad y para la salud humana puedan ser disminuidos”, concluye Villagra.