Feminismos: el camino hacia un proceso constituyente revolucionario
La revuelta popular ha devenido en diversos cambios tanto culturales como políticos e incluso normativos. El comienzo de un proceso constituyente a raíz del llamado a plebiscito en octubre del año pasado es una expresión del poder constituyente originario y de cómo la soberanía ha regresado al pueblo, manifestándose en las calles, siendo los movimientos feministas claves en la manifestación del poder constituyente originario.
El primer hito post 18-O fue el fenómeno de LasTesis y su intervención “Un violador en tu camino”. La canción, que se transformó para muchas en un himno, es la reivindicación de la soberanía sobre las mujeres, sus cuerpos, derechos, libertades y trato digno e igualitario. Entonces comenzamos a organizarnos, nos unimos, nos cuidamos entre nosotras. Pero también nos dimos cuenta de que era necesario que se nos reconocieran nuestros derechos, que un proceso constituyente sólo podía llevarse a cabo con una perspectiva feminista. Y, en este sentido, con el poder constituyente que ejercimos en las calles, mediante el movimiento popular, estamos deconstruyendo las actuales normas constitucionales e impulsamos una reforma constitucional, la que fue aprobada en el Congreso, siendo la votación de los parlamentarios la formalización del poder constituyente originario feminista. El mismo fenómeno sucederá cuando elaboremos el nuevo texto constitucional, que estará empapado de un enfoque de feminista sin limitarse a una norma o un capítulo, sino que atravesando todo el texto y estructura constitucional.
Lo que distingue a los feminismos es su vocación transversal de forzar los paradigmas disciplinares tradicionales. La movilización feminista, y su expresión cultural, están derribando los paradigmas existentes, atravesando todos los planos de una coyuntura social. Entendemos que el derecho es insuficiente para afirmar plenamente la igualdad femenina, ya que estructuralmente es incapaz de dar cuenta de la diferencia de sexos, por la historia y lógica que lo subyace. Sin embargo, hoy la historia se está reescribiendo y, desde la norma fundamental hacia abajo, rearticularemos el lenguaje jurídico, las demandas sociales, e incluso deconstruiremos la estructura del ordenamiento jurídico actual, poniendo así término a la cultura patriarcal.
En este sentido, el rol del feminismo debe ser estratégico y así lograr ganar los espacios y avanzar. No se debe confiar cien por ciento en la paridad o en las cuotas dentro de un proceso constituyente, sino que hay que elaborar un plan donde los distintos tipos de feminismos sean escuchados y representados en el texto constitucional porque, de lo contrario, se estaría segregando y discriminando a las minorías, lo que atenta contra uno de los pilares del movimiento feminista que surge a consecuencia de la opresión que sufren las mujeres por el sistema patriarcal. Es importante ver en este proceso una oportunidad para cambiar las cosas. Debemos reconocernos entre nosotras, la diversidad que existe, y cuánto tenemos para aportar.
El segundo hito en el camino a la Convención Constitucional fue el 8 de marzo de 2020. Cientos de miles. En Santiago, una Alameda absolutamente copada de mujeres que se manifestaron en forma pacífica, en una convocatoria que superó con creces las manifestaciones realizadas en años anteriores. La línea 1 del metro atiborrada de mujeres. Nuestros cuerpos chocaban unos con otros aplastándonos contra las puertas. Fusionando nuestras pieles en una sola cuerpa, una sola marea que se movía de forma armónica, al compás de un límite que quedaría grabado a fuego desde aquel día: NO; No es No; ¿Qué parte no entendiste: la N o la O?
Mujeres de todas las edades llenaban la Alameda con cánticos. Pechos al aire, pañoletas verdes y moradas, lienzos, banderas, música y resistencia. No éramos miles, ni cientos de miles, éramos millones. Esa cifra, en ese instante, nos pareció infinita como la agitación de la bandera de la jineta de Plaza Dignidad. Valientes, unidas, derretidas por el calor, mezclando nuestro sudor con sangre, con lágrimas, júbilo y rebeldía. Concentradas en el corazón de la capital, con casi cuarenta grados de calor, estábamos haciendo resistencia. Las calles, nuestras. El metro, nuestro. Las voces, nuestras. La historia, nuestra.
En el corazón de la movilización se leía en letras blancas desde los cielos la palabra: Históricas. Así, las infinitas mujeres que estuvimos el 8 de marzo de 2020 en Plaza Dignidad y sus alrededores exigíamos el fin de las violaciones a los derechos humanos, que nunca más pretendan acallarnos con las mutilaciones, las desapariciones, las torturas, los abusos, las violaciones, los secuestros, las golpizas y la persecución. Nos dimos cuentas que juntas constituíamos la expresión de una fuerza que llegaría a una Asamblea Constituyente efectivamente popular, plurinacional y feminista.
El tercer hito que marcó la senda a la Constituyente, no fue una conglomeración de cuerpos en Plaza Dignidad, ni una marcha camino a La Moneda: el tercer hito que nos marcó, desde el encierro y la intimidad del hogar, fue: “Tocan a una y nos tocan a todas”. En medio de una pandemia, con Estado de Excepción Constitucional declarado, comunas en cuarentena, toque de queda, y un sinnúmero de limitantes a la movilización de los cuerpos, tomamos nuestras cacerolas y cucharones y nos pusimos a tocar. En cada ciudad de Chile “El violador eras tú” se escuchó más fuerte que nunca. La imagen de una veinteañera que acabó por quitarse la vida luego de haber sido violada puso los cuerpos feministas en movimiento.
En la realidad nacional, hemos visto que la articulación de mayorías está surgiendo desde los espacios feministas, a través de la Asamblea Feminista Plurinacional, la articulación política denominada “Mujeres de oposición”, el trabajo realizado por la asociación de abogadas feministas (Abofem) y la unión de organizaciones sociales y fuerzas políticas alrededor de la Agenda Género Covid, entre otras coordinaciones feministas. Debemos articular una nueva política que tenga por finalidad asegurar el bienestar de los pueblos que habitan en Chile y para ello es fundamental dejar de lado los egoísmos, las cuotas de poder y los fraccionamientos internos de las fuerzas progresistas. Para dar paso a la gran política gramsciana. Las izquierdas debemos articular una política que dé paso a un gran pacto social como objetivo superior.
Las fuerzas políticas progresistas deben ser capaces de canalizar las necesidades de la ciudadanía para lograr un gran pacto social. Creo que ese pacto social surgirá primeramente desde los feminismos, pues han demostrado ser una fuerza transformadora y revolucionaria que ha permeado la política chilena, a pesar de que hoy gobierna la derecha. Gracias a los movimientos feministas se consiguió la paridad para una Convención Constitucional, algo no sólo histórico a nivel nacional, sino también a nivel mundial. Es un gran triunfo, pero también es un punto de partida. Entendemos que el Derecho es insuficiente para asegurar plenamente la igualdad de las mujeres, ya que estructuralmente es incapaz de dar cuenta de la diferencia de sexos, por la historia y lógica que lo subyace. Lo mismo sucede en política. La cultura patriarcal también permea a nuestra forma de hacer política. Los feminismos van a deconstruir los paradigmas políticos, porque han sido la única verdadera fuerza transformadora que ha conseguido cambios significativos.
Hoy la política, desde los feminismos, constituye un canal que permite que las demandas sociales se concreten en propuestas concretas. Hoy, los feminismos han logrado cambiar la norma social en norma jurídica, adelantándonos a un proceso que viene a revolucionar la manera tradicional que existe en nuestro país para dictar nuestra Carta Fundamental. Hoy, los feminismos han demostrado ser los movimientos transversales que convocan a la unidad transformadora y revolucionaria.