Opinión | El hidrógeno verde ¿es la solución al cambio climático?
En los últimos años el hidrógeno verde se está postulando fuertemente como sustituto a los combustibles fósiles, especialmente al petróleo en el sector automotriz e industrial, lo que reduciría las emisiones de gases invernadero y contribuiría a la mitigación climática. Frente a esto han emergido muchos actores privados y gobiernos que han adoptado al hidrógeno verde como la nueva bala de plata que nos salvará del cambio climático y potenciará la economía nacional.
El hidrógeno verde, al igual que el litio y las energías renovables como la solar y eólica se presentan continuamente como alternativas para avanzar hacia transiciones energéticas bajas en carbono. Sin embargo, vale recordar que la obtención de litio implica la degradación de los salares y es un factor de estrés hídrico para los ecosistemas; que la energía fotovoltaica considera ocupar un frágil y extenso desierto; y que la infraestructura eólica tiene consecuencias sobre las aves y los paisajes. Adicionalmente, al igual que muchos otros proyectos energéticos contaminantes la normativa de participación ciudadana es acotada y los pueblos indígenas con sus cosmovisiones territoriales no son partícipes de los diseños de los proyectos.
Esto no quiere decir que estas energías no hay que implementarlas, sino que hay que tener cuidado cuando se piensan per sé inocuas para el medio ambiente y beneficiosas para las comunidades, cuando no necesariamente van a serlo. Asimismo, hay que considerar que el hidrógeno verde - aquel generado por eléctrolisis en donde se utiliza electricidad proveniente de fuentes renovables para separar la molécula de agua – también puede acarrear impactos territoriales, por ejemplo, en las zonas donde se plantean construir las desaladoras, en los lugares donde se instalarán las plantas de energías renovables y en las costas donde se pretenden instalar los puertos para exportar este combustible.
Adicionalmente, ¿para qué y para quienes estamos pensando el hidrógeno verde? En la NDC se consigna que el hidrógeno verde debiese contribuir a cumplir con un 21% de los compromisos de mitigación de Chile para lograr la carbono neutralidad, planteando que para el 2050 la participación del hidrógeno verde en usos motrices comprenderá el 37% en la minería a rajo abierto, 8% en la minería subterránea y 12% en industrias varias. Al mismo tiempo se propone el reemplazo de diésel por hidrógeno verde en vehículos de carga a nivel nacional esperando que al 2050 un 85% de los camiones con capacidad superior a 5 toneladas utilicen como combustible el hidrógeno. Sumado a esto, la promoción del hidrógeno verde se está pensando para posicionar a Chile como un líder en la exportación de este combustible, de hecho, el Ministro de Energía manifestó que Chile podría exportar US$30 mil millones de hidrógeno verde para 2050 considerando grandes mercados con alta demanda, por ejemplo, el asiático o europeo.
Este tipo de visión que se está construyendo en torno a la producción y consumo de hidrógeno verde en Chile y en el mundo, puede apoyar en la cruzada contra el cambio climático, pero no modifica en nada las condiciones estructurales que propiciaron este fenómeno y que tiene que ver con dinámicas de acumulación y consumo propio de nuestras sociedades contemporáneas, donde se requiere repensar nuestro modelo de desarrollo y desacoplar el crecimiento económico del consumo energético.
Asimismo, la Estrategia de Hidrógeno Verde liderada por el Ministerio de Energía y que ahora se encuentra en Consulta Pública, tuvo mesas de trabajo con las empresas y la academia, pero recién en agosto invitaron a la sociedad civil a participar de la discusión. Ello refleja que la forma en la que se toman decisiones no necesariamente considera la participación de las comunidades desde un inicio, sino que sin importar si son proyectos energéticos limpios o contaminantes, a las comunidades las invitan cuando ya los diseños de los proyectos están listos.
Con todo lo anterior, en vez de poner una fe ciega en tecnologías dirigidas a “enverdecer” la minería en el norte y exportar hidrógeno para que la electromovilidad sea realidad en otros países, debemos propiciar transformaciones que consideren los contextos locales y que vayan en beneficio de las necesidades de las personas, reduciendo la conflictividad territorial y la asimetría de información entre proponentes y comunidades que históricamente han sido explotadas por proyectos energéticos, y esperamos que no lo sigan siendo por las llamadas energías renovables o los vectores energéticos como el hidrogeno verde y las baterías de litio.