Este maldito amor: "Corazones", canción por canción
Un 20 de mayo 1990 se puso a la venta Corazones, el esperado nuevo álbum de Los Prisioneros, la banda de rock más popular –y una de las más importantes– del Chile dictatorial. Mucha agua bajo el puente había pasado antes de este lanzamiento, la más importante, la salida de su guitarrista Claudio Narea tras un cisma interno provocado por diferencias musicales y personales con Jorge González. Muy personales.
En ese contexto, Corazones fue un osado esfuerzo de González –como compositor del álbum– por superar el quiebre y seguir adelante. Esta vez, bajo otras directrices musicales, pero registrando en su espíritu los rastros de esa separación. ‘Amiga mía’, ‘Con suavidad’, ‘Cuéntame una historia original’, Estrechez de corazón’, ‘Por amarte’ y ‘Es demasiado triste’ son las herencias implacables de aquella primavera desalentada de 1989 que tuvo a un Jorge de 25 años escribiendo a corazón abierto, vulnerable tras la pérdida de un amor imposible, y luego grabando solo en el lejano país del norte. En medio de esos dos procesos, nacieron canciones sentimentales inspiradas en una fusión improbable: la música electrónica y la balada hispanoamericana, sincretismo inédito en el pop latinoamericano.
La sombra de un González “sufriendo de amor”, como nos contó recientemente en entrevista, le da a Corazones su espíritu ya histórico, transitando entre sombras pesarosas con un profundo deseo de bailar. Es en esta metamorfosis, en este coqueteo entre el dolor y los pies inquietos, nace el Jorge González que luego dará rienda suelta a una carrera solista aportillada por el medio pero sumamente sólida en cuanto a su musicalidad.
Con Corazones, inconscientemente, González encontró aquello que muchos le negaron: futuro. Vendió 160 mil copias, obteniendo seis discos de platino. Salió de gira por Latinoamérica, sellando el proceso como todo artista de pop grande de la región: en el Festival de Viña de 1991, con una Quinta Vergara rindiéndole pleitesía. A tres décadas del fenómeno, es el disco de la banda de San Miguel más escuchado en las plataformas de streaming, convertido en uno de los pilares fundamentales dentro de nuestra discografía nacional y fuente de constante inspiración para las generaciones de músicos posteriores. Sin más, los críticos de Babel –Gabriel Chacón, Felipe Godoy, Cristofer Rodríguez y César Tudela– radiografían el disco canción por canción.
Tren al sur
Con una base inspirada en ‘Touched by the hand of God’ de New Order, arranca Corazones con esta canción que también se transformará en su primer single y en la carta de presentación del nuevo sonido de Los Prisioneros. Una canción que simboliza la renovación estética de todo el disco y que se hace evidente hasta en los arreglos. Por recomendación del productor Gustavo Santaolalla, la canción también incluyó un charango con el fin de emular el sonido del sur del continente. Según González, en ‘Tren al sur’ “hay una idea de escaparse y de estar solo. De gozar con el sufrimiento”. Y precisamente este será el leitmotiv del disco. No podría comenzar de mejor manera.
Amiga mía
“Yo no pensaba mostrarla, me daba un poco de pudor. Era una canción para mí”. Un Jorge González en pleno tormento amoroso se evade de Los Prisioneros y crea una canción a partir de sus complejas experiencias sentimentales. ‘Amiga mía’ es una entrega total, de amor absoluto, pero en el contexto de una relación tan apasionada como frágil. Bajo el influjo del synthpop, González despacha una canción que desborda una melancolía decodificada e inspirada en el cancionero romántico latino. “Aún cuando escuches lo peor te estaré amando igual”. ‘Amiga Mía’ es mordazmente sincera y por primera vez muestra a un Jorge González sin su infranqueable armadura, que resistió todas las balas de la dictadura que acababa de finalizar.
Con suavidad
Con alta complicidad de Gustavo Santaolalla en el resultado final, ‘Con suavidad’ se convertiría en la canción más trascendente del disco entre las que no fueron singles. Con un beat tipo Rick Astley –quien entonces no era del agrado de González– y el reconocible arreglo de cuerdas en el fondo, el electro-pop puro y duro del tercer track de Corazones marcaría pauta para la generación del pop chileno 20 años más tarde. Alex Anwandter fue más elocuente al respecto: “En la radio ‘Con suavidad’ / Y Jorge me canta “repítelo, repítelo (preciosa)”, cantaría en ‘2, 3, 4, 5, 6’.
Corazones rojos
La crítica irónica al machismo y el patriarcado que solo un artista adelantado y sensible como González pudo escribir aún en dictadura (inicialmente, para el colectivo Cleopatras). ‘Corazones rojos’ es una cruda proclama pública pro-feminista, “una canción crítica donde yo me pongo adentro de eso”, decía el mismo autor ante una Quinta Vergara rendida a sus pies ya en 1991. Su caja de secuencias más la batería van marcando el ritmo, que explota en el estribillo con detalles en teclado y más adelante con unos efectivos riffs de guitarra (que en vivo eran más intensos y protagónicos), mientras González grita y repite “hey mujeres”. Aquella figura melódica años después resurgió en otro himno feminista: “el violador eres tú”. Y no me digas nada a mi.
Cuéntame una historia original
Una suerte de segunda parte de ‘Amiga mía’ (a quien nombra ya en el tercer verso), ‘Cuéntame una historia original’ cambia la melancolía y la pasión de sus predecesoras por hastío e ironía. Un González en plena explosión, fragilidad y, sobre todo, en constante exposición. La ilusión se quiebra y reacciona con la aspereza del rap desde el segundo cero. “No te enojes por lo que te digo, pero creo que no tienes idea de nada”. El lado A finaliza con amargura, preparándonos para lo que será su confesión más desgarradora. Será mejor comprar chocolates.
Estrechez de corazón
Una pequeña ópera barroca de synthpop que reúne todo el concepto Corazones: los sintetizadores prestados del house y el pulso de exportación primermundista; la pasión latina de las guitarras acústicas y el ímpetu performático del romancero iberoamericano; una historia dramática que tensiona el amor desde lo más visceral, llegando a los confines de la violencia sin caer en clichés o hacer apología sobre aquello; un videoclip que terminó por patentar el imaginario visual de Corazones. Jorge confesó que no le gustaba cantarla porque era muy exigida para él. Cómo no, si la voz que se desangrada de los últimos minutos continúa resonando aun después de terminada la canción.
Por amarte
Una de las canciones más sutiles en la melodía, pero profundamente corrosiva en su letra, abordando elementos como el suicidio, la locura y la propiedad en contexto de sexo y lágrimas. Políticamente incorrecta que, de no estar bien escrita, envejecería como un reducto inmoral y manual sobre toxicidad en las relaciones de pareja. Tal vez intuitivamente Jorge se nutre del arquetipo junguiano de las sombras que habitan en el inconsciente y que permanecen latentes aun cuando afloran las luces del ser humano. Por eso es íntima y emerge como una pausa reflexiva entre ‘Estrechez de corazón’ y ‘Noche en la ciudad’. Traumática, atemporal y perfectamente pudo ser single.
Noche en la ciudad (Fiesta!)
Bailable hasta decir basta, en esta canción González vuelca toda su devoción por el techno. Pero el compositor, como en todas las canciones del disco, tensiona esa carga adrenalínica con su contenido. ‘Noche en la ciudad’ es LA canción política de Corazones, el punto de intersección con su anterior obra y la prueba que, pese a toda la depresión y desamor que exuda el álbum, aún está mirando al Chile que intenta quitarse la sombra de la dictadura, que había aniquilado la noche como un espacio de entretención y esparcimiento. En nuestros tiempos de cuarentena y toque de queda, los versos de su estribillo cobran más vida que nunca: “Noche en la ciudad todo el mundo a descansar / Noche en la ciudad y mañana a trabajar”.
Es demasiado triste
El tono dramático de Corazones alcanza su clímax al final. ‘Es demasiado triste’ es un sufrido y orquestado vals, a medio camino entre canciones como ‘Little 15’ o ‘Dressed in black’ de Depeche Mode, e ‘Hijo de la luna’ y ‘Tiempo de vals’ de José María Cano, hits indiscutidos popularizados por Mecano en 1986 y Chayanne en 1990, lanzado tres meses después de Corazones. González despide la época de oro de la banda con una canción que puede parecer extraña y alejada del tenor del resto del álbum, pero no es más que un indicio más de su infalible olfato pop. “Nunca he hecho una canción, ni antes ni después, tan especial como esa”, diría casi 25 años después.