"Honorables", un thriller político sobre la seducción del poder en la Cámara de Diputados

Por: Elisa Montesinos | 23.03.2020
El segundo libro de la periodista y escritora Rossana Dresdner es un thriller político que se desarrolla en la Cámara de Diputados de Chile, donde la seducción del poder sobre el ser humano, más que las convicciones políticas, determina el quehacer de la institución. Escrita a partir de la experiencia de la autora siendo directora de Comunicaciones de la Cámara de Diputados de Chile y posteriormente asesora de su presidencia durante tres períodos, cualquier parecido de "Honorables" (LOM Ediciones) con la realidad es mera coincidencia. Aquí presentamos un adelanto.

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Lo vi entrar. No lo conocía personalmente, pero ubicaba de nombre a Dalmazzo, diputado de la Democracia Cristiana, conocido por sus polémicas declaraciones a la prensa. Me puse de pie para recibirlo. También Bernardo.

-Diputado, qué gusto tenerlo por acá...

-¡Ah! Ud. es la nueva Jefa de las Comunicaciones –dijo sin mirarme. Quería conocerla. Me dicen que la eligieron por sus antecedentes profesionales.

-Entiendo que sí, diputado…

-Bueno, yo vengo a darle un consejo, en el fondo, a hacerle un favor, porque usted es nueva acá, y porque me dicen que tiene la idea de hacer muchos cambios en Comunicaciones.

-Esa es la idea, diputado.

-Escúcheme: acá llega mucha gente que cree que sabe mucho, que trae postítulos, doctorados y una montonera de esos diplomas que acá no sirven de nada. ¿Sabe por qué? Porque en la Cámara, los únicos que sabemos algo somos nosotros, los diputados…¿Me entiende? Así es que no se las dé de inteligente, ni innovadora, ni nada, Usted se limita a hacer lo que le decimos los diputados y no va a tener problemas. Y no se ponga a hurguetear tampoco. No es necesario.

Sentí un aire caliente subiendo por las mejillas.

-Disculpe diputado, no entiendo por qué me está diciendo esto. Estoy segura de que usted todavía no sabe lo que voy a proponer, lo que voy a presentar la próxima…

-Es que no me está escuchando –interrumpió–. Le estoy diciendo que usted no está acá para proponer nada. Usted está acá para hacer lo que le digamos los diputados. Así es que no ande pensando en lo que va a cambiar. Tómelo como un consejo. Si no lo entiende le va a ir mal. Hasta luego.

Se dio media vuelta y salió de mi oficina. Yo me quedé mirando el umbral de la puerta. No sabía si sentarme o seguir de pie. Afuera, los periodistas de mi equipo seguían trabajando como si nada hubiera pasado. Como si nadie hubiera escuchado nada.

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El timbre intermitente que avisa a los diputados del próximo inicio de la sesión sonó por tercera vez. Se escuchaba en todo el edificio del Congreso: en el hall El Pensador, donde estaba la prensa, en las oficinas de los diputados y del personal administrativo, en los comedores, las cafeterías, los ascensores, el gimnasio, los estacionamientos, la peluquería. Y también en la Sala de Prensa del segundo piso, donde estaba Matías Tello.

Se paró de su escritorio y se dirigió a las escaleras que llevaban a las tribunas sobre la Sala de Sesiones. 

Llegó a La Crónica hace cinco años, después de haber pasado por varios medios escritos y radiales. Aunque se consideraba buen periodista, no había destacado demasiado. Le había prometido a su editor –y a sí mismo– que si lo destinaban al Congreso, haría la diferencia. Lo hizo bien al principio, con un par de notas que lograron cierta connotación, pero luego había pasado por un largo periodo sin publicaciones relevantes. Hasta fines del año pasado, cuando nuevamente logró notoriedad con un reportaje sobre los privilegios de los honorables. Pero de eso ya varios meses. Necesita golpear de nuevo. Su propio editor se lo había dicho.

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- ¿Hace cuanto llegaste a la Cámara, Javiera? –me preguntó Francisca cuando estuvimos en su oficina.

-Hace dos meses. ¿Por qué?

-Sólo quería saber… –respondió–. Tú entiendes que el Presidente es la máxima autoridad de la Cámara, ¿verdad? Es decir, tu jefe…

Me sentí incómoda.

-Bueno –continuó– el Presidente quiere dar un sello a su gestión y tiene muy claro que para eso las comunicaciones son fundamentales. Entonces, la idea es que trabajemos juntas.

-Claro, yo tengo más o menos lista la propuesta, que se basa en cuatro ejes…

-Sí, te entiendo –interrumpió–. Mira, Javiera, te propongo que trabajemos juntas en función de temas concretos que al Presidente le interesan. Hay que hacer un plan de prensa porque queremos muchas entrevistas, en lo posible en televisión, y mucha presencia pública. No nos interesa que aparezca como diputado PPD, con temas del partido, sino como Presidente de la Cámara. Un hombre de Estado.

-Entiendo…

-Y quiero ser franca: no sé cuáles son tus propósitos ni tu agenda, pero sí sé cuáles son los de mi jefe. Y no tenemos cuatro años para implementar largos procesos de reestructuración organizacional o cosas por el estilo. Necesitamos hechos, logros, eventos y titulares…¿se entiende? Él quiere ser senador…Y por supuesto quiere ser un buen Presidente, pero no olvidemos el contexto.

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¿Un sistema de préstamos, en 28 meses, sin intereses? ¿De dónde había salido eso? 

El diputado Müller estaba indignado. Todo este tiempo creyendo que tenía el sartén por el mango, que su bancada era de las más, sino la más, beneficiada de la Cámara. Hasta ahora pensaba que ese era el acuerdo con Catalán a cambio del apoyo del grupo más importante de diputados. Y resulta que había beneficios tan o más interesantes que los que ellos tenían, de los cuales él ni siquiera estaba al tanto. Al parecer el acuerdo era con RN, la DC, el PR. ¿Sería verdad?

Esta mañana, a primera hora, leyó con atención el reportaje de La Crónica: “Auditoría externa revela entrega de “préstamos” a diputados financiados con recursos del Congreso”. Transacciones absolutamente informales y fuera de norma, en las que los diputados accedían a grandes sumas, a veces hasta seis sueldos, por adelantado, sin cobro de intereses, sin que se registrara en la contabilidad regular de la Cámara, ni que respondiera a un procedimiento aprobado por ninguna instancia formal de la institución. Es decir, los préstamos los decidía el Secretario General. Era una fórmula de Catalán, que no pasaba por acuerdos con las bancadas, sino con parlamentarios específicos, escogidos por él. Y, si era así, ¿porqué él, Fernando Müller, no estaba entre los escogidos? Uno de esos préstamos podía hacer toda la diferencia en una campaña en un distrito. 

¿Era el Secretario menos confiable de lo que pensaba? No es que Müller lo consideraba confiable, pero sí lo suficientemente inteligente como para respetar los acuerdos.

Catalán lo llamó anoche, antes de que el reportaje se publicara en la web. Por supuesto que no lo hizo por deferencia, sino porque estaba consciente de la molestia que esto le provocaría. Y no se equivocó. Müller estaba muy, muy molesto. Y ahora, cuando lo vio acercarse a recibirlo al entrar a su oficina y luego cerrar la puerta, se preguntó si no habría llegado la hora de evaluar la conveniencia de sacar a Augusto Catalán de la Secretaría General de la Cámara.

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-¿Y por qué me cuentas todo esto?

-Porque creo que tú también quieres terminar con las malas prácticas y porqué sé que me puedes ayudar. Creo que entregar información sobre cómo operan las cosas acá a algunos periodistas puede servir a nuestro objetivo final.

-Bueno, a mí no me parece ético que la directora de Comunicaciones esté filtrando información sobre malos manejos financieros de la Cámara. Es justamente lo contrario a lo que tengo que hacer –dije.

-¿Ético? No me vengas con esas tonteras. Ya deberías saber, por experiencia propia, que acá no vale la ética. Lo que valen son los objetivos. Políticos. Como el que te estoy planteando. Además, me parece que este objetivo tiene que ver con la ética.

-Tu objetivo querrás decir. Quieres que te ayude a lograr tu objetivo.

-También puede ser tuyo. Tenemos el mismo enemigo. Tú no llegarás a ninguna parte mientras él siga en el cargo. Es más, Augusto tiene decidido terminar tu contrato en diciembre.