CRÓNICA| Entre mascarillas y aforo reducido: We Tripantu en pandemia
El We Tripantu o año nuevo mapuche es el día más corto del año, ya que significa el comienzo del retroceso del invierno, por ende, un nuevo ciclo para la agricultura y para la renovación de las energías.
Hace un par de semanas nos llegó una invitación junto a mi hermana para asistir al We Tripantu en una de las ruka de la comuna de la Pintana. Tomando todos los resguardos necesarios debido a la pandemia emprendimos nuestro viaje a recibir este nuevo ciclo el pasado domingo.
Los días anteriores a la fecha acordada fueron para ponerse de acuerdo con los peñis y las lamgien para ver qué cosas llevaría cada quien. Asimismo, el día antes de la celebración las personas invitadas fueron convocadas a izar las banderas alrededor del rewe. Finalmente, para preparar cada ramada que había sido facilitada para las comunidades.
Llegó el día
Este empezó desde temprano y en la mañana más fría del año, pero eso no impidió nada, ya que apenas pasaban las horas y con las diferentes actividades el calor fue llegando de apoco. Entre pasto congelado y fogatas recién prendidas se vivieron las primeras horas de la celebración, donde las comunidades preparaban sus desayunos y así tener la energía suficiente para la rogativa.
Cada persona o comunidad debía llevar alguna ofrenda de comida al rewe, la misma que más tarde sería compartida con todas las personas asistentes. Estas ofrendas se dejaban en una mesa bajo el canelo y si eran bebestibles a los pies del rewe.
Cuando nosotros nos encontrábamos preparando el fuego se nos acercó una lamgien para recordarnos que debíamos utilizar la mascarilla en todo momento y solo podíamos quitárnosla para comer.
Eran alrededor de las once de la mañana cuando se convocaron a las personas para la rogativa. “Vamos a cerrar las puertas. Nadie podrá salir ni entrar mientras dure la ceremonia, ¿alguien va a salir?”, preguntaban los y las encargadas del espacio ruka.
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En filas intercaladas entre mujeres y hombres, que no se podían disolver en ningún momento , escuchábamos atentos las instrucciones de la papay, donde además lamgien y peñis que tocaban instrumentos debían posicionarse detrás de ella. La rogativa duró alrededor de una hora y media. Las personas tomaban su ofrenda y de rodillas comenzaban a pedir sus deseos al rewe. Yo me centré en pedir nuevas energías, fuerza y protección, algo necesario para los próximos meses. Luego de esto todos ofrecían de sus ofrendas y uno debía recibir. El rechazo no era opción.
Bailar como un pájaro
La primera parte de la ceremonia había culminado. Me dirigí a tomar agua cuando mi hermana y una lamgien se me acercan y me dicen “debes bailar el choike purrun”. Para mí todo era nuevo, por ende, estaba un poco confundido.
Rápidamente ambas me comenzaron a explicar en qué consistía ya que debía empezar pronto. “Es un baile donde bebes simular a un pájaro. Tienes que ocupar tu manta. Tómala de las puntas. Nunca la sueltes. No puedes dejar de bailar hasta que paren los instrumentos”.
Me mostraron donde debía ir para partir con el baile. Ahí me encontré con tres peñis más, quienes se habían quitado sus zapatos, se remangaban sus pantalones y utilizaban plumas en sus cabezas. Claramente no tenía toda esa preparación ya que era mi primera vez. ¿Estaba nervioso? Sí. ¿Eso me detuvo en algún momento? Claro que no.
Me sigo preguntando porque de todos los hombres asistentes me eligieron a mí. Aun así, estaba feliz porque me sentía parte de algo que siempre se me negó. El peñi que iba primero me consultó si era mi primera vez y ante mi respuesta dijo “ve detrás de mí y ve como lo hago para que aprendas” y así lo hice.
Los sonidos de los kultrun y las pifilka comenzaron a sonar y el primer peñi salió de la base, rodeaba al canelo hasta llegar donde el público, quienes estaban frente al rewe. Puedo afirmar que fue el ejercicio más difícil que he tenido que hacer en mis 22 años. Este baile debe repetirse cuatro veces seguidas por ende necesitas mucha energía, la cual yo había recibido durante la rogativa.
Cuando finalizó el baile, la papay llamó a los que habían participado para darles su bendición. Nos hicieron lavarnos las manos y la cara con un líquido y además vertieron de este mismo en nuestros pies.
Al terminar, muchas personas me felicitaron por mi choike purrun, algo que me hizo sentir muy bien, ya que durante el baile estaba muy nervioso, porque realmente quería hacerlo bien y al parecer así lo hice.
Finalmente, se convocaron a las personas para dar culminación a la rogativa donde nuevamente se caminó en masa en filas separadas entre hombres y mujeres. Al terminar la papay dio un discurso de agradecimiento y bendiciones en mapudungun.
Cada comunidad se fue a su espacio para almorzar compartiendo comidas y tragos típicos, como sopaipillas mapuche, catutos, muday y más. Por otro lado, las personas iban ramada por ramada entregando alguna comida en forma de agradecimiento. Tal hice yo en conjunto de otra lamgien, llevamos café en grano de trigo natural en bolsitas.
Durante la comida las personas reían, hablaban y comentaban sobre sus vivencias y creencias, mientras los y las niñas jugaban al palin y así seguir manteniendo el calor durante la celebración.
Las horas pasaban y pasaban y las personas compartían entre sus comunidades o con las otras asistentes.
Por primera vez en mi vida me había sentido incluido dentro de una comunidad mapuche. Desde muy pequeño nos han dicho que debemos estar orgullosos del apellido que tenemos, pero jamás se nos fomentó más allá y en lo personal siempre se negó esta cultura por no parecer “lo suficiente mapuche”.
En mis 22 años he tenido que escuchar comentarios como “eres muy blanco para ser mapuche”, “no tienes cara de indiecito”, “no son mapuche porque son de Santiago”. Existe una especie de medidor con el cual nos han estado viendo desde siempre, por lo mismo sentirme parte ha sido difícil, pero definitivamente no imposible. Si bien viví este We Tripantu en pandemia con mascarillas y un aforo reducido, puedo decir en este año nuevo que me siento orgulloso de ser quien soy, del apellido que tengo y del pueblo al que pertenezco.