Fundación Juan Luis Martínez y demanda contra la Universidad de Valparaíso: "Aquí hubo cosas que se hicieron sin permiso"
Juan Luis Martínez (1942-1993) declaraba sin problemas y con agudeza su intención de desaparecer como autor, por eso tachaba su nombre y firmaba como (Juan Luis Martínez) y (Juan de Dios Martínez). Ese gesto deconstructor atraviesa una obra compuesta por dos míticos libros publicados en vida, La nueva novela (1977) y La poesía chilena (1978). En ambos casos fueron autoediciones casi elaboradas artesanalmente por él mismo, libros objeto con copias limitadas que regalaba o vendía en persona a precios habitualmente altos. Juan Luis Martínez construyó su legendaria imagen de radical intransigente en la provocación sistemática, en esa actitud de negación de los conceptos monolíticos de Autor y de Obra. Y todo indica que con una maestría sin igual previó continuar en esa actitud tras su muerte, prolongándola o extendiéndola como una ética, como una mancha de aceite o como un virus desde el más allá, hasta tocar a todos quienes quisieran o intentaran mantenerlo espuriamente vivo, como Autor o como Obra.
Así, la desazón ha cundido entre sus críticos, estudiosos y editores póstumos, como una maldición o una venganza, o la única forma posible de la no-obra real. Porque en lo concreto, ninguno de sus dos libros se encuentran fácilmente en alguna librería o biblioteca; los ejemplares accesibles tienen un absurdo precio de coleccionista, y en algunos intentos de publicar sus libros en formato tradicional, los editores han salido mal parados.
Tras su muerte, la Fundación Juan Luis Martínez, encabezada por Eliana Rodríguez, su viuda, y por Alita Martínez, su hija, solo ha autorizado la publicación de tres libros póstumos: Poemas del otro (Ediciones UDP, 2003), Aproximación del Principio de Incertidumbre a un proyecto poético (Ediciones Nómade, 2010), y El poeta anónimo, o el eterno presente de Juan Luis Martínez (Ed. Cosac Naify, 2012, Brasil). Amén de una reedición facsimilar el 2017 de La Nueva Novela, que incluía unas reveladoras anotaciones inéditas de su autor con lápiz pasta azul en los márgenes y solapas.
No es dinero el asunto
Actualmente hay una demanda en curso contra la Universidad de Valparaíso y su sello editorial por la publicación del ensayo Juan Luis Martínez, poeta apocalíptico de Jorge Polanco. Los ejemplares fueron retirados y se pide sean destruídos, además de una indemnización de $400 millones de pesos por usar y manipular imágenes de los libros de JLM sin autorización. A través del diario El Mercurio los editores de la UV, Ernesto Pfeiffer y Cristián Warnken (quienes se excusaron de dar declaraciones para esta nota), señalaron cautelosos que aún no han sido notificados de la acción legal, de modo que no pueden declarar nada al respecto más que reinvindicar el rigor y la seriedad con que han obrado en promoción y divulgación de la obra de autores como Martínez.
“Juan Luis Martínez, poeta apocalíptico fue terminado de escribir el 2014 y la editorial UV se interesó ya en esas fechas(…). Finalmente, fue publicado el 2019 con un prólogo de Pablo Oyarzún. La pasé muy mal cuando se armó el lío entre la Fundación y la editorial de la UV, pero vino el estallido social y me pareció indolente estar preocupado por un libro cuando en Chile sucedían acontecimientos más urgentes y fundamentales. En Valdivia, donde vivo actualmente, ya hay personas que pasan pidiendo comida por las casas y a algunas amigas –en otros lugares– se le han muerto personas cercanas. ¿Es necesario seguir describiendo? Hace ya tiempo que considero el actual ambiente poético patético y neoliberal, y eso significa también que en el fondo es tragicómico, pero con el tiempo cada vez lo encuentro más banal y la pandemia solo ha venido a confirmarlo”, señaló el autor del libro, el poeta y académico Jorge Polanco, en su cuenta de Facebook.
En el aludido artículo de El Mercurio, el periodista Roberto Careaga, quien trabaja hace algunos años en una biografía de Martínez, escribió que la Editorial UV había retirado de librerías las copias del libro de Polanco en septiembre, tras más de una reunión entre la viuda e hija del poeta y representantes del sello editorial universitario, en las que no lograron llegar a acuerdo. “Es un enorme atentado en contra de la memoria de Juan Luis Martínez, quien nunca fue apoyado por ninguna editorial. Ahora que su obra se ha convertido en un legado para el país y es reconocido internacionalmente, en Chile siguen sin respetarlo. Tampoco tiene ningún cuidado con su trabajo, las manipulaciones a sus obras en este libro son una aberración”, dice la hija de Juan Luis, Alita Martínez, en la nota citada (donde aparece como Aída Martínez, su nombre para “efectos legales”, en lo que parece inscribirse en la larga lista de jugarretas con el nombre propio enunciadas desde la obra del padre).
El libro de Polanco es un ensayo que incluye gran cantidad de citas a JLM a través de reproducciones de varias páginas de sus libros, sumando en total 89 imágenes de poemas y piezas gráficas. Pero su familia no había autorizado a la editorial para que reprodujera ninguna página ni obra. “Nosotros queremos arreglar las cosas, no hay una guerra. El monto que se ha hablado, de $400 millones, lo define la ley, no nosotros. Esperamos llegar a un arreglo. Nos han insultado, nos han tratado super mal y le están echando la culpa al empedrado. He recibido tanta mala onda hacia mi persona y la fundación, y creo que hay una gran confusión, porque hay un trabajo de un ensayista que no es ningún problema, eso no está en cuestión. Aquí hubo cosas que se hicieron sin permiso. Y estamos tratando de hablar con ellos sobre eso”, señala Alita Martínez a El Desconcierto, en representación de la Fundación Juan Luis Martínez. Quizás injustamente convertida en una institución malquerida e incomprendida en su celo por muchos de los émulos, estudiosos y amantes de JLM, la fundación se empecina en velar por lo que denominan “el alma del autor”. “¿Por qué no podemos defenderlo? –se pregunta Alita, y ella misma responde–. Yo creo que hay mucho desconocimiento de lo que sucede. Se está discutiendo quiénes están velando por el justo derecho de mantener la obra en su pureza, mantener el alma del autor, y nosotros somos los llamados a velar porque eso suceda así. Siempre va a traer polémica, que somos egoístas, y no es así, la obra de Martínez está liberada, está en la página web y es gratuita en PDF. Acá no es dinero el asunto. En algún momento lo van a entender. Juan Luis Martínez genera mucho movimiento y eso va a seguir sucediendo. Tiene esa magia. Genera pugnas, bandos, discusiones permanentes, y todos los años vuelve a suceder algo. Yo veo mucho amor por la obra de Juan Luis Martínez, pero que se vuelve un amor egoísta, como que contra viento y marea quieren hacer algo, se saltan protocolos y generan este tipo de problemas, o se les pasa la mano.”
Las confusas señales de Juan Luis
Las polémicas de JLM después de muerto son varias, dejando con un pie en falso a editores y críticos. El caso de Poemas del otro es un bochornoso episodio para el académico Cristóbal Joannon y Ediciones UDP, quienes como sabuesos tras un inédito, accedieron al material que les entregó la Fundación JLM y adquirieron los derechos para publicar esos textos que el poeta había guardado entre sus papeles y archivos. Estaban escritos con su pluma y letra. Soprendía sí, que se trataba de una poesía de hondo lirismo que nada tiene que ver con el trabajo de Martínez. En el ensayo y prólogo de ediciones UDP, Cristóbal Joannon aventuró una explicación teórica para esa curiosidad, anomalía o jugarreta del autor. Casi diez años más tarde, el investigador norteamericano Scott Weintraub descubrió que eran textos del poeta suizo catalán Juan Luis Martines, ese era el autor real de aquellos poemas de hondo lirismo. El “otro” Juan Luis solo los había traducido, sin indicar nada más.
No sería todo para Weintraub, que publicó su libro La última broma de Juan Luis Martínez, con Editorial Cuarto Propio el 2014. Tres años más tarde el editor Pedro Montes de Galería D21, espacio de artes visuales con un sello editorial, accedió gracias a Eliana Rodríguez a un ejemplar de La Nueva Novela que contenía anotaciones del propio Juan Luis con lápiz pasta azul. Se publicó, se lanzó y distribuyó hasta que un año después apareció un joven estudioso que había tenido cercanía comprobada con Juan Luis, se llamaba Ricardo Cárcamo y reclamó como suyas esas anotaciones. Era sorprendente la similitud de sus caligrafías. Weintraub, que ya había pesquizado un chascarro, entrevistó a Cárcamo sin poder salir de la duda. Son mías, porfió Cárcamo. Montes, que a lo largo de los años ha sido el editor más cercano a la Fundación, sigue creyendo que las anotaciones sí son de JLM, pero prefirió retirar todos los ejemplares del mercado para no deberle nada a Cárcamo.
La desaparición de una familia
Si en el panorama poético chileno hay un antipoeta como Parra, un expoeta como Pepe Cuevas y un súperpoeta como Zurita, ¿qué lugar le corresponde a JLM con su nombre tachado y su obra tan breve como inabarcable y aún viva más allá de la muerte? Un lugar sin duda en la paradoja de difuminarse y volverse más nítido. Su ausencia lo visibiliza. Alguien que buscó desaparecer no como un Houdini o un Copperfield, sino políticamente, como un acto de protesta en un país en que los desaparecidos fueron y aún son una de las muchas caras reales de lo criminal.
En el extremo opuesto a las animitas o los museos de cera, ni como Romualdito ni como Camiroaga, JLM vive hoy y a su paso se sigue armando lío. Me atrevo a proponer que el poeta que montó los dispositivos para seguir desapareciendo más allá de su muerte y del fin de su obra como huella material, advirtió a su familia –y entiendo por ello no solo a sus herederos y miembros de la Fundación, sino a la creciente corte de admiradores y amantes de su obra– que al menor descuido confundirían las señales de ruta y de esta vida al fin, habrían perdido toda esperanza.
Ver el documental Señales de ruta de Tevo Díaz en vimeo