¿Es el emprendimiento patrimonio de las ideas de derecha?
Hace unos días un medio nacional difundió la noticia de la incipiente articulación de un grupo denominado «Emprendedores por Boric», lógicamente conformado por personas naturales que ejercen actividades emprendedoras y simpatizan o apoyan la candidatura presidencial de Gabriel Boric, la cual se puede etiquetar como una candidatura que, en el eje político tradicional, se encuentra en la izquierda. Además, el propio candidato ha señalado explícitamente que su ideario se sustenta sobre las bases históricas del socialismo en nuestro país, desde Marmaduke Grove hasta Salvador Allende.
La noticia muy rápido fue replicada en las redes sociales y circuló veloz en varios de los grupos de emprendedores que se han ido conformando en estas (sobre todo Facebook) en los últimos años. La esencia de toda red social es la interacción de las audiencias con los contenidos y en este caso no se hizo esperar. Si bien la noticia no suscitó una reacción unánime entre los emprendedores activos en dichos grupos, hay que constatar que los comentarios ahí desplegados (que se supone provienen de otros autodenominados “emprendedores”) eran en su mayoría críticos con lo que ahí se informaba, cuestionando enfáticamente la opción tomada por los emprendedores y emprendedoras que estaban dando origen a dicho grupo de apoyo.
Para empezar a analizar este fenómeno e intentar dar respuesta a la pregunta que da título a esta columna vale la pena establecer tres principios fundamentales:
- Si bien es un lugar común señalar que articular hoy la acción política desde la idea de un eje izquierda-derecha estaría profundamente desactualizada, es un hecho también que nuestra cultura política, a diferencia de lo que ocurre en gran parte de nuestros países vecinos, se ha ordenado en los últimos 100 años a partir de ese eje y a través de todo ese tiempo la inmensa mayoría de los partidos políticos que han existido en nuestro país se han ubicado en algún lugar dentro de ese espectro. Incluso experiencias francamente populistas y supuestamente desideologizadas que pregonaron alejarse de los partidos tradicionales (como Fra Fra en 1989 o Parisi en 2013) han sido simplemente expresiones de una derecha tradicional que busca maquillarse del “verdadero centro político”.
- Independiente de lo anterior, también es una realidad que un importante número de votantes no se ubica claramente dentro del eje, al menos no de forma consistente, y si bien no es un fenómeno masivo, sí podemos encontrar quienes sufragan en una elección por un candidato que representa hacia un sector político y en la siguiente por otro que se encuentra en la vereda opuesta. Incluso en un mismo proceso eleccionario donde se debe escoger más de un cargo, hay electores que no tienen ningún problema en ejercer lo que se llama el “voto cruzado”.
- Esto obedece a un proceso de desideologización presente a nivel general en todas las sociedades del mundo, el que se ha ido dando de forma paralela a un incremento en la valorización del perfil, características y experiencias de los candidatos –independientemente de la ideología que representan– como fundamento del voto entre muchos ciudadanos al momento de ejercer su opción.
En consecuencia, al margen de la liquidez que el eje izquierda-derecha supone hoy en día, en los procesos eleccionarios es un hecho que éste existe y que, de nuevo, salvo los candidatos populistas, la gran mayoría de quienes postulan a un cargo de elección popular se ubica de forma explícita en alguna parte al interior de ese espectro.
Por lo mismo, si bien debemos asumir que del apoyo a uno u otro candidato o candidata no se puede establecer de manera automática una adscripción militante a la ideología que éste representa (es una realidad que, por apoyar al candidato de la coalición Apruebo Dignidad, un adherente no tiene por qué definirse necesariamente como una persona “de izquierda”), no se puede desconocer que tanto las propuestas que Gabriel Boric representa son las que tradicionalmente se han identificado con el ideario de izquierda como las que Sebastián Sichel hoy hace propias son las posturas respaldadas por todos los centros de estudios que han defendido siempre las ideas de derecha.
Lo anterior nos sirve para contextualizar esta reflexión originada en el hecho relatado al inicio. Boric es un tipo de izquierda, sus ideas son de izquierda y hoy concita de manera incipiente el apoyo de algunos emprendedores (no necesariamente personas de izquierda), lo que crispa los ánimos de una evidente mayoría de emprendedores que sostiene que su opción laboral (porque el emprendimiento no es otra cosa que una opción laboral) solo resultaría consistente con las políticas tradicionalmente defendidas e implementadas por los partidos de derecha. ¿Por qué?
En primer lugar, aparece la profunda penetración que el capitalismo ha tenido en una gran parte de la población nacional, estableciendo una clase media que Carlos Peña ha denominado como “winner”, es decir, con una tremenda valorización del esfuerzo individual, pero sobre todo apego por los resultados que ese esfuerzo les ha producido. Es decir, el acceso a bienes de consumo que una vez que son poseídos requiere que sean protegidos. Y nada mejor que los candidatos de derecha para ese fin. Pues bien, mucha de esa clase media ha surgido justamente gracias a iniciativas emprendedoras, las que sin duda han ofrecido expectativas de progreso personal (material) muy superiores a las posibilidades que resultarían del ejercicio del empleo dependiente.
Ahí la relación es clara. La épica del self made man tan propia de la cultura norteamericana se ha hecho carne en un importante segmento del mundo emprendedor que, alejado de las lógicas de la colaboración, la búsqueda del bienestar común y la creación del valor compartido, que se pregonan en múltiples actividades destinadas a los nuevos desarrolladores de negocios, se mueven fundamentalmente detrás del progreso económico individual (o familiar) el alcance de lo que ellos o ellas conciben como “el éxito” y en el más representativo de sus clichés: la aspiración de algún día poder sacarse la foto con un auto deportivo o en la terraza de un departamento en condominio con laguna artificial.
En otra perspectiva, un importante segmento emprendedor (quizás mucho menos estudiado) tiene origen en la gran influencia que el mundo evangélico ejerce en importantes sectores populares y de clase media en nuestro país. No es un gran descubrimiento la relación entre el calvinismo, la ética del trabajo y el progreso personal presente en la Fe Evangélica y ese mundo es un importante semillero de emprendedores de base, que justamente a partir de su formación religiosa (y de las redes de contactos originadas desde sus cultos) ha encontrado un entorno muy fructífero para la iniciativa privada. Aquí, la relación con las ideas de derecha no proviene necesariamente desde la adscripción a la teoría económica o ideológica, sino en lo fundamental desde la perspectiva valórica que guía la vida de muchos de estos emprendedores, la cual se asocia regularmente a posturas conservadoras, las cuales se distancian de las visiones de izquierda.
Y, en un tercer ámbito, encontramos la relación entre los emprendedores surgidos desde su capital social y cultural (colegios, universidades, relaciones familiares y sociales), ampliamente determinado por su origen socioeconómico y pertenencia de clase. Lo cual, por razones que trascenderían la extensión que esta columna intenta explicar, condiciona en una correlación cercana al 80% su adscripción a las ideas de derecha. Aquí el emprendimiento u otra opción laboral resulta casi irrelevante. La posición política no proviene desde lo que se hace, sino desde dónde se pertenece.
Si nos remitimos a lo ya descrito, resulta un hecho evidente que desde la perspectiva demográfica (pertenencia o referencia de clase), cultural (construcción de su propia identidad y ejercicio de aspiraciones) y valórica, una gran parte de los emprendedores en nuestro país son efectivamente personas de derecha (o que votan de manera habitual por los candidatos vinculados a los partidos de derecha). Esto querría decir que la disposición a descubrir oportunidades para desarrollar nuevas o mejoradas soluciones para problemas conocidos, aspirando a crear valor para segmentos específicos de mercado e implementar modelos de negocio que resulten comercialmente eficientes y económica y socialmente rentables (lo que es emprender), ¿es patrimonio exclusivo de quienes defienden preferentemente el “orden y progreso”?
Analicémoslo. En primer lugar, desde la perspectiva sólo demográfica (reseñada antes) en las sociedades latinoamericanas, por y desde su origen, hay una importante desviación estadística en la relación entre la clase social y adscripción ideológica respecto a los países desarrollados. Es decir, el hecho de que en nuestro país la inmensa mayoría de las personas de clase alta (y de aquellas que aspiran a serlo) voten consistentemente por la derecha no tendría por qué ser visto como lo lógico o lo previsible. Por ejemplo, en la última elección presidencial en los EE.UU. la gran mayoría del voto de Trump provenía de los sectores más pobres del país, mientras que el voto a Biden era mayoría en muchos de los sectores más acomodados de California o Nueva York.
Este sesgo cultural tan propio de nuestra sociedad determina tristemente que en Chile la inmensa mayoría de los empresarios sean personas de derecha, y muchos de extrema derecha, lo cual no ocurre en una proporción equivalente o cercana en los países desarrollados. Por otra parte, es un hecho que tras las dinámicas del emprendimiento (especialmente de los emprendimientos dinámicos o de alto impacto) hoy subyace también una nueva forma de hacer empresa, donde la creación de valor no se remite sólo a lo económico, sino también a lo social y lo medioambiental. El concepto detrás de las empresas “B” justamente da cuenta de lo anterior.
Esos valores tienden más a asociarse con las lógicas y comprensión del quehacer político y económico vinculadas a las posturas de izquierda que a las de derecha.
La opción de crear e implementar empresas que, mediante las fuerzas del mercado, busquen dar respuesta a problemas sociales y/o ambientales de las comunidades en las cuales las propias empresas se encuentran insertas se acerca mucho más a una interpretación socialdemócrata de la realidad que al ethos cultural neoliberal que regularmente concibe y practica los derechos sociales como asistencialismo o incluso caridad.
En otra dimensión, el emprendimiento también ha resultado ser una experiencia más democrática e integradora que una serie de propuestas y promesas ideológicas del pasado. Un concepto que promueve y facilita no tan solo una incipiente movilidad social, sino también, una mucho mayor equidad en el rol que las mujeres desempeñan en esta esfera, tanto a nivel del desarrollo de iniciativas como de las responsabilidades estas que ejercen dentro de ellas. En esta perspectiva, el emprendimiento también representa metas y objetivos más cercanos al ideario transformador de la izquierda que a las posturas más conservadoras del status quo, presentes en la derecha.
Lo anterior, sumado también a un cambio generacional y de miradas respecto al mundo del trabajo y del hacer empresa (mucho más centrado en el crecimiento personal y en la relación del individuo con su entorno que en el económico), nos permite estar optimistas respecto a que en un futuro cercano los sueños de una sociedad más justa, más inclusiva y más digna que hoy representa la candidatura de Gabriel Boric sean también adoptados por cada vez más emprendedores y futuros empresarios en nuestro país.