VOCES| Que no nos pasen gato por liebre: Por qué Boric
Tengo una edad que me permite mirar hacia atrás y ver un largo camino recorrido. He vivido y visto muchas experiencias de un país sufrido pero que siempre ha hecho esfuerzos por avanzar; demasiado lento a veces, muy rápido, otras. La gente tiene el anhelo de vivir mejor, de educar a sus hijos/as, de tener una vivienda en un barrio amigable, de ser parte de su comunidad.
Deseo tan legítimo como respirar pero que ha sido aislado de esa necesidad del otro/a. ¿Cómo lograr acceder a un hogar si empujamos solos y solas el carro? ¿Cómo salir de la casa para llevarlos a la escuela sin temor?
No tropezar con la misma piedra
Necesitamos la comunidad para cada uno de nuestros anhelos. Si nos encerramos en el “a mí que me importa si estoy bien”, no nos va a resultar. No somos anacoretas aislados en el cerro para los que es suficiente que después del esfuerzo, prometan la abundancia. Si no nos sentamos a conversar y esto se instala como una razón fundamental para construir futuro, el país va a arder por los cuatro costados. La paz social no va a resultar, los mapuches intensificarán su conflicto, la calle será el único recurso de una protesta constante y en ese ambiente, el crecimiento económico se verá trabado.
En la vida intentamos no tropezar siempre con la misma piedra, porque sabemos, aunque nos cuesta, que de esa manera no saldremos de una línea de repetición del mismo mal resultado. Es entonces cuando nos decimos que hay que tomar otro camino, intentar otra forma, adquirir otra habilidad que nos permita sortear esa piedra.
Para un candidato, que pretende gobernarnos, es muy exiguo suavizar la voz, mostrar su grupo familiar y aparecer bonito, como me dijo una trabajadora. Algo así como un personaje de teleserie, que representa eso que yo no tengo y que en una de esas, se me pega a mí también, como algunos pensaron de Piñera: que por ser millonario repartiría plata por doquier.
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Es una fantasía que ellos saben comunicar. Está basada en una estrategia de la no memoria, en hacerte creer que basta con que te convenza que soy el bueno de la película y todo lo dicho y hecho antes, puede ser borrado de una plumada. Recuerdo entonces, cuando Pinochet se presentó a candidato para presidente. Era raro que el dictador, de pronto pasara a ser un aspirante a esa Moneda que había bombardeado y que ocupaba hace años. Pero estaba convencido que lo lograría y de una día para otro, apareció en televisión.
¿Qué hizo? Se vistió de civil, con impecable terno y corbata, sin ningún detalle del vestuario militar. Sus mejillas rosadas y la mirada suavizada por el nuevo traje lo hicieron parecer un tatita. Podía ser el abuelo amoroso de cualquier familia chilena. Y lo era, lo que no quita que también era lo otro: el militar de anteojos oscuros, que mandó asesinar, torturar, violar y lo que la mayoría ya sabe. No una vez, años y años, hasta el último día, incluso cuando apareció en esa foto azucarada.
Si yo hubiese sido ciega y no hubiese querido ver toda su trayectoria, hubiera podido caer redonda en el truco ¡Pero si se veía tan convincente! Nos vendía esa imagen para persuadirnos que ahora sí, ahora se había vuelto buena persona y ya era hora de mirar el futuro y no quedarnos en el pasado. ¿Cuántas veces hemos escuchado esa frase?
Engaños, colusiones y cobros excesivos
Nos unen muchas cosas con nuestros vecinos y vecinas. Compartimos la misma realidad del barrio, anhelos, luchas y también el engaño del que hemos sido víctimas tantas veces como comunidad. Porque el fraude nos lo han hecho a todos/as. La mentira resulta si el país entero cae y se la cree. Así ha pasado con cada uno de los engaños, colusiones de alimentos y farmacias, cobros excesivos de infraestructura, montajes policiales, muertes sin resolver, promesas incumplidas, utilidades millonarias, elusión de grandes sumas de impuestos, intereses usureros de los bancos, corrupción desatada. Ahora se puso de moda disculparse por el pasado y ya está. El traje se cambia, la luz ambiente se filtra y el personaje de la teleserie resulta ya no el mentiroso, sino un mago incomprendido, que quiere convencernos con sus trucos.
Pero en nuestra mente hay recuerdos muy próximos. La rutina diaria parece hacernos olvidar esos días donde nos dimos cuenta que nos estaban engañando.
La vida nos agobia, para qué decir tanto mensaje de miedo y futuro desastroso. Cada posible cambio, lo precede un augurio de fin de mundo. Que no nos paralice, que no resulte suficiente para mantenernos ciegos al pasado. Porque una mujer que sí está privada de la vista es capaz de volar alto y lograr la hazaña de llegar al Senado ella sola, con primera mayoría ¡Cómo nosotros y nosotras no abrimos los ojos bien abiertos y reconocemos el artificio que nos presentan y esquivamos por fin, tropezar con la misma piedra!
Voto Boric no porque crea ciegamente en su persona. Ni porque piense que no va a errar ni va a tener problemas. No es un mago que viene a convencerme con artilugios. Pero no tiene un pasado diametralmente opuesto a lo que ahora dice. Sobre todo, no tiene su memoria manchada con sangre, y responde por él mismo, aunque intenten adjudicarle manejos y errores ajenos.
Su juventud y fuerza son una oportunidad. Me entrega la posibilidad de ir a mirar detrás del escenario para saber que no hay conejos escondidos ni utilería engañosa. Los años vividos instalaron la desconfianza para estar alerta a que no me pasen gato por liebre y seré la primera en levantar la voz, si se pierde del camino. Prefiero esa imperfección que al otro candidato, con un pasado de discursos y acciones contradictorias y que con su hablar maquillado pretende engañarme si es el mismo que ha reivindicado a Pinochet, y que negó la filiación nazi de su padre cuando ahora todos sabemos era real.