Nuevo estudio revela que faltan conexiones entre las áreas protegidas del mundo
Este reportaje original del medio de noticias ambientales Mongabay Latam fue escrito por John C. Cannon y traducido por Natalia Steckel y es parte de una alianza con Bienes Comunes de El Desconcierto.
Según un estudio reciente, las áreas protegidas del mundo son, en gran medida, un revoltijo de refugios inconexos, separados por la intromisión del impacto humano.
Menos del 10% de estos parques y reservas están conectados por un hábitat intacto, según la investigación, publicada en la revista Nature Communications, incluso cuando existen oportunidades para las conexiones, considerando que más del 40% de la superficie de la Tierra permanece intacta.
“Los hallazgos me conmocionaron enormemente —señala en un correo electrónico Michelle Ward, autora principal del estudio y candidata a un doctorado en la Universidad de Queensland—. Estos resultados [significan] que más del 90 % de las áreas protegidas están aisladas en un mar de actividades humanas. Esto debería servir como llamado de alerta para muchos países”.
Un mapa global muestra la discontinuidad de la red de áreas protegidas del mundo. Imagen cortesía de Ward et al., 2020.
Algunos países han continuado aumentando la proporción de terreno que está protegido. Cuando el terreno está intacto, es algo bueno para las especies que lo consideran su hogar, según explica Ward, ya que sirve como santuario para protegerlas de la ola del cambio de uso de suelos, como puede ser la agricultura, que puede acabar con un hábitat crítico y con ecosistemas en funcionamiento. Muchos Gobiernos han utilizado el objetivo de proteger un 17 % de su tierra y un 10 % de la costa y de parte del océano para el 2020, tal como fue establecido en las metas Aichi del Convenio sobre Diversidad Biológica de las Naciones Unidas para apoyar esos esfuerzos.
Pero no todas las áreas protegidas son creadas por igual. A los ecologistas les preocupa que si no están conectadas con otras áreas intactas, serán poco más que una estadística que no cumple el objetivo de ayudar a que flora y fauna soporten los desafíos que enfrentan en un planeta cambiante.
“Los paisajes conectados aseguran que las especies puedan moverse por el paisaje —comentó Ward a Mongabay—. Las especies viajan por muchas razones: migraciones estacionales, búsqueda de pareja, alejamiento de parientes cercanos para asegurar la diversidad genética, escape de desastres naturales como incendios, o búsqueda de su clima preferido (en especial con un rápido cambio climático inducido por el hombre)”.
Lémur de collar blanco y negro en Madagascar. Foto: Skeeze a través de Pixabay.
Ella y sus colegas buscaron conexiones entre áreas protegidas donde los humanos han tenido un impacto mínimo en el paisaje, a través de la base de datos de huella ecológica. El mapa de huella ecológica incorpora datos sobre el sinfín de maneras en que los humanos afectamos los hábitats naturales, desde carreteras y vías férreas hasta ciudades y tierras de cultivo. El análisis del equipo reveló que 41,6 % de la superficie de la Tierra está intacta. Pero también descubrió que solo el 9,7 % de las áreas protegidas del mundo están unidas por tramos relativamente libres de impacto humano y que, por lo tanto, se clasifican como intactos.
Eso no significa que la conectividad sea una panacea para todas las especies, según Ward.
“La conectividad es difícil de medir porque las especies utilizan el paisaje de distintas maneras —explicó Ward—. Algunas especies, como los leones en África, utilizan las carreteras para cruzar a hábitats vecinos, y otras especies necesitan zonas alejadas de las modificaciones humanas para poder moverse por el paisaje”.
De todos modos, la medición mundial de la calidad de los paisajes no es algo que se haya podido llevar a cabo hasta ahora, según agregó, “en la era de los macrodatos”.
La investigación identificó varios países, incluidos Brasil y Perú, Groenlandia, y un territorio autónomo de Dinamarca, que habían alcanzado la meta Aichi de más del 17 % de tierra protegida y que tenían más del 50 % de conectividad.
Rana de musgo vietnamita. Foto: Rhett A. Butler/Mongabay.
Pero otros sitios, como Vietnam y Madagascar (ambos bastiones de especies únicas y de niveles altos de biodiversidad), están quedando atrás, según afirmó Ward. El análisis mostró que solo alrededor del 8 % de la tierra está protegida en Vietnam, y ninguna de las reservas están conectadas entre sí.
Las cifras de Madagascar son aún más bajas, con 4,2 % de su tierra bajo alguna forma de protección, sin áreas protegidas “completamente conectadas”, según explicó Ward. Agregó que los animales arborícolas, como las más de cien especies de lémures que viven en la nación insular, son especialmente sensibles a la pérdida de bosques conectados.
Ward afirmó que el estudio podría ser una herramienta valiosa tanto para los científicos como para los gobiernos para organizar las áreas de hábitat irreemplazables que quedan, así como también establecer objetivos de protección y restauración entre estas.
“Necesitamos, desesperadamente, conservar nuestras últimas áreas intactas y conectadas —agregó ella—. Para conservar estas áreas, deben ser reconocidas formalmente (a través de un estatus de área protegida o de otras medidas de conservación efectivas), aceptadas por la sociedad, priorizadas en planificaciones del espacio, viables económicamente, y administradas de manera efectiva para que puedan estar protegidas del impacto humano”.
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