Aportes psicoanalíticos al fenómeno de la migración
Las dolorosas escenas de las que fuimos testigos, en las que se quemaban carpas y las pocas pertenencias de inmigrantes en la ciudad de Iquique, llevadas a cabo por una masa de personas es algo que requiere una atención y reflexión. No basta con avergonzarnos, sino que se hace necesario pensar sobre las condiciones que generan que se llegue a estos niveles de agresión. Pienso que debemos tomarlo como una alerta de algo grave que está ocurriendo en nuestro país con respecto a los migrantes, y no podemos quedar como unos testigos silenciosos de estos eventos.
En general, las dinámicas que se producen en torno a la migración deben ser comprendidas desde diversas perspectivas y ciencias ya que se trata de un fenómeno de gran complejidad, en el que intervienen variables diversas. Los eventos mencionados hacen recordar lo que desde la sociología se ha descrito como la descivilización, refiriéndose a procesos en que ocurre una pérdida de la capacidad de empatía y del reconocimiento del otro. Pienso que esto es parte de lo que hemos estado viviendo como sociedad en relación con los migrantes. Pero me centraré en lo que sigue sobre diversas comprensiones que desde el psicoanálisis se tiene respecto a las dinámicas que el migrante produce en la población general.
Freud, el padre del psicoanálisis, en varios textos ha aportado en la comprensión de los procesos destructivos señalando que habitualmente están relacionados con factores irracionales. Variados autores psicoanalíticos posteriores han aportado en la comprensión de fenómenos que ayudan en la comprensión de sucesos como los descritos. Estos han mostrado como el migrante es depositario de diferentes deseos que son tabúes, de conflictivas e impulsos, “colocando” estos en el extranjero o migrante (a este mecanismo se le denomina proyección). Siendo, entonces, el migrante depositario de proyecciones en forma importante.
Uno de los mecanismos que se han visto es que el inmigrante puede despertar fantasías primitivas en los residentes de un país; por ejemplo, se ha descrito cómo estos pueden despertar el fantasma de la pureza racial, la que puede manifestarse de sutiles formas que se pueden expresar en la idea de una cierta “contaminación” de la patria por parte del inmigrante. Esta fantasía remite a una ilusión primitiva idealizada de fusión con la madre; esta imagen muchas veces está a la base de sentimientos y pensamientos nacionalistas, en los que se siente que los que llegan vienen a contaminar esto tan bueno de la “madre” patria. También, se despiertan fantasías arcaicas de rivalidad y envidia hacia el hermano recién nacido o, llegado en este caso, cuando esto privó en forma importante de requerimientos emocionales del infante. Estas fantasías corresponden a elementos no racionales despertados en ciertas condiciones en la población. En este sentido, por ejemplo, el sentir que estas carpas ensucian o enturbian la ciudad sería un aspecto de la fantasía subyacente a las escenas vistas. Por otro lado, habitualmente, el migrante viene de vivencias traumáticas, en que para llegar a nuestro país ha debido vivir situaciones a veces muy difíciles personal o familiarmente. Han vivido privaciones, carencias, separaciones dolorosas y pérdidas. Estos dolores pueden preferir negarse y más bien deshumanizar al migrante para evitar tomar contacto con lo doloroso de esas vivencias. Sobre ello, las pobrezas y carencias de los migrantes son sentidas amenazantes por la población por el temor al contacto con los propios dolores, siendo esos dolores y carencias (los propios) temidos y depositados en ellos por la condición de vida. En ese sentido, el que vive esas condiciones de carencia o dolor es sentido como una amenaza ya que se siente como algo inmanejable. Pero en este mecanismo es necesario deshumanizar al otro, no verlo como persona sufriente, y de esa forma se hacen más propensos a ser objeto de proyección de los aspectos agresivos o las propias miserias son depositadas en ellos.
Es por esto de importancia humanizar este proceso. Lograr ver al migrante como persona que está viviendo situaciones difíciles, contactarse con su experiencia, empatizar. También, es conocido que, en la medida que su llegada es traumática –sin lugares de acogida, ni condiciones mínimas de sobrevida (me refiero a mínimas condiciones humanas)–, la integración adecuada de estas personas se hace mucho más difícil, resultando este proceso de adaptación en sí traumático para el migrante. Esto va estimulando que lo recién descrito en la población se acreciente, en un círculo vicioso.
Se ha propuesto que como seres humanos tendríamos un cierto impulso de ataque a la otredad, a lo diverso. Este impulso se aumenta al sentir que lo distinto es una amenaza a la estabilidad. Esto subyacería en general a los migrantes, a las hostilidades a la diversidad sexual, a las opiniones diferentes, etcétera, siendo necesario una elaboración de estos impulsos para evitar que se manifiesten en actos como la quema de carpas de Iquique. Resulta importante lograr reconocer estos impulsos y contrastarlos con las experiencias de desarrollo que la diversidad conlleva.