Diego Riveros y su debut literario: “No cualquiera puede decir que lanzó su primer libro en medio de una pandemia mundial”
Diego Riveros (San Bernardo, 1992) estudió primero Medicina, hasta que encontró su camino en la literatura. Trabaja haciendo clases en preuniversitarios y recientemente se ha integrado a organizaciones de activismo de disidencia sexual. Uno de sus cuentos sobre un chófer que es secuestrado cerca de Gran Avenida le significó el Premio Municipal de Literatura de San Bernardo. El 2019 lo contactó la recién formada editorial Provincianos y lo invitó a inaugurar su catálogo. Ahora, en este contexto de confinamiento, el libro salió de imprenta y se está vendiendo con entrega a domicilio tras un lanzamiento por Instagram a mediados de julio.
Familia periférica del siglo XXI
-¿Cómo llegaste a escribir los cuentos de Cachivaches?
-Fueron textos con una fuerte base biográfica de puros acontecimientos dolorosos y al borde del trauma que pude procesar a través de la escritura. Dolores no personales necesariamente, sino situaciones que se me quedaban en la cabeza al observar a mi familia, amigos, etc. Fue un proceso largo de escritura, de mucha edición. No los pensé dentro de un mismo libro de cuentos, pero cuando ya los tenía listos fue como “oye, acá hay una línea de sentido que puede unir estos textos”, la historia de una familia periférica del siglo XXI, con sus dolores y esperanzas.
-Cachivaches reúne temas cuestionados desde el estallido social, como el sueño de la movilidad social, la precariedad laboral y el acceso digno a la salud. ¿Cómo es crear ficción con estas dinámicas tan presentes y dolorosas?
-Entender este presente como un momento en el que nada ha cambiado no viene más que a reafirmar la validez de la rabia expresada en el estallido social. Con respecto al trabajo escritural mismo, creo que traté de ser lo más consciente posible sobre el objetivo que era hacer literatura y no un post gigante de Facebook. Así que la creación se hace difícil en el sentido de tratar de no ser panfletario, por eso me preocupé harto de crear algunos sucesos que funcionaran como motor narrativo para tener una línea argumental que se sostenga por sí sola, pero que obviamente se complejiza por todas esas temáticas que mencionas. Precisamente estos factores sociales, estas determinantes neoliberales son los que me permitieron construir a personajes que están rotos por intentar encontrar un resquicio por donde respirar, por tratar de utilizar todas las estrategias para surgir: la competencia, la espera de una atención digna en salud, el soñar con un futuro mejor que nunca llegará, etc.
Literatura cebolla
-En tus cuentos hay una relación con los dramas telenovelescos, uno podría pensar en los boleros que escuchan las abuelas. ¿Tenías intención de hacer literatura cebolla?
-Fue algo premeditado de mi parte, el hacer explícito las emociones de los narradores, sobre todo el último relato, en relación con el cáncer de la madre del narrador. Me parece medio aséptico el no haberlo escrito de otro modo. Llenarlo de reflexiones metaliterarias o existenciales me parecería poco honesto, poco realista, cuando en verdad lo único que se hace en esas circunstancias es sufrir y esperar a que pase lo peor. Fue una discusión con el editor del libro, sobre lo ‘cebolla’ que podría ser. Me dio la oportunidad de bajarle un poco la intensidad, pero dándome el espacio para dejarlo tal cual, porque era algo que le convenció, a partir de mi explicación.
-Entonces, ¿hay una intención de emocionar?
-Varias personas me han comentado que lloraron harto, otras que se aguantan pero que quedan angustiados, porque es una experiencia universal esa de perder a un ser querido, así que la intención estuvo y es algo que reivindico. Lo melodramático es parte del ADN de nuestra generación que creció con las teleseries de Sabatini.
San Beca
-Mencionas el Instituto Nacional y los llamados liceos emblemáticos que representan el sueño de movilidad social, que no se encuentra en la educación pública de periferia. ¿Qué es para ti escribir de estos lugares?
-Me hiciste acordar de una vez que publiqué un testamento en Facebook para apoyar la idea de que el Nacional fuera mixto. Me eliminaron muchos compañeros de esa red social y varios me escribieron para decirme que estaba mordiendo la mano que me dio de comer. A ese grado llegaron por una simple manifestación de postura. Fue ahí cuando nació la idea de escribir un texto que se enfocara en esos discursos meritocráticos que calan profundamente en mi generación a partir del suceso narrativo de la prueba de admisión al colegio, para manifestar el contraste entre los que son seleccionados y los que no. Dentro de esos que no quedaron está mi hermano y mis compañeros del colegio municipal pobre de San Bernardo. Entender que la trayectoria completa de tu vida puede estar determinada por un facsímil es impresionante y se naturaliza bastante. No quería que el cuento fuera un panfleto y que se enunciara desde el “adulto joven que se da cuenta de que era un alumbrado”, sino dar cuenta de lo que hizo, de cómo trató a su gente, de cómo cantaba el himno institutano con el pecho inflado.
-La zona geográfica de tus cuentos parece ser la misma, ¿cómo es trabajar tu memoria territorial?
-Cuando leía narrativa chilena contemporánea echaba mucho de menos la presencia de las periferias de la Región Metropolitana. Ya no pasa tanto gracias al aporte de las editoriales independientes que se hacen cargo de esa tarea, lo que me parece un síntoma de que ese diagnóstico era compartido: que la clase se arraiga en un territorio periférico. En San Bernardo había que salir para tener acceso a una mejor educación o salud, fue por ello que quise escribir desde ese lugar. Los lugares icónicos de mi propia comuna se fueron dando de manera natural.
Publicar en una pandemia mundial
-¿Cómo es lanzar un libro en este contexto de confinamiento?
-Imaginaba el lanzamiento de mi primer libro en una sala con gente a la que podría abrazar y besar luego de la conversación, firmando el libro, tomando un vinito, claramente no fue así. Es raro, pero también parte de una anécdota; no cualquiera puede decir que lanzó su primer libro en medio de una pandemia mundial, jajaja. Las redes sociales han servido tanto para la difusión y venta del libro, ha ido bien y he podido recibir lecturas y mirar a otras personas con el libro en sus manos, lo que ha sido emocionante. En estos meses hemos visto una explosión enorme de streamings de las editoriales, de las librerías y de algunos amantes de libros. Muchas veces estas instancias al final tienen más público que las conversaciones presenciales, creo que hay que valorar eso y asumo se va a quedar en cualquiera sea el mundo pospandemia que vivamos.
-Por último, ¿qué crees que viene para el mundo del libro y la literatura?
-Imagino que ya muchas personas estarán escribiendo sus experiencias sobre estos meses, pero me parece que un texto bien trabajado necesariamente tiene que dejarse reposar un poco y por ende, muy prejuiciosamente quizás, cualquier texto que salga de la pandemia en los próximos meses lo miraría con un poco de resquemor. Me gustaría entender los efectos de estos tiempos en la literatura latinoamericana y chilena en particular, en lo que se publique en 5-10 años más.