El mar y el delirio del almirante
El almirante, edecán de Pinochet, quiere redactar la nueva Constitución y aportar en materia de derechos humanos al país. Nuestros familiares naufragaron en un viaje sin retorno y permanecen silenciados en el fondo del mar. El mismo mar que el almirante admira y navega.
Es tan rudo el contenido de esta columna que no puedo sino dar respiro al lector intercalando versos de la poesía de mi amigo Patricio Rojas, chileno que nunca ha olvidado ni superado el lanzamiento de sus amigos al mar. No se sabe cuántos, pero muchos chilenos y chilenas, entre ellos niños y niñas que no alcanzaron a nacer, viven en el fondo del mar; van y vienen de ola en ola, de corriente en corriente, entremezclados con el alga navegan entre soles y estrellas de mar. Embellecen y hacen brillar el azul de nuestras costas. De vez en vez construyen castillos de arena con sus nietos e hijos pequeños. Seguirán jugando con los niños y niñas de infinitas generaciones.
Luciendo escafandra de luz, allá vas, Eliana, Horacio, Bárbara, Manuel. Las algas te dejan pasar y los peces curiosos te vienen a visitar...
El almirante quiere redactar la nueva Constitución y aportar en materia de derechos humanos. Si el almirante en una especie de delirio insiste en ello es porque en Chile la impunidad ha sido un delirio institucionalizado, como dijera mi amiga Licha, hija de Fernando Ortiz, también lanzado al mar, “en nuestra sociedad –en democracia– la impunidad pasó colada”. Se construyó Punta Peuco –el diseño perfecto–, cancha deportiva, pequeñas cocinas, hall individual, dormitorios dignos y confortables; 40 agentes de la DINA implicados en el caso del comando que asesinó a mi padre van al mall, al Paseo Ahumada, se suben al metro con nosotros y se bajan en la misma estación; están procesados por el delito de secuestro, apremios ilegítimos y homicidio, están libres esperando sentencia; tenían edades similares a los jóvenes de la revuelta cuando torturaban y desde helicópteros lanzaban chilenos al mar.
Poniéndote tus alas de aeroplano, Jorge Teresa, María Inés, Amador. Volando ahora vas, acortando así distancia entre sueño y realidad…
(Ella era una mujer muy bella; mientras le aplicaban corriente, uno de los agentes fue a buscar un sartén a la cocina y le empezó a dar golpes en la cara… Pedía que la mataran porque su guagua no iba a poder vivir… Cuando murió, y ya le habían inyectado el cianuro, la guagua seguía moviéndose).
Reinalda, Carmen, María Inés, Rocío en primavera, brisa matinal, si polvo eres, en todas partes estarás. Si el fuego te consumió, como el calor, de todas las hogueras brotarás…
(Cerca estaba el que buscaba y sacaba las tapaduras de oro de los detenidos… Nunca olvidaré el olor a la carne humana cuando les quemaban la cara y las manos con un soplete de gasfíter para que no fueran reconocidos… Los detenidos estaban mal, tenían los ojos desorbitados por el dolor, estaban desnudos en el gimnasio, se les había puesto un neumático rodeando el cuello… A veces me tocaba llevarles café y sándwich mientras le aplicaban corriente a algún detenido…). Son algunas de las declaraciones de los agentes de la DINA en un proceso judicial. El Holocausto chileno.
Fernando, Lincoyán, Víctor, en Arica te vieron en la barra de un bar, en Buenos Aires te vieron bailar, surcando aguas dulces y saladas, atravesando estepas y glaciares…
El destino de todos estos detenidos fue el mar. El almirante no secuestró, no torturó, ni lanzó chilenos al mar. Dio un paso adelante cuando hace poco declaró públicamente que en dictadura se atropellaron los derechos humanos. El almirante tiene derecho a ser libre como todos los chilenos, trabajar, vivir con su familia y, en caso de ser culpable, tener derecho a un juicio justo. Pero el almirante en su delirio insiste en redactar la Constitución y aportar al país en materia de derechos humanos.
¿Alguien podría imaginar a un colaborador de Hitler redactando una nueva Constitución después del Holocausto? Muchos dirán que es una comparación odiosa. No es odiosa, antojadiza ni injusta. El almirante no ha sido procesado en ninguna causa de derechos humanos y, por sus funciones como edecán, de seguro debió estar ajeno a las labores represivas. Sin embargo, los colaboradores de Hitler adherían a una ideología que promovió el exterminio de los judíos. El almirante, como colaborador de Pinochet, adhirió a una ideología que promovió el exterminio de los chilenos que pensaban distinto. Los colaboradores directos de Hitler no metían a los judíos en las cámaras de gas, ni eran vigilantes de los prisioneros en los campos de concentración. Eso era resorte de los agentes de la SS. Los colaboradores de Pinochet no ponían a los detenidos en la parrilla, tampoco vigilaban a los prisioneros, ni lanzaban chilenos al mar. Eso era resorte de los agentes de la DINA.
Cristina, Héctor, Martín, que nadie me diga que no estás, desembarcas en El Cairo, aterrizas en Shanghai, en Toronto. Deambulas en Calcuta y por Lisboa. En todas las ciudades brindaste por la vida…
El almirante en entrevista realizada a propósito de los 30 años del plebiscito dijo: “Con los costos que tuvo y con las dificultades que enfrentó (aludiendo a Pinochet), le cambió el destino al país. Y eso me hace a mí ser muy fiel a eso”. Si el almirante quiere marcar la diferencia, tiene que tomar distancia. La orden de lanzar a nuestros familiares al mar la dio su jefe y él fue su hombre de confianza.
Jorge, Teresa, María Inés, Amador, Eliana, Horacio, Bárbara, Manuel, Reinalda, Carmen, María Inés, Armando, Rosario y María: hoy por la tarde me puse tus huesos húmeros, en mi pecho hice latir tu corazón, con tus piernas bajé las escaleras, te instalaste en la mesa de un café…