Plásticos en Chile y el mundo: la pandemia que no queremos ver
La primera bolsa plástica introducida en el mercado estadounidense y en el mundo, fue fabricada por la compañía transnacional petrolera Mobil el año 1976 (hoy ExxonMobil). Desde allí en adelante, las bolsas plásticas se transformaron en un elemento omnipresente no solo en la vida de las personas, sino que, en la vida de todos los seres vivos del mundo, no importa lo recóndito del lugar donde vivan.
Debido a que el plástico se fabrica a partir del petróleo y derivados, su control es extremadamente difícil. Imaginen una industria tan poderosa como la petrolera, uniendo fuerzas con Coca Cola, Unilever, Nestlé, Procter and Gamble, entre otros. El año 1969 se celebró la Primera Conferencia Nacional sobre Residuos de Empaque en la Universidad de California, donde participaron representantes de las trasnacionales Dow, DuPont, Mobil, American Oil Company (AMOCO), Chevron, the Society of the Plastics Industry y Procter & Gamble, quienes reconocieron el poderoso motivo para promover embalajes plásticos de un solo uso: por cada botella retornable que se retira del mercado, se venden 20 botellas desechables.
Si bien, ya en esos esos años existía evidencia científica sobre los impactos del plástico en el la salud de las personas, el medio ambiente y los océanos, las ganancias económicas fueron, y son, un incentivo mucho mayor para estas grandes compañías. Estudios realizados por el movimiento Break Free From Plastic, que agrupa a organizaciones y personas de todo el mundo, muestran que las 10 compañías que más contaminan el planeta con sus residuos plásticos son (en este orden): Coca Cola, Pepsi, Nestle, Danone, Mondelez International, Procter and Gamble, Unilever, Perfetti van Melle, Mars Incorporated y Colgate-Palmolive.
Estas empresas han intentado sistemáticamente responsabilizar a los consumidores de la invasión del plástico en los ambientes naturales. Y sí bien como consumidoras y consumidores tenemos una responsabilidad en ello, esta es mínima frente a la que corresponde a quienes deciden seguir poniendo estos productos en el mercado, sin consideración a las consecuencias, traspasando los costos del manejo de los residuos a los gobiernos locales y a las comunidades que deben asumir los costos ambientales en sus propios territorios.
Higienismo, salud y plástico
La evidencia de los impactos del plástico en la salud de las personas y el ambiente, ha provocado reacciones tanto a nivel ciudadano como gubernamental e intergubernamental. El hecho de que un objeto plástico pueda tener una vida útil de 5 minutos, pero una permanencia en el ambiente de cientos y tal vez miles de años (como la cucharita para el helado, o una bombilla, o la tapa del vaso desechable de café), nos indica claramente que debemos asumir un cambio drástico no solo en nuestros hábitos de consumo, sino que sobre todo de producción.
El plástico no solo genera problemas cuando se transforma en residuo, sino que los problemas se suman a lo largo de toda la cadena para su producción: desde la extracción del petróleo –más aún cuando ésta se realiza a través del fracking donde se usan más de 170 sustancias químicas tóxicas para fracturar las roca madre y extraer los hidrocarburos— pasando por el procesamiento y manufactura donde se emiten sustancias tóxicas como el benceno (cancerígeno) y se vierten al mar millones de bolitas de plástico virgen, incluyendo el uso del plástico que nos pone en contacto con sustancias tóxicas a través de la piel, las vías respiratorias y vía oral; para finalmente terminar transformándose en basura que se acumula en vertederos, rellenos sanitario, playas, ríos, océanos, o en el peor de los casos en incineradoras.
Al incinerar el plástico se generan nuevas sustancias cancerígenas que se liberan al ambiente en forma de nanopartículas capaces de atravesar todas las membranas del cuerpo humano una vez inhaladas. Pero lamentablemente ese ni siquiera es el fin de la historia. Una vez transformado en basura, el plástico llega a nosotras/os de una u otra forma. Según la WWF, una persona ingiere alrededor de 5 gramos de plástico a la semana, algo así como una tarjeta de crédito. Esto a través del agua que tomamos, de la ropa que usamos y la comida que ingerimos.
Convenio de Basilea y Chile en la OCDE
Una de las acciones que se han desarrollado últimamente en el ámbito de la legislación internacional y que muestran la creciente conciencia de los países sobre el problema del plástico en el mundo, es la modificación del Convenio de Basilea para la incorporación de la regulación de los movimientos transfronterizos de plástico no reciclable.
Chile ratificó en 1992 este convenio, pero hoy como país de la OCDE está sujeto a lo que este organismo decida sobre cómo implementar esos cambios al convenio. Estados Unidos, que no es suscriptor del Convenio, está presionando a la OCDE para que no se adopten los cambios en los países miembros de esta organización. Ante esta situación, y con el fin de evitar que los países ceden a las presiones de Estados Unidos y su industria química, la Alianza Basura Cero Chile envió a la Ministra de Medio Ambiente Carolina Schmidt, una carta solicitando que Chile abogue en la OCDE por la completa adopción de los cambios al convenio de Basilea, los que apuntan a responsabilizar a los Estados y las empresas frente a los residuos que deben manejar para proteger la salud de las comunidades, personas y el medio ambiente.
Todo esto, en un contexto donde la pandemia por COVID-19 está retrotrayendo los avances en legislación y comportamiento para reducir el consumo de plásticos desechables. Los guantes de latex y mascarillas plásticas (aunque sean de tela, esta tela es frecuentemente plástica) son artículos de desecho que se han transformado en cotidianos, y que se pueden ver tirados en las calles de todo Chile. En este sentido, es importante destacar que en el parlamento se discute la ley que podría prohibir los plásticos de un solo uso en Chile, pero hoy se le introdujo una cláusula que extiende su uso en caso de emergencias sanitarias como la que hoy vivimos.
Basura Cero, la real solución
La mejor forma de manejar los residuos, es no generarlos. Este es el corazón de la estrategia Basura Cero que la Alianza Basura Cero Chile y cientos de organizaciones promueven en el mundo. Basura Cero implica tomar conciencia de que todo lo que botamos al tacho de la basura, proviene de nuestros bienes naturales comunes: la naturaleza, y que estamos transformando al planeta en un gran basurero, o cenicero en el caso de las incineradoras.
Afortunadamente, cada vez son más las ciudades del mundo que están adoptando como estrategia social y ecológica el concepto Basura Cero, y al mismo tiempo transformando sus comunidades en unas más conscientes con el ambiente, con su prójimo, generando empleos, ahorrando dinero municipal para reinvertirlo en programas de educación ambiental, áreas verdes e infraestructura.
En Chile, mientras avanzamos (demasiado) lentamente hacia allá, podemos comenzar implementando Basura Cero a nivel individual, familiar y comunitario siguiendo la siguiente jerarquía de acciones: EVITAR - COMPOSTAR - REPARAR - REUTILIZAR - REDUCIR - RECICLAR.
Además, es importante que cada vez que recicles, entregues tus materiales a las/os recicladoras/es de base, que han sido la espina dorsal del reciclaje en el mundo por décadas sin apoyo institucional y escaso reconocimiento social. Hoy las y los recicladores de base de Chile y el mundo se encuentran en una situación extremadamente compleja y vulnerable, ya que por la naturaleza de su trabajo se encuentran expuestas/os al contacto con el virus COVID-19, y no pueden quedarse en casa. Por eso, la Alianza Basura Cero Chile ha iniciado la campaña “Apoya a l@s reciclador@s, a quedarse en Casa”, donde puedes transferir recursos que irán en directo beneficio de las recicladoras y recicladores más vulnerables para que puedan pasar una cuarentena segura. Estamos en deuda, con el planeta y con l@s reciclador@s. Comencemos a pagarla hoy
Es posible cuidarnos y cuidar el planeta al mismo tiempo. Una cosa es imprescindible para la otra. Es el tema que mueve a la organización “Health care without harm” o Salud Sin Daño, que desde hace décadas intenta elevar la conciencia sobre los daños al ambiente (y por ende a la salud de las personas) que el sistema médico occidental genera con sus métodos desechables y con la incineración de residuos hospitalarios. ¡No ponga cloro a las bolsas de basura, ni use mascarillas ni guantes desechables! Es mucho mejor para el ambiente y la salud de las personas simplemente limpiar los objetos y nuestras manos y rostro con agua y jabón, y usar mascarillas lavables y reutilizables.