El peor momento del peor gobierno que podríamos haber tenido para enfrentar este nivel de crisis
Voy a seguir escribiendo parece, porque ahora con la cuarentena, más veo tele. La tenemos prendida todo el día, mientras la Juana teje o yo riego las plantas. Ella tiene un tejido en el sillón que agarra a ratos, entre que nos levantamos del desayuno, o cuando lava los platos o limpia un adorno, o conversa por teléfono, o lee o se toma un té con malicia. Ahora más que nunca, tenemos siempre encendido el aparato.
¿Hace cuánto grabaron los capítulos de Cocina Fusión, los de Pasapalabra, los de Juego Contra Fuego? Yo conozco al Leíto Caprile y hoy cuando lo abrazó una niña en esa cocina infantil de Canal 13, ví su cara de preocupación. ¿No se supone que se deben evitar besos en la mejilla, saludos de mano y todo ese tipo de contactos, que no hay que juntar a más de 50 personas? Los matinales toda esta semana siguieron trabajando. Mantener andando una estación de televisión es mucha gente junta. ¿Y andan haciéndole anuncios a La Teletón todo el rato?
Dicen que van a hacerla sin público, por internet. Pero hasta se suspendió el plebiscito. ¿Cómo van a hacer la Teletón? La gente está pidiendo una #CuarentenaTotal y hoy viernes hay un cacerolazo nacional desde las ventanas. Esta noche seguro vamos a cacerolear con la Juana en la terracita. Porque dan ganas no sé de qué, como que se le llena la sangre de impotencia a uno. Porque uno espera que alguien diga algo que valga la pena, y casi siempre decepcionan por la derecha y por la izquierda. Y sobre todo, lo más importante que uno ve en la tele creo yo, son las entrevistas y declaraciones que han dado el Presidente Sebastián Piñera y el Ministro de Salud Mañalich. Y también el otro, Briones. He ahí el problema. Es más que preocupante, estamos en el peor momento del peor gobierno que podríamos haber tenido para enfrentar este nivel de crisis.
Las últimas entrevistas que dio por ejemplo el presidente, en el Mega primero con Astorga y Onetto, hace dos semanas, cuando dijo que sabían que iban a quemar el metro; y luego con Matamala en Chilevisión el miércoles 18, mediodía después de anunciar el estado de catástrofe, para decir que estamos mejor preparados que Italia. Después se saludan de reverencia con Mañalich. ¿Qué podemos hacer con un gobierno así, un presidente que parece haber perdido irremediablemente la cordura? Su manera de mentir es patológica, como la de un enfermo. Me recuerda al pelado Rafael Garay, ese que era comentarista de Mentiras Verdaderas en La Red, y que nunca tuvo cáncer y estafó a Iván Núñez entre otros.
Hace una semana que se supone estamos en cuarentena. Eso significó el estado de catástrofe que anunció Piñera el 13 de marzo, ¿o no? Tengo 70 años, la Juana igual, estamos en el grupo de riesgo. Además la Claudia, mi hija, es obstetra, matrona, no sé si la Juana lo había mencionado antes. El viernes 13 habían quedado para ir juntas con la nieta a marchar, además porque el suceso histórico del 8 de marzo las tenía con ánimo de celebración. No sabían que ese mismo día iba a caer la ministra Plá. Y que antes, al mediodía, Piñera decretaría este estado de catástrofe que ya hoy día significó correr el plebiscito para el 25 de octubre. No hubo marcha ese día viernes. Pero la hija vino el domingo, el martes y el jueves, para ayudarnos con las compras y dejarnos bien aperados, porque la idea es no ir ni más al almacén de la esquina ni menos al súper o a la farmacia. Vino sin la chicoca eso sí, y con mascarilla. Además al edificio llegó un instructivo de cierre de piscina, gimnasio, quinchos y hasta de la pérgola con juegos que solía tener a algún niño gritando “columpio libre”.
Estar en cuarentena ha sido para uno, un poco como estar recién jubilado, o sea es pasar todo el tiempo en la casa, sin salir. Igual como ya dije riego las plantas de la terracita, arreglo un enchufe, reviso algún álbum de fotos, siempre invento en qué ocuparme. Cuando no la está usando la Juana, leo algunas noticias de las redes sociales en la tablet, o por último leo un libro, hago un crucigrama o un sudoku. Es cierto, sí, que muchas de esas actividades que me invento las hago frente a la tele encendida, con o sin volumen. El departamento tampoco es tan grande. La Juana hizo una mandalas ayer por ejemplo, para los nervios le dijo que eran buenos la hija. Pero lo que más hace es hablar por teléfono con su hermana todo el día. Y con la Pikachu, su amiga.
Yo trato de contener a la Juana, que sé que se muere por ir a comer al chino por último, como hacemos normalmente los domingos. No ha pasado más que un puro domingo que no hemos ido, pero ya sentimos que fueron tres. ¡Es el apocalipsis viejo! me dice imitando las canutas locas de Morandé con Compañía, tratando de echar la talla. Tuviéramos un terremoto ahora, pienso yo. Dios mío. Soy una persona creyente, a pesar de los curas pedófilos. Siempre la iglesia para mí estuvo más cerca del cura obrero Mariano Puga por ejemplo, que murió en medio de todo esto. Y de verdad que ya van a empezar a dar ganas de ir a la iglesia a rezar. Tenemos miedo, la gente mayor. Y rezamos, porque tenemos también mucha rabia.
Por eso también la mayor parte del tiempo le mantengo al mínimo el volumen de la tele. Pero la Juana yo digo que se está quedando sorda porque le sube tanto cuando se pone a ver la teleserie turca, Mirán y Hazar. Así y todo yo he aprendido a abstraerme y soy capaz de leer sentado junto a ella. Por lo menos suspendieron el programa de los que bailan por un sueño. Anda a saber qué clase de sueño será ese, dice riéndose con malicia la Juana. Yo lo había visto en el jurado de Viña y recién esta semana viendo tele como nunca, supe quién era este ridículo de Aníbal Pachano. Qué alivio para ese pobre hombre, quizá qué le pasará si pasa un día sin maquillarse. Deberían suspenderlo todo. Partiendo por la Teletón también, por supuesto.
Apagada la tele, vimos con la Juana la del Güasón, y Parasite, muy buenas, excelentes. Y estoy leyendo un libro de Lemebel, a quien la verdad no había leído. La hija me mostró un video de él contando sus últimas palabras. Antes de entrar al quirófano donde le sacarían las cuerdas vocales pidió permiso para decir sus últimas dos palabras. La primera es Piñera. La segunda un garabato.