OPINIÓN | Día de la Madre Tierra: ¿Somos una especie sin límites?

OPINIÓN | Día de la Madre Tierra: ¿Somos una especie sin límites?

Por: El Desconcierto | 22.04.2021
Decir que solo tenemos un planeta y que debemos ajustarnos a lo que es capaz de proveernos no es “hippismo”, por el contrario, es comprender la esencia básica de que, a pesar de todo el desarrollo humano científico-tecnológico, tenemos un límite físico concreto y real a lo que hacemos.

En abril de 2009 la Asamblea General de Naciones Unidas aprobó una resolución para designar el 22 de abril como el Día Internacional de la Madre Tierra, reconociendo en ella que nuestro planeta y sus ecosistemas son nuestro hogar y que para avanzar como sociedad es necesario promover la armonía con la naturaleza. Asimismo, reconoce que el término “Madre Tierra” es utilizada por diversos países y regiones demostrando la interdependencia entre el ser humano, las demás especies y el planeta.

Sin embargo, día a día, año a tras año, seguimos profundizando una relación global destructiva con el entorno que nos rodea. La crisis ecológica y climática que vivimos es consecuencia de las formas dominantes de apropiarse de los recursos que la naturaleza nos provee sin tener en cuenta – gran parte de las veces - los impactos ecosistémicos y sociales generados.

Según datos entregados por IPBES en 2019: En los últimos 50 años, la población humana se ha duplicado, la economía mundial se ha multiplicado casi por 4, mientras que el comercio global lo ha hecho por 10. El incremento en la capacidad de producción, y considerando que la recuperación del planeta es básicamente la misma, hemos aumentado la demanda de energía y materias a expensas del mismo sistema que los provee. Una relación así no puede tener una real proyección a largo plazo, los ritmos antrópicos superaron los tiempos naturales que los sustentan.

Decir que solo tenemos un planeta y que debemos ajustarnos a lo que es capaz de proveernos no es “hippismo”, por el contrario, es comprender la esencia básica de que, a pesar de todo el desarrollo humano científico-tecnológico, tenemos un límite físico concreto y real a lo que hacemos, proyectamos hacer y cómo decidimos hacerlo. Dicho de otra forma, en lógicas de administración básica, si usas más de lo que tienes, te quedarás sin nada (o peor, te endeudas); y nunca está de más recordar que no hay planeta B.

A veces pareciera que la evidente interdependencia que tenemos con el planeta que nos alberga es algo ficticio, y que como especie podemos continuar destruyéndola sin sufrir consecuencias. Según el mismo reporte de IPBES, factores humanos han alterado considerablemente la naturaleza en la mayor parte del mundo, impactando el 75% de la superficie terrestre, y en términos oceánicos, cerca del 66% de su superficie experimenta efectos acumulativos nocivos. Estos datos nos dan luces de la magnitud de nuestro impacto como especie en el planeta durante el último medio siglo y también, nos hacen un llamado urgente a repensar esta relación. La biodiversidad de este único planeta continuará sin mayores problemas si nosotros dejamos de existir, pero nosotros –como especie humana- no podemos continuar sin toda la maravillosa y aun no totalmente comprendida diversidad biológica que nos mantiene, sus relaciones y los ciclos biogeoquímicos que nos proporcionan el soporte vital.

En este sentido, además de los intentos y esfuerzos por proteger mayores superficies de la tierra y el océano, siguiendo además dicha protección aspectos cualitativos, es necesario dejar un poco de lado la soberbia humana y no querer inventarlo todo. La evolución y la vida llevan miles de millones de años ocurriendo y desarrollando mecanismos en que nada se pierde, no existe en la naturaleza la basura ni los desechos “inservibles”. Si realmente somos la especie inteligente y civilizada que queremos creer que somos, deberíamos tomar esto como una base esencial de nuestro modelo económico y dejar de explotar linealmente un sistema cíclico cerrado.

Por supuesto que hay soluciones humanas que han hecho frente a problemas que hace años eran impensables, desde el resfrío común hasta orbitar la tierra; el asunto es analizar qué motivación está detrás de los avances. Se desarrollan tecnologías e innovaciones para el bienestar colectivo, o para seguir concentrando el poder y riquezas en un pequeño grupo de personas a expensas de la explotación de muchos.

Si se hace por el bienestar colectivo, ¿Por qué aun no superamos la pobreza o el hambre mundial? Si se hace para continuar la injustica social y destrucción ambiental ¿Por qué lo permitimos? Del mismo modo, muchas ocurrencias tecnológicas que vienen a presentarse como soluciones mágicas a los problemas actuales son inciertas en sus motivaciones últimas, ya que finalmente, la insensata ejecución de ideas o aplicaciones como la bioenergía con captura y almacenamiento de carbono (BECCs por sus siglas en inglés), la biología sintética o la explotación minera en aguas internacionales – entre otros ejemplos-  no nos conducirán a una relación más armónica con el planeta, sino solo a persistir en la idea de dominio y explotación de nuestra “Madre Tierra”. No es posible pensar que nos relacionaremos de una manera distinta con el planeta en un futuro, ni a corto, mediano ni largo plazo, si actualmente no se cambia la forma de concebir la naturaleza y la esencia de nuestra relación con ella.

En este día de la Madre Tierra, extiendo esta invitación a la reflexión, desde las esferas, competencias y capacidades de cada uno, sobre los impactos irremediables que hacemos sobre nuestra Madre, y si es el camino que queremos continuar perpetuando como la especie – supuestamente – consciente que somos, o si es momento de comenzar a reconocer y vivir acorde al hecho de lo interconectados y dependientes que intrínsecamente estamos al resto de las especies y los límites planetarios que nos enmarcan.

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