Violencia sexual y desinformación como estrategia de campaña

Violencia sexual y desinformación como estrategia de campaña

Por: Catalina Baeza | 16.12.2021
Es inadmisible que un candidato a la Presidencia nos diga que no esperemos los años que sólo nosotras conocemos. Es inadmisible que se juzgue el tiempo que le toma a una mujer reparar su herida, es inadmisible que, además de los abusos, tengamos que pasar por la vergüenza de que alguien nos diga qué deberíamos haber hecho y que no. Esto no sólo es machista; es también violento con todas las mujeres y niñas de un país que aún no reconoce el daño que se genera hacia la comunidad cuando no son debidamente acogidas y cuidadas en su dolor.

El candidato de extrema derecha, en el debate organizado por ARCHI, acusó a Gabriel Boric de haber sido denunciado por abuso sexual. Luego, por redes sociales, modificó su acusación para acoso y en el debate ANATEL insiste en acusarlo de lo mismo. El lunes, el candidato de extrema derecha en una entrevista replica conceptos cuyas definiciones e impacto en los derechos de las mujeres desconoce, desinformando a la opinión pública al instalar una mirada errónea y desajustada de las distintas dimensiones que tiene la violencia de género.

Pero, más que eso, en la entrevista les dice a las mujeres que deben denunciar en el tiempo que él considera conveniente, ignorando cómo es el proceso de cada mujer y la evidencia que existe de las implicancias que tienen las denuncias.

Muchas de las mujeres que hemos sufrido abuso sexual hemos callado por años y muchas han decidido, en autonomía, no hablar. Los motivos son varios, pero la vergüenza es la que quiero destacar. Callamos porque sentimos que fuimos responsables del abuso, callamos porque no tenemos a quien contarle, callamos porque éramos niñas y no sabíamos que estábamos siendo abusadas. Callamos porque duele recordarlo, callamos porque duele, aun más, responder preguntas sobre el abuso y la violencia. La vergüenza se transforma en una emoción constante en nuestras vidas y esta emoción nos acompañará en numerosos momentos y etapas.

Muchas de nosotras pudimos contar con la ayuda de otras mujeres, en terapia o conversaciones, y esta ayuda nos permitió decir en voz alta: yo fui abusada sexualmente.

La Ley 21.160, que declara imprescriptibles los delitos sexuales cometidos contra menores de edad, reconoce el derecho al tiempo porque sabemos que los abusos sexuales tardan en ser denunciados; cada mujer o niña que decide hacerlo, lo hará en el tiempo que ella y sólo ella estime conveniente.

Es inadmisible que un candidato a la Presidencia nos diga que no esperemos los años que sólo nosotras conocemos. Es inadmisible que se juzgue el tiempo que le toma a una mujer reparar su herida, es inadmisible que, además de los abusos, tengamos que pasar por la vergüenza de que alguien nos diga qué deberíamos haber hecho y que no. Esto no sólo es machista; es también violento con todas las mujeres y niñas de un país que aún no reconoce el daño que se genera hacia la comunidad cuando no son debidamente acogidas y cuidadas en su dolor.

La desinformación y mentiras de estos días electorales han reforzado equívocos: el acoso sexual, acoso laboral, abuso y abuso sexual no son sinónimos. Las y los periodistas deberían conocer las diferencias ya que, al considerarlos sinónimos, lo que hacen es invisibilizar estas acciones que constituyen un problema político y social que afecta de forma inconmensurable a las mujeres. Les corresponde a los medios de comunicación que gestionan la información, explicar cada una de las diferentes formas de ejercer violencia hacia las personas y, en especial, hacia las mujeres.