Juan Pablo Sutherland: "Sigo entendiéndome como una marica-intelectual orgánica"
Las raíces Sutherland comienzan con Ángeles Negros (Planeta, 1994), libro que provocó una de las primeras censuras homofóbicas desde el regreso a la democracia. “El libro gay con platas fiscales” así tituló y acusó el diario La Segunda a los Fondos de Cultura por promover la perversión sexual al financiar un libro así.
Esos primeros cuentos ficcionan el Santiago nocturno relacionado a los encuentros sexuales clandestinos, la identidad y la lucha por visibilizar ese pelambre callejero. Casi treinta años después el andar gay es diferente, la relación con las pantallas y algoritmos se subordina a las nuevas relaciones sexoafectivas. Todo bajo la libre elección que entregan las pantallas desmarcadas de los que fueron los saunas, cines y lugares de encuentro homosexual en décadas pasadas. Sutherland cambió las “esquinas del corazón” de Lemebel por encuentros relacionados a la localización del GPS, donde las selfies, las ventanas de chat y los mecanismos del cuerpo se enfrentan a la libre elección del ligue urbano con desconocidos.
Sexo anónimo callejero
-¿Por qué escribir ensayos para interiorizar el andar gay citadino?
Mis textos tienen la singularidad de cruzar ánimos narrativos, reflexivos y además mi propio recorrido como escritor minoritario con vocación pública. Es decir, habitualmente los proyectos se articulan por un deseo, por una voluntad de pensar un lugar. En ese camino, el primer momento soy yo, aunque se quiera disfrazar la primera tecla que marca el lugar de enunciación, siempre es uno mismo.
Grindrmanía fue un deseo que surge luego de vivir mi propia grindermanía y quedar algo impactado de los cambios entre el sexo anónimo metropolitano y callejero que vivimos muchas maricas, colas, gays, bi y todxs los flaneurs sexuales del mundo urbano. Me di cuenta de que el capitalismo digital vivido en las redes sociales y sus mundos particulares tiene muchas posibilidades para vivirse y pensarse críticamente. Grindr revela una sintaxis que juega a la fantasía de la libertad liberal, pero que es una caja negra que ya te integra o sitúa en un guión creado por otros. En ese vértice me interesa repensar las culturales sexuales, sus prácticas discursivas, sus puntos de fuga y resistencia, e incluso los discursos amorosos o las políticas de exclusión al interior de los grupos.
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-A pesar de ser ensayo, Grindrmanías conecta con rasgos no ficcionales de tu trabajo. ¿Cómo intelectualizas lo íntimo para convertirlo en literatura?
Siempre el saber queda monopolizado por la academia institucional, incluso lo más radical debe tener la venia del orden del saber consagrado. Eso es una política perversa. El saber más estratégico estuvo fuera del orden institucionalizado, el feminismo, el movimiento homosexual y marica, el movimiento negro, la crítica poscolonial, etc. Es decir, deberíamos entender que los movimientos sociales producen saberes y sus prácticas. Aunque, pueda ser muy anacrónico sigo entendiéndome como una marica-intelectual orgánica, a lo gramsciano.
[caption id="attachment_709412" align="alignnone" width="650"] Juan Pablo Sutherland[/caption]
Por lo mismo, no hay intención académica en Grindrmanías, pues su horizonte se construyó como un artefacto que incluso escapa a los géneros, es monstruoso, aunque su ancla mayor es un ensayo cultural abierto, misceláneo escrito para diversos públicos, pero que tiene centro en sus protagonistas. Es un ensayo lleno de prótesis, relatos coloquiales, inflexiones críticas, intimidades sexuales, relatos biográficos, genealogías del sexo-anónimo metropolitano. Su inscripción más bien responde a pensar un recorrido crítico, pero sin pretensiones científicas, de alguna manera es un objeto literario que me facilita manejar diversos tonos de los textos en su interior.
"Se privatizó esa pulsión callejera"
-Ya no es la ciudad del deseo constituida por plazas, cybers y cafés, ni ese sexo de tus cuentos, menos los descubrimientos de Papelucho gay en dictadura (Alquimia, 2019). ¿Cómo ves los cambios en el cruising bajo las plataformas digitales?
Creo que hubo un primer impacto en el espacio público. No digo con esto que el cruising tenga una defunción declarada, pero quizás pervive como pulsión agónica en la ciudad. Si le preguntas a maricas, locas, gays, mayores de 40 años que ejercían o vivían el cruising, quizás la respuesta sea que ahora viven el sexo en sus deptos, es decir se privatizó esa pulsión callejera. A lo más en algunos cyber queda como una isla de ese tiempo, como huellas de una postal anterior.
Esa generación que vivió mucho del sexo anónimo en la calle, en el puente, en el cerro, en la salida de la disco; hoy esta retirada a vivirlo de una manera menos pública. Por otra parte, la virtualidad o las aplicaciones o sitios de citas de sexo gay, complementan sus rutas con una cartografía existente no tan masiva como antes. Es decir, hubo un momento de migración que hoy día se vive más mezclado, pero donde predomina un protocolo virtual de ligue, que antes era orgánico, público y callejero.
La sexualidad como un campo de batalla
-En Grindrmanía describes el control que hubo hacia las comunidades gay o el deseo no-heteronormativo ¿cómo ha variado ese control en la actualidad?
Creo que lo más llamativo es que hoy todo se presenta para que los usuarios virtuales sientan que administran su libertad, pero finalmente están bajo un diseño, una gramática sexo-genérica, un menú que los ancla a identificarse con un lugar fijo, como si la sexualidad no fuera maleable o un campo de transformación y de batalla. El mayor peligro es cuando no se necesita hacer vigilancia, pues ya está integrada como prótesis a tu vida, a tus prácticas; ya tienes el panóptico en tu cabeza, en tu identidad o las propias ficciones de ti mismo.
-Las aplicaciones son vitrinas donde la identidad no tiene un valor tan importante hasta aparentemente ser mercancía promocionable y consumible. ¿Qué pasa en las aplicaciones si los cuerpos no son heteronormados?
Grindr está diseñado para una tribu, para una “comunidad” o para una inscripción identitaria. Por lo mismo, su éxito, su impacto y nivel influencia es alto. Piensa que el mismo modelo de grindr se creó para tindr y otras inscripciones identitarias. Desde ese lugar, la pregunta más bien reside en pensar cómo se organizan internamente los guiones culturales para poner en escena lo gay, lo homonormativo, lo masculino, el consumo de drogas, etc. Pero, además cómo al interior pueden crearse resistencias o microresistencias en los guiones identitarios, sociales, políticos que te propone grindr. Paul Virilio trabaja la noción de la desaparición del mundo frente a la virtualidad del ciberespacio. Ese lugar evanescente que propone podríamos pensarlo en relación al cuerpos y los efectos simbólicos en la construcción, por ejemplo, de los perfiles en grindr o en la dictadura de la selfi como una nueva forma de comparecer a lo público.
-Por un lado, se aprueba el matrimonio igualitario, pero por otro, la primera mayoría de la última elección presidencial la tiene un candidato abiertamente homofóbico, misógino y negacionista. ¿Qué lectura haces entre el Chile de los noventa y el actual?
Cada tiempo tiene su ánimo, su paisaje y su propio infierno. En ese ángulo, creo que vivimos temporalidades quebradas, continuas y discontinuas. Por eso quizás, hay cierta fragmentación de la realidad o una esquizorrealidad, realidades que se enfrentan y repelen. Pero, finalmente hoy vivimos un escenario muy delirante y con aires bien distópicos (en medio de una pandemia planetaria). El avance del matrimonio igualitario en Chile es un logro sin duda, y una legitimidad ganada, y quizás el núcleo más duro de las transformaciones culturales pendientes sea la lucha por el aborto libre y los derechos de autonomía de las mujeres sobre sus cuerpos. En ese sentido Kast representaba lo contrario a las luchas contra las hegemonías autoritarias del sistema sexo-género. El Chile que nos espera luego de las elecciones ya no tiene la amenaza de la ultraderecha frente a lo ya ganado.