Carol Hullin, de La Legua al Banco Mundial: "Cuando se hace negocio con la pobreza, no quieres que ese negocio termine"
La de Carol Hullin es de esas historias de vida extraordinarias. De aquellas que se recuerdan por su asombro y excepcionalidad. Nació en La Legua y pasó parte de su infancia en La Florida y San Bernardo. Sabe (y no olvida) que es pasar hambre, frío y no tener acceso a los servicios básicos. Vendió dulces en las micros y también fue víctima de la delincuencia. Su gran oportunidad llegó a los 21 años, cuando un tío que vivía en Australia le mandó un pasaje y la invitó a comenzar una nueva etapa lejos de todo lo que hasta entonces había conocido.
Hoy Carol Hullin tiene 51 años. Es madre y doctora en informática en salud y tiene un posdoctorado en Inteligencia Artificial. Ha trabajado para el Gobierno Australiano en el desarrollo del primer centro de informática clínica del país y como consultora del Banco Mundial para mejorar el acceso a la salud de los más pobres. En Chile, ha sido asesora del Ministerio de Educación y fue la primera decana de la Facultad de Ciencias de la Salud en la Universidad Católica de Temuco. Volcada de pleno en el proceso constituyente, con el que se muestra muy esperanzada, dice sentirse en paz consigo misma, "en una plenitud absoluta" y "enormemente agradecida".
Desde el otro lado de la pantalla, a las 9 de la mañana de un sábado (cuando en Chile aún son las 7 de la tarde del viernes), Hullin atiende a El Desconcierto para compartir su historia –que mantuvo en reserva durante mucho tiempo– y con la que ahora quiere inspirar a otros: "Hay forma de salir de la miseria, con educación y la mente y el corazón sanitos". En 10 años más, aspira a llegar a la Presidencia, la primera de una mujer procedente de un pueblo originario –es aimara– e independiente de los partidos: "Los chilenos y chilenas van trabajar para que yo pueda ser su voz de verdad".
[caption id="attachment_649284" align="alignnone" width="960"] Foto: cedida[/caption]
¿Dónde y cómo ha vivido la pandemia?
Me pilló en Australia. Tenía viajes de retorno a Chile porque estoy participando activamente en el proceso constituyente. Como me dedico a la salud digital, he podido dar atención desde Australia, directamente, a varias regiones de Chile, y crear plataformas para rescatar a las personas que no tienen acceso fácil a la salud en el Centro de Innovación Digital Latinoamericano de Temuco. En este tiempo he comprobado todos los marcos científicos y tecnológicos que he trabajado durante 25 años. Estamos en una crisis global, colapsamos un paradigma que ha destruido nuestra ecología y mediante la tecnología hemos podido recuperar nuestra propia dignidad.
¿Qué le parecieron las medidas adoptadas durante la pandemia en Chile?
Se ha demostrado que, a nivel mundial, invirtiendo en las instituciones y no en las personas, el sistema colapsa, como en Brasil y EE.UU., donde ha habido más contagios. Hay que invertir en las personas, como en los modelos de Australia o Nueva Zelandia. Hay que invertir en el propio cuidado de la persona, más telemedicina, telesalud, telerehabilitación. Todo eso logró frenar los contagios. En Chile tenemos grandes científicos que saben esto, pero nuestras estructuras públicas no tienen esta comunicación con la sociedad civil. El poder de cambio para el Covid-19 no puede venir del Gobierno, viene de las personas, del autocuidado, y recae en la atención primaria. Sin embargo, la inversión por años ha sido de 8.500 pesos [per cápita] a la atención primaria y 20 millones en una cama crítica. Estamos comercializando la salud desde hace décadas. El Covid-19 solo demostró lo mal preparados que estamos como ciudadanos para cuidar nuestra propia salud.
¿La telemedicina y la telesalud son el futuro para esa estrategia de autocuidado y prevención?
Es diferente: la telemedicina es la respuesta de los hospitales, pero la telesalud es la respuesta de la prevención. Las isapres venden la pomada de la telemedicina, pero la telemedicina vende la salud. Lo que necesitamos es telesalud y eso significa que pagamos por mantener a las personas sanas, te pagamos por estar en la casa, te pagamos para que vayas al gimnasio. Son ese tipo de incentivos que en Chile no existen, pero en Australia sí. Es mucho mejor mantener una persona sana que enferma, es más caro mantener una persona diabética que prevenir con actividad física. Es más sano regalar una bicicleta que utilizar el auto a cada rato para trayectos cortos. Esas son mediciones económicas que tenemos muy claras desde hace años, pero cuesta mucho implementarlas porque cuando se hace negocio con la pobreza, no quieres que ese negocio termine. En Chile la droga da más plata que tener una mamá cuidando a un niño o que tener un trabajo digno. Hay que cambiar el enfoque.
Hace pocos días la CEPAL publicó un informe que arroja que Chile es el segundo país de Latinoamérica, después de Uruguay, donde ha habido menos aumento de la pobreza en 2020. ¿Qué realidades invisibilizan las cifras macroeconómicas?
Eso nos viene pasando desde hace años en Chile. Es como lo que ocurre en cualquier familia, cuando observas un matrimonio casado, con cinco niños que van al colegio, pero cuando entras a la casa ves que le sacan la chucha todos los días a la señora y los niños tienen una pésima actitud. Cuando visitas los países latinoamericanos, no puedes negar el desarrollo social y el progreso que existe en Chile, pero también gracias a ese progreso y desarrollo social hemos matado la dignidad de cada chileno y chilena.
Para usted la salud y la educación son dos pilares de la prevención, que antes mencionaba, para transformar el modelo. ¿Qué cambios concretos podrían aplicarse en estos ámbitos a través de la inteligencia artificial?
Cuando garantizas un entorno hacia la salud hay menos posibilidad de enfermarte. Si tienes acceso a un buen parque, al aire no contaminado y a un buen ecosistema, no te enfermas tanto. Por ejemplo, yo vivía en Temuco, con aire contaminado. A las personas que le hablaba en la calle decían ‘no, si eso pasa todo’. Naturalizan el abuso, el abuso enfermante y el tener una calidad de vida pobre. Chile está enfermo porque los poderes en los que hemos confiado nos han abusado. Hemos confiado en la Iglesia y nos ha abusado; hemos confiado en las instituciones públicas y nos han robado; hemos confiado en la autoridad local y esta se acomoda con su familia. Por otro lado, si no tienes educación, lo más probable es que seas violento porque la ignorancia es violenta. Nadie elige ser ignorante. Esa es la diferencia con Australia.
¿En qué sentido?
Yo llegué allá siendo ignorante, muy muy carente, pero había educación accesible a todo el que quiera. La brecha comunicacional y sanitaria en Australia disminuye porque te hacen sentir importante, el sistema te da un trato digno. La educación no sucede en la escuela, sino en un proceso íntimo del ser humano donde hay herramientas concretas. En la Constitución chilena no existe la palabra aprendizaje y eso da susto porque no ratifica la dignidad humana. En Chile la educación es un negocio y, cuando es así, si no tienes una cuenta bancaria, no tienes acceso a buena información, ni a buena salud, ni a buena educación. Además, si el 72% de la actividad económica productiva de Chile no tiene formalidad con el Estado, significa que nos cagan a todos porque el Estado somos todos. No se invierte en industrias femeninas como la salud y la educación. El cuidado procede de las mujeres. La educación está formada en su mayoría por mujeres, pero no les pagan bien. La salud, la vacunación, toda esa máquina, son mujeres en su mayoría. Yo no necesito ser feminista para darme cuenta de que no me valoran, no necesito ir a destruir una sede para decir que estoy aquí; no necesito atacar al gobierno, a los poderes fácticos porque ellos siguen siendo seres humanos, chilenos y chilenas.
[caption id="attachment_649286" align="alignnone" width="720"] Foto: cedida.[/caption]
"Propongo mi gobierno para 2030"
En la entrevista el matinal de CHV, mencionó que después de su experiencia de vida en La Legua, al salir de la población, detectó una suerte de “trauma”. ¿A qué se refiere?
A mi, ser madre, me cambió la perspectiva. Yo nunca había tenido la idea de formar una familia porque siendo catequista veía que había mucho sufrimiento humano y pensaba para qué causar más dolor. Pero luego, cuando me dediqué científicamente a analizar qué le hace daño al humano, me di cuenta de los efectos del entorno. ¿Quién elige ser pobre, violento o ignorante? Nadie elige eso. Cuando uno reconoce sus propios traumas, también reconoce un camino de sanación. Para mí, fue súper importante reconocer que el entorno donde yo nací, donde había violencia, drogas, alcohol y desesperanza, ha sido un empuje muy hermoso para ser feliz. Mis parientes [de la Legua] son mi inspiración, tienen los mismos sueños que el resto. Yo hablo de mi trauma para inspirar a los miles de personas que me escribieron de que hay forma de salir de la miseria, con educación y la mente y el corazón sanitos.
Ud. llegó a Australia gracias a la invitación de su tío, que fue una oportunidad. Si no hubiese recibido esa invitación, ¿cree que habría podido llegar donde está hoy? Se lo pregunto para abrir el debate sobre la meritocracia.
Tienes razón en eso. No puedo irme al pasado [para saber qué habría ocurrido]. Si no me hubiese resultado el pasaje a Australia, yo estaba pidiendo permiso para irme a España; creo que igual hubiese viajado al mundo. Creo que todo ser humano está destinado a hacer grandes cosas. Eso quizá significa tener tu campo, criar a tu familia y ser feliz, o también puede ser lograr un tipo de autonomía para tu vida. La plenitud puede tener varias formas. En mi caso, debo reconocer que he sido una mujer de fe y siempre he declarado que estoy para hacer grandes cosas, eso lo supe de muy chiquitita. Mi voz siempre me lo decía. Hay personas que le llaman religión, otras le llaman conexión con el universo, otras le llaman yoga. Pero lo que sí sé es que estoy destinada a dar paz y amor, sin destruir lo que tanto nos ha costado construir como seres humanos.
¿En sus viajes a Chile, observa diferencias entre el país (y la población, La Legua) que usted dejó y el actual?
Hay diferencias en todo el país, pero hay un patrón bastante fuerte de validar comportamientos destructivos, más que validar comportamientos constructivos. Hay que ser asertivos y creativos para buscar alternativas. Hay que humanizar los nuevos paradigmas para que la gente no termine en las cárceles ni en hogares de menores, donde un 53% de ellos va a ir a la cárcel. Quienes sufren ahí son las madres, hijas, hermanas, que asumen ir de visita a la cárcel constantemente. Para eso hay que invertir en la prevención, quitarle el negocio de las drogas al narco y fortalecer el rol de la familia, de la honestidad. Hay que hacer responsables a las distintas entidades involucradas en el bienestar humano.
¿Y dejar de enfocarse sólo en el discurso de la seguridad?
Sí, pero si te dieron una encerrona, si vives en una comuna donde tienes que poner protecciones o contratar guardias de seguridad, o si cuando vas al aeropuerto y te pueden asaltar, si vives eso, ahí estás dando una opinión desde el miedo. Entonces no puedo culpar a los políticos por eso porque ellos tienen miedo, están con el poto en la mano. ¿Por qué le pedimos respuestas a una clase política que tiene miedo? Hay que generar confianza en el entorno y al niño que anda asaltando decirle: ‘mi amor, no desespere, es mejor vender empanadas, por último, pero no creemos más terror porque nos quieren cagaos’.
¿Sigue con la idea de mantener una candidatura presidencial para 2030?
Sí, hoy me siento que estoy trabajando con la comunidad y veo esta carretera por la que pasan autos a 200km/h y yo no puedo cruzar porque me matan. Pero yo digo que la carretera de tierra también sirve para llegar al final. El 2030 –no solo yo– los chilenos y chilenas van a estar trabajando para que yo pueda ser su voz de verdad. Es un proceso colectivo, tecnológico, científico-social, científico-político, científico-jurídico. Yo tengo sangre aimara y, por eso, propongo mi gobierno para 2030 con el principio fundamental de reconocer a los pueblos nativos como solución a la existencia humana. Sobre todo, el rol de la mujer porque en todos los pueblos nativos la mujer es líder, aunque lo que cuenta la historia es otra cosa porque quienes la escriben son los hombres.
¿Se presentará con algún partido de los que existe, con partido nuevo o como independiente?
Con un partido no, tendría que ser una estúpida. Mi actual evidencia científica-política apunta a los movimientos sociales. Yo no me puedo casar con un partido porque fragmentaría mis propios valores. Conozco la izquierda y la derecha y viví el hambre del poder sin la dignidad humana. Soy totalmente autónoma y, si alguien me quiere comprar, no estoy disponible en el mercado.
Sería la primera presidenta de origen indígena y además independiente que llega a la presidencia.
Así es, y voy a necesitar un gran poder de colaboración, de inclusividad, de respetar al otro, porque así se construye un país, donde todos importamos, independientemente del color.
"La sociedad civil tiene la respuesta, no la clase política"
¿De qué forma participa en el proceso constituyente?
En el Senado no dejaron participar al millón de chilenos que vivimos en el extranjero. Nunca decretaron el distrito 29 y ahí quedé plop, hasta lloré. Pero hablé con mi equipo chileno y les conté. Y salió otro plan: ‘por qué no nos vamos nosotros como constituyentes’, y así partió www.eligeindependiente.cl. Hay 153 candidatos y candidatas en todo Chile y todos los días hacemos transmisiones en Facebook a las 22h. Tenemos abogados, ingenieros informáticos, profesoras de escuelas rurales, mapuche, aimara, personas que ni la televisión ni los medios tradicionales les dan espacio.
¿Tiene esperanza en el proceso constituyente?
Tengo mucha esperanza y confianza. Aunque falle, lo intentamos. Ha sido un proceso de aprendizaje muy profundo. He hecho un magíster en Derecho y he tenido el privilegio de pasearme desde la derecha hasta izquierda y el centro. Mi discurso es bastante equilibrado: entiendo a la derecha y a la izquierda y las respeto, pero siento que la sociedad civil tiene la respuesta hoy, no la clase política. Veo esperanza y sobre todo con el rol de la mujer, tenemos 50 y 50 y esto me emociona mucho, me entusiasma. ¡Haría una fiesta, aprovechemos!