Brasil: la política como guerra
Lula se enorgullece de que se despierta todos los días a las 5:30 am para hacer gimnasia. Reitera que quiere vivir hasta los 120 años y se cuida para ello. Y agrega: “quien tiene una buena causa en la vida no puede desanimar”. E invita a todos para que se cuiden y practiquen ejercicios.
Para alguien que está acostumbrado toda la vida a relacionarse directamente con la gente del pueblo, fue muy doloroso tener que encerrarse casi dos años, durante la pandemia. Hoy Lula está participando de una gran cantidad de reuniones, ha dado una enorme cantidad de entrevistas, y hasta pudo retomar los viajes. Fue a Europa y después a Argentina, para tratar de demostrar al mundo que hay un otro Brasil, radicalmente distinto del país de Bolsonaro.
Lula, una vez que salió de la cárcel (luego de casi dos años de prisión sin proceso ni condena), había iniciado viajes por todo el país. Hoy ha retomado ese itinerario. Volvió a Paraná, donde había estado preso, participó de varios grandes actos políticos, uno de ellos en el más grande asentamiento urbano del MST (Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra). Continuó por Río de Janeiro, después Bahia y Piaui, en el nordeste de Brasil, donde Lula en primera vuelta tiene un apoyo entre el 62 y el 72% en las encuestas.
La campaña oficial no ha comenzado. Pero su adversario, como Presidente de Brasil, está utilizando a su favor todos los medios a su disposición, demostrando que, más que una campaña presidencial, esta será una verdadera guerra. La política será una extensión de la guerra por otros medios.
Esta guerra ya ha empezado. Es una guerra en que las fake news y los robots serán grandes protagonistas. Falsas declaraciones atribuidas a Lula sobre la familia, el aborto y otros temas afines plantean siempre el dilema: dejar pasar las mentiras o desmentirlas, lo que significa darles más bombo.
Pero esta vez el clima político es muy distinto. En las anteriores elecciones presidenciales de 2018, el adversario no era Lula, quien se encontraba encarcelado, y Bolsonaro no tenía que dar cuenta de un gobierno fracasado desde todos los puntos de vista. Al igual que su amigo Donald Trump, su discurso tenía mucho más efecto cuando él era un francotirador, pero cuando tienen que responder por sus gobiernos se vuelven frágiles.
Es así como las condiciones son distintas, pero no serán menos agresivas. Bolsonaro ha vuelto a uno de sus temas negacionistas: la denuncia de las urnas electrónicas. Y también ha vuelto a mencionar a los militares, en momentos en que el militar retirado Walter Braga Netto, su actual ministro de Defensa y candidato a Vicepresidente, emitió un documento junto a los tres Comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas reivindicando la dictadura militar, la que según ellos habría salvado a la democracia. Esto, en el día aniversario del golpe de Estado de 1964.
Está claro que esos serán los temas de la campaña de Bolsonaro: temas morales y amenazas con los militares, siempre apelando a las fake news y a robots que en poco tiempo viralizan esos mensajes a millones de electores.
Lula, a su vez, sigue desarrollando su discurso sobre las condiciones miserables en que viven gran parte de los brasileños, de cómo en su gobierno el pueblo vivía mucho mejor y cómo es posible superar la crisis brasileña retomando el desarrollo y una mejor distribución del ingreso. Y, sobre todo, logrando la recuperación de un gobierno con credibilidad.
Las encuestas han demostrado que disminuyó la distancia a favor de Lula, la que todavía sigue siendo muy amplia. Esto se explica, en parte, porque los candidatos de la llamada tercera vía se debilitan –Sergio Moro ha retirado su candidatura– y la mayoría de sus votos fueron hacia Bolsonaro. Por otra porque, de alguna forma, durante algunas semanas no hubo denuncias de corrupción del gobierno.
Mientras ocurría esa transferencia de votos, al mismo tiempo explotaba un nuevo gran escándalo en el Ministerio de Educación, donde pastores evangélicos recibían grandes sumas de dinero para sus iglesias. En las mismas fechas, Bolsonaro intentaba imponer censura sobre el festival Lollapalooza, lo que generó multitudinarias manifestaciones en su contra y a favor de Lula, pasando a ser llamado festival de Lulapalooza.
De todas maneras, serán largos seis meses hasta la primera vuelta, prevista para el 2 de octubre de 2022. Unos meses plagados de distintos tipos de enfrentamientos. Con los medios como espacio de disputa. Y con la política como forma de guerra.