Trabajos feminizados en la pandemia: remunerados y no remunerados
Esta crisis sanitaria desatada por la pandemia COVID-19 ha evidenciado de sobremanera la posición estratégica de las mujeres en el ámbito laboral, doméstico y de cuidados y, con ello, el fundamental aporte de las mujeres en la economía mundial, tanto en su dimensión productiva como reproductiva. Esta evidencia nos llama a superar el modelo neoliberal en Chile, teniendo en perspectiva una economía de género para el futuro.
Las mujeres sostenemos el sistema de salud. Según datos de la Superintendencia de Salud (2017), hay 437.337 técnicos y profesionales de salud inscritos en el Registro Nacional de Prestadores Individuales de la Superintendencia de Salud, de los cuales 76% son mujeres. Sin embargo, existe una brecha de género profesional en el área. El estudio identifica que solo el 41% de médicos cirujanos son mujeres, mientras este porcentaje es de 83% en el grupo de auxiliares y técnicos, según datos del Minsal (2017).
Las mujeres sostenemos el sistema de educación. La suspensión de clases presenciales en contexto de pandemia pone de manifiesto que quienes asumen principalmente la tarea social de formación educativa de los niños, niñas y adolescentes, son las mujeres. En este sentido, la página del Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas del MInisterio de Educación, da cuenta que el 73% de la dotación docente del sistema escolar son mujeres (171.650 personas) y 27% son hombres. En la educación parvulario el porcentaje de mujeres llega a casi al 100%, en el grupo asistentes de la educación, las mujeres representan el 74% y en la matrícula de pregrado en carreras del área educación, el 73%.
Las mujeres sostenemos a otras familias. Las trabajadoras de casa particular han hecho alzar la voz por la situación de precarización y falta de protección ante esta pandemia. De acuerdo a cifras entregadas por el INE en 2019, 296.548 personas se encuentran trabajando bajo la modalidad de trabajador o trabajadora de casa particular, y de ellos, 138 mil recibe menos del salario mínimo, mientras que otros 120 mil se desempeñan sin contrato de trabajo. De este número total, según cifras de la Fundación Sol (2015), el 97% son mujeres.
Pero, además, las mujeres sostenemos las labores domésticas y de cuidados de manera no remunerada. Fundación Sol, en el estudio “No es amor, es trabajo” (2020), concluye que del total de personas que se encuentran inactivas por tener que realizar quehaceres en el hogar, un 96,6 % son mujeres y sólo un 3,4 % hombres. Sumado a ello, las mujeres ocupadas trabajan, en promedio, 41 horas a la semana en tareas de trabajo no remunerado, es decir, una jornada laboral más por semana. Los hombre sólo destinan 19,9 horas en promedio.
Esta feminización del trabajo reproductivo acompaña a las mujeres hasta la vejez. Según la Encuesta de Calidad de Vida del Adulto Mayor e Impacto del Pilar Solidario realizada por la Subsecretaría de Previsión Social en 2018, los hombres adultos mayores dedican 11 horas semanales a quehaceres domésticos, mientras que las mujeres casi duplican este tiempo (20 horas) y las labores de cuidado, también están fuertemente concentradas en las mujeres (29%) y menos en los hombres (19%).
Estamos hablando de cocinar, planchar, ir de compras, llevar a los hijos e hijas al colegio, lavar la ropa, la loza, cuidar de los abuelos y abuelas, cuidar a personas enfermas o con alguna discapacidad, además de la gestión mental que supone organizar el tiempo, planificar, coordinar tareas y supervisar las de otros.
En términos económicos, Comunidad Mujer publicó los resultados de su estudio sobre Trabajos Domésticos y de Cuidado No Remunerados, el cual evidenciaba que dichos trabajos equivalen casi el 22% del PIB de Chile. Esto supone que el trabajo reproductivo aportaría a la economía más que los servicios financieros y empresariales, que hoy ocupan el segundo lugar con apenas el 11.8%. En el mismo sentido, pero a nivel global, Oxfam Intermón en su informe “Tiempo para el cuidado” (2020) afirma que las mujeres y niñas dedican 12.500 millones de horas diarias a ese tipo de trabajo lo que sería equivalente a una contribución a la economía mundial de al menos 10,8 billones de dólares anuales.
Esta crisis nos llama a reconocer que las mujeres siempre hemos estado en primera línea. Nos llama a replantear el modelo económico que nos rige y que desprecia e invisibiliza las labores a las que históricamente las mujeres hemos sido relegadas. Esta crisis nos llama a poner de relieve las tareas de sostenibilidad de la vida en todas sus dimensiones. De esta crisis no salimos con las mismas respuestas de hace 40 años. De esta crisis salimos con feminismo, haciéndole frente a la división sexual del trabajo, la discriminación y la incapacidad del modelo neoliberal de asegurar una vida digna para todos y todas.