Ha recorrido tres cuartas partes del mundo reporteando festivales y eventos de cine. Ha entrevistado a un sinnúmero de directores, productores, actores y guionistas, experiencia que volcó parcialmente en su primer libro de no ficción, Tardes de cine (2012) donde detalló sus conversaciones y el backstage de 14 de sus realizadores favoritos.

Pero Ernesto Garratt no se detuvo ahí y publicó dos novelas de ficción en las que vuelca buena parte de sus vivencias adolescentes y juveniles y que han sido elogiadas por la crítica y el público: Allegados (2017) y Casa propia (2020).

Ahora vuelve a las andadas, dando rienda suelta a uno de los géneros que lo apasionan, la ciencia ficción. Es así que, recientemente lanzó Error de continuidad (Áurea Ediciones, 2021), novela protagonizada por Daniel, un tipo que trabaja como continuista de cine y cuya vida está constantemente al borde del colapso. Sin embargo, de un día para otro, despierta en una realidad totalmente diferente, involucrándose en una serie sucesiva de cambios incomprensibles en el guión de su propia vida.

En su trabajo literario ha desarrollado una ucronía llena de referencias que van desde la Alicia de Lewis Carroll hasta Volver al futuro, donde Santiago es una pequeña y arribista meca con ínfulas hollywoodenses, en un país en que Guillier es presidente, Piñera está preso en Punta Peuco y el DeLorean de Marty McFly es un Hyundai del 98. Conversamos con el autor no solo de libros y cine, sino también de su candidatura a constituyente por la Región del Maule. 

Salvoconducto "cuico"

-En la novela hay una crítica bastante punzante a cómo se desarrolla el cine en Chile ¿Eso lo has vivido directamente en tu carrera como crítico? Porque al menos yo siento que los círculos del arte están a cargo de muy pocas “familias” y los que vienen de abajo no tiene cabida en los sitiales más altos.

-Sí. Tanto en la literatura como en el cine, que son áreas que conozco por diversas funciones que cumplo. Si no tienes un padrinaje o un protectorado cuico, es muy difícil publicar o hacer una película, asumiendo que no dispones de capital para pagar por producir tu obra. Eso no es tan fácil de lograr a menos que tengas espalda económica o vengas de una familia multimillonaria. En general, los directores y las productoras chilenas que conozco, por lo menos hasta hace un tiempo, eran bien jerarquizados desde el punto de vista de la élite, aunque eso pasa en distintas partes del mundo, hay que ser justos. 

Por supuesto que hay realizadores que no tienen dinero, que no se hacen ricos con esto, que son talentosos y tiene discursos muy interesantes, pero en general la hegemonía actual es de personas con mucho dinero, con las cuales no puedes mantener una relación horizontal porque ellos mismos, como buenos representantes de la élite, ejercen el poder de manera vertical. En la literatura pasa lo mismo. Los que trabajan en los grandes grupos editoriales de este país, solo publican a las personas con que han trabajado o a sus amigos. De hecho, dos grandes editoriales a las que quería mandarles mi manuscrito, después de haber publicado una bien criticada novela, me dijeron que por ser yo y porque conocían a la gente con que me relaciono, iban a leerlo. Yo pregunté qué pasaba si lo mandaba de forma anónima, y ellos me respondieron que no leen escritores que no sean conocidos. No te dejan entrar a menos que tengas ese “salvoconducto cuico”.

-¿Es eso un problema que anula nuevas voces, a nuevos escritores? ¿Es pernicioso el sistema de concursos del Estado?

-Lo que me tomo con humor en Error de continuidad es pelar la poca solidaridad que hay entre nosotros. Vemos cómo entra un nuevo aspirante a formar parte de tu círculo y en general, la tendencia que he observado es que en vez de apoyarlo, lo tiramos para abajo, no hay una verdadera y amistosa relación con los nuevos. En el medio literario, yo te puedo hablar muy bien de Francisco Ortega que es una persona que estimula y nutre la llegada de nuevos rostros, pero otras personas no lo hacen y cuidan mucho su nicho. Con eso, puedes ver que la avaricia no es solo criticable en el empresariado y en la élite, sino que también en la gente que tiene cierto poder en la industria cultural chilena. Son “cagados”, poco generosos. 

[Te puede interesar]: LUGARES PROFANOS| De La Piojera al Bar Serena: Tres décadas de cambios en la lógica del enlarge your dick

-¿Hay poca solidaridad, entonces?

-Hay poca solidaridad y ven competencia constante, como en este modelo de los concursos que hace que la gente compita por ese pedacito de plata. Hay poca ayuda entre artistas que estamos en una misma lógica. En mi experiencia, son muy pocos los que te tienden una mano. Si yo no hubiera tenido el “salvoconducto cuico” es muy probable que no hubiera publicado o que hubiera tenido que concursar para hacerlo. Es muy interesante ver cómo en las industrias culturales y de creación pareciera que funcionan de una manera aplicada con frecuencia al perfil social del país, o sea, con pitutos. Y es una pena, porque se supone que en este mundo cultural o de creación, deberías encontrar a personas más pensantes, más generosas. Ese prejuicio de “buenismo” que uno tiene, pero con los años uno descubre que no, que hay gente igual de miserable como en el resto de nuestra vida. Y en Error de continuidad quería hablar y pelar esa experiencia que me ha tocado a mí. Por supuesto, todo parecido con la realidad es mera coincidencia.

Error de continuidad de Ernesto Garratt está disponible en https://www.aureaediciones.cl/