CRÍTICA|

CRÍTICA| "Matar a Pinochet": un acto de amor con lanzacohetes

Por: Elisa Montesinos | 13.11.2020
El libro Los Fusileros y la película Matar a Pinochet tienen el valor de visibilizar a estos revolucionarios que se sacrificaron para lograr un país más digno, pero que en la posdictadura fueron excluidos y borrados de la historia oficial.

El año 2007, el periodista Cristóbal Peña publicó el libro Los Fusileros, centrado en el grupo de jóvenes del Frente Patriótico Manuel Rodríguez que radicalizó la lucha contra la dictadura para derrotarla a través de las armas. Ahora, se estrena la película Matar a Pinochet, dirigida por Juan Vicente Sabatini. Un retrato a los frentistas que intentaron un tiranicidio el 7 de septiembre de 1986 en el Cajón del Maipo.

Luego del plebiscito del 88, las aspiraciones de organizaciones revolucionarias como el FPMR de una democracia de verdad y más profunda para Chile, fueron aplastadas. Esos anhelos no cumplidos tendrían relación directa con la rabia de la generación sin miedo, expresada en las calles en las manifestaciones estudiantiles del 2006 y 2011, caldo de cultivo para la revuelta social del 18 de octubre de 2019. A la postre, Pinochet no murió en 1986 y, peor aún, todavía aflora en la Constitución y en el modelo social y económico que dejó como ominosa herencia.

El libro Los Fusileros y la película Matar a Pinochet tienen el valor de visibilizar a estos revolucionarios que se sacrificaron para lograr un país más digno, pero que en la posdictadura fueron excluidos y borrados de la historia oficial. 

[Te puede interesar]: Guionista de película sobre atentado al dictador: “Pinochet seguía bastante vivo hasta el 25 de octubre”

Daniela Ramírez entrega una versión orgánica y creíble de la comandante Tamara, Cecilia Magni, la única mujer que alcanzó ese grado en el Frente Patriótico Manuel Rodríguez. Tamara era cuica, provenía de una familia acomodada, era atractiva, encantadora –ideal para no despertar sospechas– y gracias a su inteligencia y valentía ascendió en la “empresa”, como le llamaban al Frente. En 1988, Tamara atentaría contra un retén de Carabineros en Los Queñes y aparecería muerta con claras señales de tortura cerca del río Tinguiririca, junto al comandante José Miguel.

Por su entrega física y emocional, Gastón Salgado descolla como Sacha, Juan Moreno Ávila, el fusilero de la combativa población La Pincoya. Por dejar huellas digitales en una botella de Coca-Cola fue el primero en ser detenido y, tras ser quebrado en la tortura frente a su pequeña hija de cinco años, su mujer y su madre, delató a sus compañeros. Después de escapar de la Cárcel de Santiago junto con 49 frentistas en 1990, vivió en la clandestinidad hasta 2006.

Cristian Carvajal apela a silencios y miradas para construir su personaje del comandante Ramiro, Mauricio Hernández Norambuena, también autor intelectual del asesinato de Jaime Guzmán. Luego de tres años en prisión, el 30 de diciembre de 1996 es rescatado por un helicóptero desde la Cárcel de Alta Seguridad de Santiago. En 2002, fue detenido en Brasil. Tras varios años de cárcel fue extraditado a Chile el año pasado, donde cumple condena.

A pesar de que el elenco se desempeña con solvencia, el guión suena a veces poético y declamativo

Los diálogos parecen basarse en los pensamientos o discursos ideológicos de los personajes más que en sus preocupaciones cotidianas. Si bien la presencia de la muerte, la traición, la delación y la desconfianza tensiona a estos militantes de izquierda, el guión no los analiza en su complejidad. La conversión de Sacha en fusilero aparece resumida y contada a la rápida.

El libro Los Fusileros es una catarsis narrativa, llena de detalles y descripciones físicas y psicológicas, y aborda los costos y frustraciones que implicó el fallido atentado a Pinochet y las contradicciones y errores que llevaron al fracaso de la operación de matar al dictador. Los Fusileros genera pequeñas revoluciones en la cabeza de cada lector. Matar a Pinochet se conforma con un ajuste de cuentas con la dirección del Partido Comunista de la época, pone el dedo en la llaga, pero está lejos de lograr esas pequeñas revoluciones dentro de sus espectadores.