Aristóteles y el debate de candidatos presidenciables
Las próximas elecciones presidenciales han llevado a los candidatos a demostrar sus dones discursivos. Los debates televisivos se han transformado en ágoras modernas, para que cada pretendiente a la poltrona presidencial nos haga parte de su capacidad para convencer a los que los auscultan desde la comodidad de sus hogares. La retórica de cada uno de ellos utiliza ya conocidas figuras con una eficacia desigual; la retórica deriva de la naturaleza humana, definiendo al hombre por el discurso. Aristóteles desarrolla en su Retórica las grandes líneas de la tradición oratoria de la Grecia antigua. Vinculando la retórica a la dialéctica (la estructuración lógica del pensamiento), detalla las potencialidades del discurso persuasivo y explica su eficacia tanto por la elocuencia como por la adecuación al espíritu del público.
La retórica consiste, entonces, en la capacidad de persuasión a través del discurso. Definiéndose como “la facultad de descubrir, especulativamente, cualquier proposición en un acto para convencer”, Aristóteles insiste en la necesidad de excitar las pasiones del público para lograr su adhesión. Desde esta perspectiva, los tres factores de la retórica son la aptitud para el razonamiento, el conocimiento del funcionamiento de las personas (la psicología humana) y la capacidad más precisa para hacer surgir las pasiones. A pesar de la ambigüedad de la finalidad del discurso, la relación entre el orador y su público se basa en la confianza y la honestidad. Es precisamente en este escollo, en el cual tropiezan algunos candidatos.
Existen evidencias que no se pueden negar. El hecho de que uno de los candidatos tenga un pasado de “lobista” o que otro tenga dinero en “paraísos fiscales” están en oposición a sus propios discursos anteriores, y eso deja de manifiesto que, a pesar de la retórica bien preparada, atenta contra la integridad discursiva de estos candidatos. Pues, como escribía el filósofo en la Retórica, “el día bajo el cual se muestra el orador es más útil para las deliberaciones; la disposición del oyente es más importante para el proceso, porque las cosas no parecen las mismas a quien ama u odia, a quien siente ira o calma”. Si entramos a los detalles de las pasiones en juego, esta pone de relieve la oportunidad de la ira, como prenda de sinceridad, o de la calma, como acompañamiento de una confesión, para atar una relación humana al público. La actitud adoptada por los candidatos cuestionados niega la sinceridad tan necesaria que el ejercicio comunicativo exige.
Los candidatos de derecha hacen uso de un discurso epidíctico. La fuerza persuasiva se basa en el ejemplo, que consiste en acercar hechos pasados al presente, una deducción a partir de premisas dichas “verdaderas” que se presentan como universales: “Chilezuela”, “una nueva Cuba”… Este recurso es preferido por deficientes oradores; utilizan sus entusiasmos demostrativos (sobre la existencia de un hecho o de una idea), o el refutar, que son más eficaces gracias al contraste creado entre las ideas opuestas. Pero estas sólo pueden ser aparentes, dada su deducción incompleta, de juego con una homonimia, de paralogismo, de exageración, etc. Aristóteles considera que es necesario ser virtuoso para convencer, porque ambas partes están vinculadas por la búsqueda de la verdad. En este trance, los dos candidatos de derecha faltaron a algo esencial, que es establecer la veracidad de lo que se les reprocha, lo que podría establecer un verdadero lazo de confianza con el público al cual se dirige.
La eficacia retórica depende en parte del estilo. “No basta –dice Aristóteles– estar en posesión de los argumentos que hay que presentar; es necesario presentarlos como es debido, y esto contribuye mucho a que el discurso parezca tener tal o cual carácter”. El arte oratorio forma parte del arte dramático, donde el volumen de la voz, la entonación y el ritmo entran en la expresión de los sentimientos. Desde el punto de vista del contenido, la elección de las palabras es crucial para la fuerza persuasiva del discurso, ya que debe adaptarse a la audiencia y a la situación. La primera cualidad del estilo retórico es la claridad.
Entre los participantes al debate, quizás sólo uno de ellos cumplió esta máxima de Aristóteles, a pesar de que las encuestas le dan un porcentaje marginal. El candidato del Partido Progresista demostró sus cualidades oratorias por sobre los candidatos de la derecha y del centro político. Sin dudas, el hecho de haber participado en tres contiendas pasadas le da una cierta holgura a la hora de presentarse frente a los electores, pero muchas veces los tiempos políticos pasan a una velocidad vertiginosa y la retórica no es suficiente. El candidato más joven a la primera magistratura (Boric) recurrió en su retórica a un vocabulario simple y común, y este resulta ser especialmente eficaz. El estilo de su discurso fue coordinado de buena manera, con el objeto del debate y sus finalidades, afín de hacerlo fácilmente perceptible desde el comienzo. La eficacia retórica del estilo es un complejo equilibrio entre la simplicidad y originalidad.
Los sofistas también tuvieron un importante rol en la utilización de la retórica y una gran influencia en la política, como lo testimonia la relación entre Pericles y Protágoras. Así, la reputación de los “grandes maestros” de la Atenas de Pericles se ha visto empañada en su paso a la posteridad, pero ya entonces eran muy criticados. Quizás la retórica simplista de la única candidata (Provoste), aconsejada por sus asesores, nos acerca de sobremanera a la época de sofistas. Ella es la candidata de los 30 años que el país trata de dejar atrás, representa a los partidos que degradaron las instituciones y alejaron al “pueblo” de la nobleza política. Recordemos La apología de Sócrates, que en uno de sus pasajes decía: “Para promover sus clases privadas de pago daban ‘espectáculos’ públicos de promoción en los que mostraban un arte de explicarlo todo y de discutirlo todo, dando una apariencia de omnisciencia”. Platón contrapone la búsqueda de lo verdadero, paciente y desinteresado de Sócrates, a los cursos apresurados y costosos de los sofistas, que a veces describe como terriblemente arrogantes.
Más allá del análisis retórico de la presentación televisiva de los candidatos, hubo algunos grandes ausentes en los debates. Faltaron a esta cita temas como el cambio climático (incendios de amplitud continental, derretimiento mucho más rápido de lo previsto del hielo antártico, polución de nuestras aguas, etc.), la revolución tecnológica y los avances que pueden producir en la producción en general. La pandemia que estamos viviendo dejó al descubierto múltiples carencias en variados aspectos que con urgencia habrá que solucionar. También requiere de la previsión política, los problemas ecológicos y la crisis energética con su cohorte de dramáticas consecuencias económicas. En otros términos, la política debe prever el futuro de nuestro país, no sólo pensando en las próximas elecciones sino más bien tomando en cuenta los nuevos desafíos que se presentan al mundo del siglo XXI.