Un abrazo fraterno a la “mala madre”
Hemos crecido con los estándares por los cielos sobre cómo debía ser tu madre para lograr conseguir ser una buena madre.
Cocinar, lavar, planchar, cuidar de su familia y dedicarse a la crianza por completo. Apoyar a su esposo, estar detrás de él frente a todas sus necesidades desde el trabajo doméstico hasta la crianza completa de tus retoños.Una mujer ideal que dejaba todo por sus hijos, que entregaba cada energía para la crianza, que debía cumplir con los estándares de una buena mujer, limpia, obediente, trabajadora y sobre todo cuidadora.
Estándares propios de una cultura machista y patriarcal donde la mujer debe posponer sus sueños por la maternidad. Y el hombre es simplemente invisibilizado en la crianza y anulado por completo su rol parental.
Muchas veces hemos escuchado el mala madre en nuestras mesas. Evaluaciones que venían de nuestro entorno femenino o masculino más adulto o en la boca de nuestras abuelas o abuelos, quienes evaluaban constantemente el comportamiento de mujeres.
Nunca comprendimos la infelicidad de esas mujeres, quienes en el puchito con el café dedicaban un tiempo para ellas misma. Muchas veces ellas pospusieron su felicidad, por los altos estándares para poder sostener una familia feliz.
Pese aquello, el tiempo nos dio la razón y pudimos ampliar nuestra mirada violeta. Transformando nuestra realidad desde la vereda del feminismo y los derechos de las mujeres.
Porque la existencia de una mujer no se reduce sólo a la crianza sino que se complementa con sueños, aspiraciones y deseos de crecimiento tanto intelectual como espiritual.
En ese sentido, los invito a ampliar la mirada de su propia historia, ver sus heridas de la infancia, comprender su entorno y las cargas históricas de abusos y sometimiento que como mujeres llevamos y probablemente nuestras madres vivieron.
Es fundamental una maternidad deseada y consciente, pero no simplemente con el rol de la súper mamá a la vista sino con una relación donde ambas partes cumplan deberes de cuidado y aseo en el hogar. No simplemente reducirlo a una labor femenina.
Estamos viviendo cambios, el mundo nos hizo parar por completo, por lo mismo debemos reestructurar nuestra historia, ver nuevos caminos.
Finalmente, las nuevas generaciones serán más felices desde su infancia si crecen en un entorno de mujeres realizadas en distintas áreas de sus vidas. Los invito a comprender que la maternidad es una gran responsabilidad pero siempre es compartida, ambas partes son fundamentales en el desarrollo de los niñ@s.
Y si no hay mamá, puede haber abuela y sino un gran papá porque para generar seres humanos íntegros sólo depende de la contención que se les entregue en su contexto para poder dar lo mejor de sí.
Un abrazo a las malas madres que quizás no pospusieron sus sueños, no cumplieron los estándares o simplemente no encajaron en este modelo.