Renovarse o morir: el dilema de la Democracia Cristiana
Este domingo 28 de noviembre la Junta Nacional del PDC dio su apoyo a la candidatura presidencial de Gabriel Boric en la segunda vuelta del 19 de diciembre próximo. Es un apoyo sin condiciones y manifestó que no ingresaría al futuro gobierno.
El voto político aprobado por el órgano máximo del falangismo no se refirió al pésimo resultado electoral de la candidatura presidencial del Nuevo Trato (ex Concertación), de Yasna Provoste, que recibió el 11,6% de los votos, ubicándose en el quinto lugar. Tampoco aludió al pésimo resultado del PDC en las elecciones parlamentarias, recibiendo apenas el 4% y eligiendo ocho diputados y dos senadores, uno de los cuales fue arrastrado por el compañero lista. Fue un retroceso respecto del resultado alcanzado en las elecciones del 2017, cuando eligió 14 diputados y obtuvo 10,3% de los votos. Esta derrota no es responsabilidad de la presidenta del PDC ni de su abanderada presidencial. En verdad, el PDC perdió apoyo y votos en forma continuada desde las elecciones parlamentarias de 1997 (entonces fue 4 puntos porcentuales). En las del año 2009, cuando el candidato presidencial de la ex Concertación fue el ex presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, cayó 6,6 puntos. Las excepciones fueron las elecciones de 2005 y 2013.
El PDC enfrentaba las elecciones del 21 de noviembre en pésimas condiciones. En las elecciones de la Convención Constitucional, del 15 y 16 de mayo de 2021, el PDC tuvo una aplastante derrota, eligiendo sólo uno de los 155 convencionales, Fuad Chahín, entonces presidente de la colectividad. Nada hizo el PDC ante ese resultado, que le alejó de la redacción de la nueva Constitución.
La debilidad electoral y como organización del PDC tiene varias causas y requiere complejas decisiones para revertirla. Ninguna directiva del PDC hizo una autocrítica ante resultados electorales adversos. Este fue un error garrafal, que desnuda la gravedad de su crisis. Fue el partido que impulsó el proceso político chilenos de las últimas décadas, desde los años 80, jugando un papel fundamental al impulsar un cambio por la vía institucional, que condujo a la victoria del No en el plebiscito de 1988 y al triunfo de la Concertación en las elecciones de 1989.
Por su larga y exitosa historia, y por su posición al centro del sistema de partidos y asumiendo una política de vanguardia, el PDC tenía la capacidad de movilizar a un sector de la ciudadanía que, antes de 1973, el PS y el PC no tenían y después, desde 1989, tampoco tenían el PS y el PPD. No fue casual que Patricio Aylwin y Eduardo Frei Ruiz-Tagle se impusieran en las elecciones presidenciales en primera vuelta. Ricardo Lagos, abanderado del bloque PS/PPD/PR, que se impuso en las primarias presidenciales de la Concertación de 1999, lo fue en segunda vuelta y con los votos del PC. Superó estrechamente en la primera vuelta a Joaquín Lavín, el candidato de la derecha, por 34.101 votos.
El PDC renunció a su definición como partido centrista, pasando a ser uno de “centroizquierda”, mimetizándose en sus planteamientos programáticos y políticos con los partidos de izquierda. Además, le dio la espalda a su historia. Olvidó a Eduardo Frei Montalva, uno de los fundadores y que llevó a la DC al gobierno con el programa de “la Revolución en Libertad”. La reforma agraria, la sindicalización campesina y la organización popular permitirían un salto espectacular en la modernización de Chile, obstaculizada por la oposición interna en el PDC (“los rebeldes”), distorsionada por “la vía chilena al socialismo” del gobierno de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende y revertida por la dictadura .
También dio la espalda a Patricio Aylwin, la segunda figura más destacada de la DC. Lo fue por haber sido el mayor número de veces presidente del partido (siete veces), y durante más años, y por llevarla nuevamente a La Moneda, que no logró Radomiro Tomic en 1970. La primera ocasión fue en 1951, cuando era la pequeña Falange Nacional y tenía 3% de los votos. La última vez fue medio siglo después, en 2001, cuando un error en la inscripción de su lista parlamentaria dejó al PDC fuera de las elecciones, requiriendo una ley express, apoyada por Pablo Longueira, presidente de la UDI, para permitir su participación.
El PDC puede continuar existiendo legalmente, a pesar de no haber alcanzado el mínimo del 5%, por el número de diputados elegidos. Sin embargo, su vulnerabilidad es extrema. No tiene estrategia, siguiendo una inercia de alianza permanente con la izquierda, sin tener un perfil propio que le dé autonomía política. Su organización es extremadamente débil, con un reducido número de militantes, ex funcionarios públicos y sin juventud. Las directivas no tienen poder porque sus parlamentarios actúan según intereses individuales. En fin, por la tradición de conflictos personales internos, los cuales destruyen posibles liderazgos.
En su discurso a la Junta Nacional Carmen Frei, presidenta del PDC, fue extraordinariamente franca para describir el estado en que se encuentra el partido. Advirtió que es un partido “enfermo” y llamó a los delegados a “trabajar intensamente para sanarlo”. Corre el peligro de “pasar a ser una especie de montonera donde todo se transa, incluso las convicciones”, que le llevarían a “morir”. Agregó que ha habido “prácticas abusivas y reñidas con la ética”. Pidió a los parlamentarios tener capacidad de “dialogar y ponerse de acuerdo”, porque la imagen que transmiten es que “cada cual actúa como le da la gana”.
Las alternativas del la Democracia Cristiana son renovarse o morir. Carmen Frei tiene el prestigio para impulsar el cambio radical del PDC que impidiera su muerte. Veremos el eco que tendrá su discurso en parlamentarios y dirigentes territoriales para llevar adelante su invitación al cambio del PDC. Con su abandono del centro político y su debilitamiento electoral y organizativo, el PDC ha contribuido a la polarización en el sistema político que ahora lamenta. Su sobrevivencia es necesaria para la estabilidad del sistema de partidos y la gobernabilidad de nuestra democracia semisoberana.