OPINIÓN | Pandemia, derecho a la ciudad y nueva constitución
Desde el comienzo de la pandemia de COVID-19 que el actual gobierno no solamente ha tomado medidas sanitarias erráticas y más centradas en la mantención de la economía que en los requerimientos de salud de la población, sino que además ha aprovechado las circunstancias para ejercer medidas de control social que han convertido en verdaderas violaciones al derecho a la ciudad.
De este modo, amparado en el discurso de la prevención de los contagios, el gobierno ha mantenido un toque de queda sin ninguna justificación ni demostración de sus resultados, ha justificado la represión y detenciones a manifestantes y ha limitado la vida colectiva con cuarentenas semanales que han impedido el uso de parques y plazas, así como la realización de actividades artísticas, políticas y culturales.
Así, nuestras ciudades se han transformado en espacios destinados a la reproducción capitalista de la vida, donde lo único que se promueve es el trabajo y las condiciones que lo favorecen, como el regreso a clases de las y los estudiantes para así poder disponer de sus padres para el regreso completo a sus labores productivas.
Al mismo tiempo, nuestras ciudades se han convertido en espacios militarizados donde Carabineros ocupa y restringe el espacio público, recurriendo a la violencia y al uso de elementos químicos que afectan significativamente la salud de quienes se manifiestan y de las y los vecinos de los barrios afectados por esta militarización.
Esta transgresión a nuestro derecho a habitar la ciudad, a organizarnos colectivamente, a encontrarnos, a manifestarnos de forma libre en los espacios públicos, a compartir las artes, las áreas verdes y la naturaleza, y a gozar de un entorno seguro, amigable y libre de contaminación no comienza con la pandemia, sino que es una de las tantas herencias de la imposición dictatorial del neoliberalismo y de su ampliación y consolidación durante los gobiernos post-dictatoriales.
Esto responde a una manera economicista y autoritaria de concebir la ciudad y sus formas de habitarla, la cual sin embargo ha sido resistida por las comunidades, los pueblos y las organizaciones y movimientos sociales, a través de nuevas formas de habitar y transitar por la ciudad, de convivir y de auto-organizarse.
Sin embargo, la resistencia no es suficiente. Dado el proceso constituyente en curso, en que se elaborarán las bases de la convivencia social de los próximos años, debemos asegurar el derecho a la ciudad y sentar las bases de modos de gestión de las ciudades que sean sostenibles, comunitarios y que permitan afrontar los desafíos propios del cambio climático, producto de la intensificación del extractivismo, y de las transformaciones de la vida cotidiana propias del siglo XXI. La ciudad debe convertirse en la territorialidad donde plasmar nuestros horizontes de vida más allá del capitalismo.