Maternar en pandemia frente a un gobierno indolente
El tiempo está difícil. Nunca podríamos haber imaginado vivir encerrados por tanto tiempo, en un estado muchas veces angustioso. Personalmente, mis días van entre la ansiedad, el cansancio y la irritabilidad, me siento agotada. Criar sola dos hijos de la misma edad ha sido un desafío y algunas veces una catástrofe. Mis días se pasan en labores domésticas, pataletas de niños aburridos, intentos de sentarlos a sus clases on line y mis propios intentos de poder sentarme a escribir. Sin dejar de mencionar los intentos de ducharme en paz. Hoy me enfrento a no tener mi espacio de tiempo y soledad que se necesita para escribir. Por otro lado, he tirado la toalla con las clases on line, no me da la energía ni el tiempo para sincronizar mis días, sola, sin ayuda de nadie. Muchas contábamos antes con alguna ayuda, que hoy en medio de esta crisis es imposible.
No obstante, me siento privilegiada de tener un lugar cómodo para vivir, recursos para comer y para el bienestar de mis hijos. No puedo dimensionar, lo difícil que está siendo para las mujeres que crían solas en 30 metros cuadrados o muchas veces en viviendas deficientes, en las cuales viven de allegadas… en un país donde el 84% de los padres no pagan pensión de alimentos. O sea, mujeres abandonadas a su propia suerte por un Estado que no existe para ellas y sus problemáticas. Hoy se enfrentan a no tener recursos y a un gobierno indolente que no le importa nada si esas madres pueden alimentar a sus hijos diariamente.
En esta pandemia somos nosotras las que cuidamos a nuestras familias y somos nosotras las que nos vemos más afectadas mentalmente, en una sociedad que nos impuso que podíamos hacer muchas cosas al mismo tiempo y que debemos responder a ser las mejores madres, hermanas, hijas y pareja. Ya en sí eso es un gran peso. Así pues, la crisis sólo deja entrever la injusta realidad de la vida de las mujeres y el abandono que hemos sufrido. Se nos ha obligado en medio de la pandemia a esfuerzos sobrehumanos para sostener esta crisis, donde los ricos se hicieron más ricos y los pobres más pobres, lo mismo de siempre, y en el caso de las mujeres es aún mayor la precarización de sus vidas.
Además de indignarnos con esta realidad, nos debe fortalecer nuestro compromiso como defensoras de los derechos humanos para seguir luchando por nuestra dignidad. Nuestras voces han sido históricamente silenciadas e invisibilizadas y hoy estamos viendo la consecuencia de aquello. Donde la historia una vez más nos absorbe y nos abandona, frente un gobierno que parece no importarle nada por cuidar el bolsillo de unos pocos. Esos pocos que se han enriquecido siempre a costa de nuestro trabajo, sudor y lágrimas.