La mañana en que Pepe Auth dijo que no hay presos políticos en Chile

La mañana en que Pepe Auth dijo que no hay presos políticos en Chile

Por: Rebeca Araya Basualto | 04.08.2020
Le informo al diputado Pepe Auth que en Chile sí hay presos políticos. De hecho, y sin considerar la situación que afecta a las comunidades mapuches, hay 2.500 jóvenes y adolescentes presos sin juicio ni sentencia, algunos desde octubre de 2019, para los cuales se han pedido hasta diez años de cárcel por hacer lo mismo que hicimos quienes alguna vez, como él y yo, luchamos por la democracia en Chile.

Hoy escuché el programa de Checho Hirane en radio Agricultura. Lo hago con frecuencia. Crecí en una familia en que mi opinión era minoría. Siempre me interesa saber lo que opinan quienes no ven el mundo como yo. Mi abuela era radical. De ella aprendí el interés por la política y la historia de cómo su héroe personal, don Pedro Aguirre Cerda, la hizo pasar del conservadurismo que compartió con mi abuelo al radicalismo porque, decía ella, “para estar equivocada basta con ser humana, pero para no escuchar a los demás y reconocer cuando uno se equivoca hay que ser muy bruta”.

Más allá de la desmesura desquiciada de Hirane, que confunde la pasión con la vulgaridad elevada a dogma, me angustia percibir cómo, otra vez, se abren caminos irreconciliables. Caminos que tal vez nunca se cerraron. Sólo se ocultaron en la dualidad hipócrita de nuestro lenguaje, en la tortuosa manipulación de la Concertación por la Democracia y en la degradación de nuestra clase política.

Y me indignó escuchar en ese programa al diputado Pepe Auth, a quien alguna vez conocí luchando contra la dictadura, decir ahora muy suelto de cuerpo: “En Chile no hay presos políticos”.

¿En Chile no hay presos políticos?

¿No se enteró el diputado que hay encarcelados 2.500 jóvenes, como éramos él y yo cuando exponíamos la vida construyendo, desde la cultura, una barricada estética contra Pinochet? ¿No sabe el diputado que entre ellos hay adolescentes –como fuimos él y yo cuando ocurrió el golpe de Estado– presos sin juicio ni sentencia por manifestarse contra el gobierno? ¿Ignora el diputado que muchos de esos jóvenes y adolescentes están encarcelados desde octubre junto a presos comunes o en recintos del Sename? ¿Nunca, en sus muchos años en el Estado, visitó una cárcel? ¿Conoce, aunque sea vagamente, las condiciones insalubres de las cárceles de adultos en Chile? ¿Se enteró de las condiciones en que viven (y mueren) los niños y adolescentes a cargo del Sename? ¿Qué habría pasado si alguno de los hijos o hijas del señor diputado hubiera participado en las manifestaciones y estuviera pasando la pandemia en esos recintos y bajo esas condiciones de vida? ¿Qué pasaría si alguno de sus hijos, hijas, familiares o hijos de sus amigos, se expusieran a penas de diez años sólo por denunciar a gritos en las calles lo que nuestra generación no supo ver, corregir ni cambiar desde el poder? ¿Qué pasaría si alguien que le importe pudiera pasar diez años encarcelado por la incompetencia de los representantes democráticos que, con carita de susto, repetían ante las cámaras: “no lo vimos venir”?

Yo soy de aquellas que –recuperada la democracia– nos marginamos de la política, pensando que éramos demasiado apasionadas, que nos "faltaba madurez", que nos consumía la impaciencia, que no teníamos tolerancia (ni estómago) para hacernos parte de aquello que los compañeros de lucha llamaban “transición a la democracia”. Me hago cargo de eso y lo lamento. No porque crea que habría podido cambiar algo, sino porque no lo intenté lo suficiente.

Me amedrentó menos la dictadura cruel, que asesinó y torturó a tantos de mis amigos, que esa certeza empoderada y soberbia de los que llegaron a hacerse cargo del fruto de tanto y tanto dolor.

Pero José Auth se quedó en el juego de la militancia y el poder. José (que así se llamaba antes de cambiarse el nombre para aprovechar “la marca” de sus años de dirigente como activo electoral) ha hecho leyes y participado en los acuerdos y componendas que nos trajeron hasta aquí. José, como yo (y muchos), alguna vez hablamos de un país justo y digno, e invitamos a otros a seguirnos en una lucha brutalmente peligrosa.

Muchos de los que nos creyeron pagaron con la vida, con cárcel y tortura, relegación o expulsión de la universidad, tras haber escuchado nuestros discursos, militado clandestinamente, hacer circular las publicaciones clandestinas que como panfletos o micromedios produjimos o incentivamos a producir. Y también se defendieron a piedrazos en manifestaciones a las que convocamos y en las cuales, al menos yo, también tiré piedras y grité insultos a carabineros. Lo hicieron porque nos creían y respetaban, porque somos parte de una generación que reivindicó su derecho a tener una opinión política y hacerse escuchar. Y porque haciéndolo, contribuimos a la derrota política de una dictadura que trajo miseria ética, moral, cultural y material a este país.

Le informo al diputado Pepe Auth que en Chile sí hay presos políticos.

De hecho, y sin considerar la situación que afecta a las comunidades mapuches, respecto a las cuales con agrado lo invito a conversar, hay 2.500 jóvenes y adolescentes presos sin juicio ni sentencia, algunos desde octubre de 2019, para los cuales se han pedido hasta diez años de cárcel por hacer lo mismo que hicimos quienes alguna vez, como él y yo, luchamos por la democracia en Chile.