Cadem, encuestas “a la medida”
Históricamente ha sido fundamental en nuestro desarrollo y progreso como sociedad el hecho de cuantificar las esperanzas, anhelos y aprehensiones de los ciudadanos. Felizmente, conforme avanza el tiempo surgen innovaciones en la investigación en el campo de la estadística que permite abaratar costos monetarios, tiempo empleado y utilizar técnicas de muestreo que emulan o representan de manera fidedigna a la población.
Todos estos aportes de los académicos en el área han sido utilizados por distintas consultoras a través de encuestas de opinión pública para proyectar a partir de una muestra generada por ellas el sentir u opinión de la población frente a diversos temas de interés, como lo es por ejemplo la aprobación de los diferentes candidatos presidenciales con miras a las elecciones del otro mes.
Al detenernos a leer la metodología de la mayoría de estas encuestas en cómo obtuvieron la muestra (haciendo énfasis en la que tiene mayor alcance el día de hoy, que es Cadem), nos dice que se realizan una cierta cantidad de llamadas telefónicas con una tasa de éxito determinada. Utilizando una proyección a partir de cifras oficiales (del Censo 2017), de una población de 19.500.000 de personas aproximadamente con una población adulta en el orden del 75%, es necesario generar una muestra de 385 personas considerando a la población adulta en su totalidad, con un margen de error de un 5% y un 95% de confianza. En palabras simples, esto quiere decir que al obtener cualquier resultado cuantitativo (o numérico), el número obtenido no debiese ser un 5% mayor o inferior al que se obtendría de hacer esta misma medición a la población de manera hipotética.
Frente a esto último, si se tiene una tasa de éxito baja (menos de 40%), superficialmente no es de extrañar que la encuesta realice más llamados telefónicos con el fin de alcanzar el monto de 385 personas. Si, por ejemplo, la tasa de éxito es de un 17% hay una incerteza estadística acerca de lo que opina el otro 83%, asumiendo de buena fe que el muestreo se realizó de manera adecuada. Esto lo expliqué de la manera más sencilla posible en este artículo (https://www.elmostrador.cl/noticias/opinion/cartas/2020/05/06/metodologia-de-la-encuesta-cadem/) publicado el año pasado, haciendo alusión a este sesgo y de las implicancias que tienen estos resultados en el accionar público y privado, tomando lo que realiza la encuesta Cadem semana a semana.
La ciudadanía que hoy está más suspicaz de creer cualquier resultado, y también el mundo académico con todos los sustentos teóricos, ponen en tela de juicio la manera con que Cadem puntualmente realiza el muestreo, y además por el hecho de ser la encuesta con mayor alcance (y que al parecer es del gusto para leer por parte del mundo político y privado).
Hay un tema mucho más de base respecto a la predicción de un comportamiento de la población, que quisiera instalar y responder en base a un sustento teórico bastante trivial: ¿son probabilísticos o determinísticos los resultados obtenidos por Cadem semana a semana? Si suponemos que son probabilísticos, debemos asumir que los llamados que realizan de manera aleatoria respecto a una base de datos que ellos debiesen manejar se realizaron con un muestreo estratificado tomando en consideración factores como por ejemplo nivel socioeconómico, entre otros, que deben ser considerados. El problema surge que, de todos esos llamados, ¿quién y cuántas de estas personas están contestando? Como las personas tienen la libertad de rechazar o contestar el sondeo, esto le quita todo lo probabilístico y se convierte en determinístico, en donde a la larga contestan los que quieren contestar y su opinión prevalece para la predicción final, que es el resultado que se liberan semana a semana.
Por tanto, en realidad, la opinión pública está condicionada por las personas que tuvieron el “ánimo” de contestar, y se convierte en una opinión falsa de la ciudadanía en su conjunto, ya que dista mucho de la realidad. Esto, si bien reviste un error grave en lo conceptual, lo más delicado es que los medios de comunicación lo siguen difundiendo como una verdad y, peor aún, el mundo político y privado actúa en función de estos resultados, utilizando implícitamente un principio aterrador que fue empeñado por Joseph Goebbels, ministro de Propaganda del régimen nazi, en donde: “una mentira mil veces repetida… se convierte en verdad”.