Desembarco de China: un cambio imperial en medio de la revuelta local
Al mismo tiempo que Chile comienza a vivir un proceso constituyente y en las calles aún se respira el viento de una revuelta social que exige mayor justicia social y menos autoritarismo, ocurre un desembarco imperial nunca antes presenciado. Son los chinos que, sin tanta fanfarria hollywoodense, han ido recalando y para quedarse.
La semana pasada, la empresa China State Grid International Development Limited (SGID), considerada la mayor compañía de servicios públicos del mundo (dirigida desde el Comité Central del Partido Comunista de China), compró a la empresa española Naturgy su participación del 96,04% de la distribución de electricidad de nuestro país por un precio total de US$ 3.039 millones. Esta misma empresa china había terminado de adquirir durante este año el 100% de la empresa chilena Chilquinta, tras pagar US$ 2.230 millones.
Si estas operaciones logran las aprobaciones reglamentarias correspondientes (Fiscalía Nacional Económica), el gigante asiático pasará a tomar control mayoritario en la distribución de electricidad en Chile.
Quién lo iba a imaginar. Cuando muchos en las izquierdas, y entre aquellos autodenominados independientes, proyectan una nueva Constitución donde los recursos naturales y estratégicos del país pasen a manos del Estado, una empresa estatal del Partido Comunista chino se hace del sistema de energía que mueve a todo Chile.
Actualmente, más del 50% del cobre que Chile vende lo compra China. En similar porcentaje de compra aparecen las frutas y frutos. Por otro lado, China concentra la mayor parte de importaciones de mercancías de todo tipo que llegan a nuestro territorio. Qué duda cabe: hoy China es el principal socio comercial de Chile y nuestro país ha pasado a depender en demasía del dragón asiático.
¿Imagina usted a Camila Vallejo o Hugo Gutiérrez pidiendo expropiar una empresa del PC chino? ¿Ve factible que Pepa Hoffman o Andrés Allamand exijan al secretario general del Partido Comunista de China (presidente de la República Popular de China) someterse a elecciones de lo contrario rompemos relaciones con ellos? ¿Proyecta usted un punto de prensa donde el Frente Amplio pida dejar de vender cobre a China si es que no cesan las violaciones a los derechos humanos en Hong Kong?
Lo más probable es que, de hacerse realidad alguna de las alternativas anteriores, nuestro país quedaría en la banca rota mucho más rápido de lo que imaginamos y todas las expectativas que pudiera generarnos una nueva Constitución, donde por ejemplo los derechos sociales fueran de calidad y garantizados, se irían al carajo.
Gracias a China es que nuestro país puede seguir comparándose con sus socios de la OCDE y no con los del barrio latinoamericano. Es gracias a los miles de millones de chinos que requieren cobre para seguir levantando ciudades, y construyendo miles de kilómetros de vía férrea de última generación, que nuestro país sorteará la crisis económica post pandemia, antes que otros países.
Si bien la penetración cultural de Estados Unidos sigue rigiendo nuestras existencias, es la economía china la que determina nuestra materialidad presente y futura. Más aún, en este presente donde la inteligencia artificial llega para penetrar hasta nuestras subjetividades y, mayoritariamente, desde laboratorios militares asiáticos.
Es curioso y hasta pintoresco que, justo cuando nos disponíamos a experimentar un momento refundacional, se nos venga encima un cambio imperial de proporciones. Uno donde nuestra nunca bien ponderada democracia liberal es rodeada por una de las civilizaciones más antiguas del planeta, habitada por 1.400 millones de personas y, actualmente, principal economía del mundo.
Lo cierto es que China es un país con una larga tradición de oligarquías autocráticas que han ido sobreponiéndose a los cambios ocurridos en el planeta, adecuándolos a sus formas y ritmos (tal como lo hicieron con el comunismo). De hecho, la cultura china posiblemente legó la mayor cantidad de innovaciones iniciales a la humanidad (la pólvora, la brújula, el papel, la imprenta, la fundición de hierro, las perforaciones profundas, las compuertas para canales, las máquinas hidráulicas de hilar, entre otros adelantos), pero se mantuvo hasta mediados del siglo XX como uno de los países más pobres del mundo debido a sus intestinas batallas autocráticas.
Sin embargo, hoy esas diversidades de culturas que habitan el territorio chino han confluido en pos de constituirse en el nuevo imperio que toma la batuta del planeta. Hoy les tenemos con nosotros y pareciera que no podemos vivir sin ellos.
Cuando comenzábamos a despertar de una siesta de 30 años, nos cae un dragón de 5.800 años, habitante de un país sin democracia y con la capacidad de apagar o encender nuestros sueños.