Juliette Micolta, educadora y activista antirracista: “A las personas les incomoda revisar sus privilegios raciales”

Juliette Micolta, educadora y activista antirracista: “A las personas les incomoda revisar sus privilegios raciales”

Por: Natalia Figueroa | 30.09.2020
En la conmemoración del Día contra el Racismo, instalado por la articulación Justicia y Dignidad para Todos y Todas, tras la detención y muerte de Joanne Florvil, compartimos las reflexiones de la activista afrodescendiente, educadora popular y escritora de cuentos antirracistas, Juliette Micolta, sobre los racismos cotidianos, su trabajo por transformar los imaginarios que siguen reproduciendo la violencia contra personas afrodescendientes y migrantes y el impacto del movimiento internacional Black Lives Matters.

En 2017, Joanne Florvil fue detenida por supuestamente haber abandonado a su hija en una oficina municipal de Lo Prado. En ningún momento contó con traductor de kreolé para explicar lo que pasaba. Una vez en la comisaría, desesperada, se habría propinado golpes en la cabeza y luego fue trasladada a la posta central.  Al mes falleció. Su familia y organizaciones migrantes han insistido en la responsabilidad de las instituciones públicas en su muerte.

Así, han manifestado que el racismo institucional sigue cobrando vidas de personas fuertemente discriminadas a quienes no se les garantizan sus derechos. Un ámbito en el que ha trabajado fuertemente Juliette Micolta, una activista afrodescendiente, educadora y escritora de "La Negra Casilda", un libro de cuentos antirracistas, para revertir los discursos que siguen perpetuando la violencia.

Juliette llegó desde Colombia en 2016 y ha trabajado en distintos espacios culturales. Actualmente es directora de la editorial antirracista "Bemba Colorá". Desde ahí, comparte sus reflexiones sobre racismos cotidianos, los imaginarios que se ven tensionados con la literatura antiracista y el impacto que ha tenido el movimiento Black Lives Matters.

-Has dirigido el espacio antirracista Victoria Santa Cruz, una reconocida expositora de la cultura afroperuana. ¿Cómo nace este espacio?

Nace de la necesidad de impulsar y visibilizar el pensamiento crítico negro y también el migrante, porque no es lo mismo. Entre ello, visibilizar la cultura negra que se da en la ciudad. Así partimos en el barrio Matta y, a medida que hemos ido construyendo, se fueron acercando vecinas. Nos dimos cuenta que éramos el único espacio en la zona que acogía a corporalidades afros y migrantes. Las vecinas empezaron a llegar por problemas de violencia intrafamiliar, pobreza, la mayoría solicitando el ingreso a salud sexual y reproductiva. Entonces, hicimos una pausa para hacer un espacio desde un punto de vista crítico, pero entendiendo que hay corporalidades para las que se hace necesario sobrevivir a este sistema racista de manera urgente. Alcanzamos, incluso, a hacer donación de ropas porque algunas recién habían llegado al país. Estas son otras experiencias y necesidades en torno al racismo sistémico. Lo primordial se vuelve sobrevivir.

También pensamos en generar pensamiento crítico donde les talleristas fueran personas afrodescendientes, porque por el mismo racismo los negros no estamos en los espacios de educación que se gestan. Entonces, pensamos el espacio, entendiendo una ‘pluriversidad popular’.

Hicimos una semana de lanzamiento contra el racismo, con una serie de talleres, y justo por la llegada del coronavirus tuvimos que pausarlo. De manera física, este espacio siguió funcionando unos tres meses más y, luego, desde la distancia, seguimos ayudando a las vecinas que se encuentran en una situación bastante paupérrima, con el racismo latente y el patriarcado también sobre sus cuerpos.

-En el trabajo que han ido desarrollando, ¿qué estrategias han ido implementando para promover una educación antirracista?

Es interesante esto porque una de las estrategias, aunque parezca obvio -aunque no lo es desde el inconsciente colectivo-, es empezar a hablar de raza. Hay una profesora, María Mena, de Colombia, que propone una idea, de la que también yo me baso, que es hablar sobre la raza para abordar el racismo. Entonces, como educadora popular una de las estrategias es ver de manera crítica la estratificación racial en todo Abya Yala (territorio de América), no solamente en Chile porque tampoco puedo eliminar la historicidad de otros países. Soy un cuerpo afodiaspórico y la mayoría de mis hermanas también, como las afrochilenas que también tienen padres y madres que vienen de una afrodiáspora.  Desde ahí es importante generar prácticas antirracistas, especialmente ahora cuando estamos a comienzos de octubre y se viene el 12, el día al que le dicen ‘encuentro entre dos mundos’, el ‘descubrimiento de América’, pero hay que problematizar dónde queda África aquí. Ha habido una serie de proyectos modernos y sistémicos que han querido eliminar a África. Es importante analizar qué pasó con las comunidades africanas en estos procesos.

-¿De qué manera ves que el currículo escolar vigente perpetúa el racismo estructural?

Eso toca directamente el trabajo que realizo. Me gustaría aclarar que la escuela es uno de los proyectos modernos coloniales donde se empiezan a estratificar las experiencias y desde ahí se estratifican las distintas historicidades. Por ejemplo, tenemos este triángulo que nos enseñan, generalmente en la clase de historia, donde los españoles están en la parte de arriba y las corporalidades indígenas y afrodescendientes están en la parte de abajo. Me cuesta entender que sigamos en pleno siglo XXI perpetuando esto. Los currículos en Latinoamérica se realizan sobre la base de ideas eurocéntricas, eso ya es racismo. Pero cuando hablamos de educación antirracista es importante revisar el currículo, pero también la salud mental y cómo se tratan las corporalidades afrodescendientes dentro de estos espacios. Muchos pasamos por una serie de violencias racistas, como el bullying, que no es eso, sino racismo. Hay que llamarlo por su nombre. Eso se permea entre compañeres, pero también es el que ejercen los docentes hacia las comunidades afrodescendientes.

-Hace unos meses lanzaste el libro ‘La Negra Casilda’, ¿qué desafío tiene hacer literatura antirracista?  

Demasiados. Estamos un mundo lleno de legados coloniales, donde se no se habla de raza, tampoco de racismo, entonces, se homogenizan las experiencias. ‘La Casilda’ toca un tema muy específico que es la esclavitud, hace que las personas si o sí deban revisar el proceso de secuestro de las personas africanas. Es una postura en que las personas les incomoda revisar sus privilegios raciales. En ferias a las que voy me preguntan sobre el cuento, les explico y me dicen que es muy fuerte. Les digo que sí, pero que es necesario saberlo. Es cómo se gestan las comunidades afrodescendientes en Abya Yala. 'La Casilda' toca a las poblaciones afro en esta huida, en el cimarronaje.

Y en la literatura infantil, ¿cómo se van abriendo espacios para cuestionar los discursos coloniales?

Tengo que ser sincera porque ha sido complejo abrir espacios para esta crítica. Pero se van haciendo de a poco. Ha sido interesante, también. Todo se relaciona porque cuando se habla de este supuesto ‘encuentro de dos mundos’, se invisibiliza la experiencia africana, entonces, les niñes empiezan a entender el proceso de esclavitud, entendiendo que Casilda viene de Mali, en África. Esto lo he ido aplicando en ferias, espacios comunitarios y populares. En octubre del año pasado fui a distintas organizaciones y asambleas y lo he llevado a colegios.

Por otro lado, los cuentos normalmente cuando hablan de esclavitud, si es que lo hablan, retratan a los cuerpos negros felices en ese proceso de migrar, y no fue así. Para escribir estos cuentos me leí varios libros, por ejemplo, de los barcos negreros y nunca fue un proceso así. Entonces yo les cuento a les niñes que a Casilda le costó y le dolió dejar a su padre, y lo mismo pasó cuando vivió bajo esclavitud. Tampoco se dice que las personas negras lucharon por su libertad, por ejemplo, en Haití en la primera independencia negra. Eso muy importante.

Antiracismo

Otro ámbito cultural en el que has trabajado, es el stand up comedy feminista y antirracista con el proyecto “La Resentida”. ¿Cómo ha sido utilizar el humor como una herramienta para llegar a cuestionar esos racismos cotidianos?

“La Resentida” no fue un proceso fácil. Le doy el crédito a Carolina Garzón, migrante lesbiana colombiana, con ella se gestan estos talleres de comedia.  Jamás había pensado que podía hablar sobre antirracismo desde la comedia, porque por supuesto duele. Y no es que yo me ría del racismo que permea nuestros cuerpos, está lejos de eso. O sea, si voy por la calle y me dicen negra jamás me voy a reír. Pero sí me río de cómo las personas generan un supuesto antirracismo que luego se convierte en racismo. Le hago un cambio a esos imaginarios. ‘La Resentida’ me llevó a otro lado, desde hace muchos años trabajo desde la cultura, en la danza, en los cuerpos, en los libros, y esto me ayudó a repensar la manera de hacer comedia.

Esto también pone al público bien tenso porque digo las verdades cotidianas que posiblemente nadie se las haya dicho. El año pasado tuve la posibilidad de abrir un show a Natalia Valdebenito. Al principio, fueron risas, pero luego se tensionó y había un silencio tremendo. Es porque 'La Resentida' molesta mucho. Por ejemplo, la apropiación cultural es todo un tema, porque se posiciona solo cuando les toca a ciertas corporalidades, pero cuando es un cuerpo negro, indígena, no se vuelven viral o, si es que se hace, luego ya no se vuelve a hablar de eso.

-¿Crees que este humor debe llegar a espacios que ahora frecuentan otros humoristas?

Debería, pero no sé si yo lo haría, porque es poner el cuerpo a disposición de algo y hay que cuidarse. Es un tema de salud mental también. Cuando me invitó Natalia sabía que era un público crítico. Pero tampoco me interesa que mi cuerpo esté en un espacio donde tampoco se haga una crítica, como en la televisión que es muy colonial y racista. Estamos hablando de espacios como Kike Morandé, nunca ‘La Resentida’ irá a esos espacios. Me interesan los espacios donde se cuestionen los discursos.

-¿Tomarse los espacios virtuales en esta pandemia ha contribuido a controvertir esas narrativas tradicionales?

Sí, totalmente, es un espacio muy importante, casi primordial. Ahí quiero comentar una conversación que tuvimos con una hermana de España, que me decía que estos espacios precisamente nos han permitido estar más en hermandad entre la comunidad afrodiaspórica. En esta pandemia nos empezamos a organizar de manera más internacional las personas afrodescendientes. Es un punto bonito conocerse y a partir de eso vienen distintos espacios a público abierto donde no solamente podemos observar otras experiencias, que nos permite darnos cuenta de que el racismo es harto global y no solo de un país. El proceso colonial dejó rezagos y ese es el racismo.

Movimientos sociales

-Cuando llegaste a Chile, ¿qué necesidad viste en articularte en un grupo de mujeres feministas? ¿Qué espacios de discusión abre el feminismo antirracista e interseccional?

Yo soy súper crítica de esto. Ahí no era feminista, pero mi corporalidad siempre va a ser negra vaya donde vaya. A mí me llamó la atención algo muy gráfico, que es la división racial del trabajo. En la calle veía gente negra, pero vendiendo, no en otras partes. No puede ser, decía, que no haya personas negras que estén tranquilas en un parque. Ahí empecé a gestar instancias negras de mujeres, nace Microsesiones Negras, una colectiva, y con ellas surgen otras en Santiago. En Arica están las compañeras de Luanda hace más de diez años. Es muy necesario problematizar y que crezca este movimiento antirracista. Una fecha importante fue el 25 de julio: el día Internacional de la mujer Anfrolatinas y Afrocaribeña donde hicimos una jornada antirracista. Es el resultado más lindo de todo este proceso de activar hace algunos años estos espacios. Cuando me hablan de movimiento antirracista me gusta aclarar que es el de las mujeres afrodescendientes indígenas. En Chile, el movimiento feminista chileno se ha declarado antirracista, pero para mí está lejos de serlo.

-¿Por qué?

Porque no se preocupa en su totalidad por los cuerpos afrodescendientes. Incluso, en las gráficas, yo estudié diseño gráfico también, puedes observar que se sacan imágenes donde dice ‘todas las vidas importan’ porque eso es automáticamente homogeneizar experiencias. Para ser antirracista no es que sea que pasen uno o tres meses, es cuestionar la socialización en este sistema moderno capitalista y patriarcal. Creo que está lejos de lo que han hecho algunos movimientos, sin individualizar. Eso me complica, pero sí entiendo como la Marcha Mundial que están haciendo, trabajo encaminado hacia un feminismo antirracista.

-En mayo murió George Floyd a manos de la policía de EE.UU. Eso llevó a activar el movimiento antirracista, Black Lives Matters. ¿Cómo viste la repercusión acá?

Lastimosamente tuvo que ocurrir para hacer un cambio rotundo a nivel global. Hubo un antes y después. Pero quiero comentar que como pasó lo de él pasa todos los días en Colombia, aquí hubo una Joan Florvil, varias la verdad, y no hubo ese movimiento. Esto trajo a la luz este racismo sistémico que hay, fue una problematización interesante. Hubo dos semanas enteras donde muchas organizaciones de mujeres afrodescendientes estuvieron comentando lo que sucedió en Chile, pero después de eso se olvidó, olvidaron que el racismo existe. Para el movimiento social de cuerpos no negros, son cosas momentáneas. A nosotros no se nos olvida que Rebeka Pierre, Joan Florvil, un Benito Lalane, no se me olvida que ahora hay matanzas en Colombia porque lo viví, mi familia lo vivió. Qué pena y que dolor que tenga que existir una muerte de tal magnitud para que el mundo se dé cuenta que el racismo nos sigue matando.

-La reacción a través de redes sociales fue utilizar cuadros negros para manifestar su rechazo a la violencia racial, también por el contexto de encierro por la pandemia. ¿Qué te pareció ese fenómeno?

Yo no participé por algo muy sencillo, creo que las muertes se tienden a banalizar. Tengo entendido que viene del movimiento Black Lives Matters, pero lo que sucede es que se pueden poner cuadros negros, pero a esas personas quizás les molesta que el hermano haitiano esté vendiendo en la feria u otra parte, o los echa de su casa si no puede pagar el arriendo. Me quedo pensando mucho en estos movimientos masivos digitales si es que no cuestionamos el racismo en nuestras esferas.