Sepulturero brasileño abrumado frente a la amenaza del COVID-19: "Sólo espero que esto pase pronto"
Ulisses Xavier lleva 16 años trabajando como sepulturero, por lo que está acostumbrado a tratar con la muerte. Sin embargo, nunca le había tenido que inhumar a decenas de personas en fosas comunes, como ha debido hacerlo en tiempos de coronavirus en el país de Sudamérica que lidera en cifras alusivas a la pandemia.
Y es que el coronavirus colapsó el sistema de salud de Manaos, la capital del estado brasileño de Amazonas, triplicando el número diario de decesos hace ya varias jornadas.
"Cuando comenzó el aumento de entierros me asusté, ahora me acostumbré, siento que disminuye poco a poco. Sólo espero que esto pase pronto", asegura Ulisses en el cementerio público Nossa Senhora Aparecida de Manaos en declaraciones recogidas por la Agencia AFP.
El promedio diario de muertos en esta ciudad de 2,1 millones de habitantes pasó de 30 a 100 en época de coronavirus. Manaos lidera el índice de mortalidad de una capital en Brasil a causa de esta enfermedad, con 6.034 contagios y más de 600 muertos al viernes de la semana en curso.
A causa del Covid-19, Ulisses, de 52 años, tuvo que hacer cambios importantes en su rutina. Al incremento de horas de trabajo, se adiciona el uso obligatorio de un equipo de protección para evitar contagiarse, además de la toma de una serie de resguardos para no llevar el virus a su domicilio.
"Tengo miedo de llevar la enfermedad dentro de mi casa, trabajo en un área de gran riesgo de contaminación", testimonia.
Durante algunas jornadas de trabajo debe bajar los ataúdes hasta instalarlos en las fosas comunes que comenzaron a abrirse hace semanas en el cementerio de este lugar, un sistema que se implementó producto de la saturación del sistema de salud, que ya no da abasto para atender a decenas de pacientes, lo que redundó el un fatal efecto. Decenas de personas empezaron a fallecieron en sus casas, sin que sus familias ni siquiera llegaran a enterarse si el Covid-19 fue la causa del deceso de sus seres queridos. Una realidad tan brutal como conmovedora.
En otras oportunidades, este sepulturero debe cavar tumbas individuales. Después de hacer cinco, termina muy agotado.
Un estricto y sagrado ritual
Ulisses y un grupo de sepultureros también se encargan de la manufactura de marcos y cruces de madera que algunas familias de los fallecidos compran para identificar las tumbas de sus deudos, lo que se traduce en un ingreso extra para complementar su salario.
Los marcos y cruces, más económicos que una lápida, se pintan de celeste o azul. Luego, Ulisses escribe con pintura negra el nombre del fallecido y la fecha de nacimiento y muerte. La pandemia lo ha llevado a duplicar la producción: antes cada uno de ellos comercializaba tres unidades al día, hoy venden el doble.
Este sepulturero reflexiona acerca de la tragedia en Manaos que ya lo ha hecho incluso perder a algunos amigos y vecinos a causa del virus originario de Wuhan.
Su hermano Hércules, de 53 años, tiene síntomas del virus, por lo que sus sospechas acerca de un contagio, son evidentes. Esta contingencia ha llevado a que ahora se saludan a través del muro que separa sus casas.
Al final de cada extensa jornada, Ulisses regresa en bicicleta a su domicilio y cumple un estricto y sagrado ritual de limpieza.
"Llego a casa, me saco la ropa, entro al baño, me ducho y lavo mi ropa. Sólo después de eso, voy a abrazar a mi hija y a mis nietas", cuenta Ulisses. Respecto de su cónyuge, asegura que se cambió temporalmente para no contraer el virus que ha cobrado ya más de 10.000 vidas en el país del Cristo Redentor.