¿Carabineros o coronavirus? profilaxis sugeridas
Dicen que las cosas malas no vienen de a una, sino en grupo, en manada. Cierto o no, la multiplicidad de la vida suele enfrentarnos con más de un mal y uno debe tratar de escoger cuál de ellos combatir con más energía y ahínco. Para eso, una odiosa comparación se hace necesaria. Además, lo de que las comparaciones son odiosas lo dicen los que, comparados, salen trasquilados, así que es una frase que responde a intereses creados, como dicen nuestros políticos de fácil palabra.
En fin. Esta mañana me di cuenta de que no es necesario ver Netflix para encontrarse con el terror.
Anda suelta una pandemia asolando el planeta, como en ese best seller de Stephen King. ¡Qué miedo! Ya no doy besos a nadie y no saludo de mano; si veo una aglomeración, simplemente escapo hacia alguna otra que me hace escapar a otra, de manera que todo el día escapo. Ya no sé ni a qué hora trabajar.
Pero, además, hay grupos de sujetos que andan por la calle golpeando a otros. Son personas incapaces de pensar y que tratan de resolver semejante frustración golpeando a los que piensan diferente, no creo tanto que porque piensen diferente como por el hecho de que piensen. “Mientras Chile exista, nunca será marxista”, gritan sus preclaros líderes. De seguro que no han leído una línea de Hegel y no deben siquiera imaginar qué es eso de su dialéctica idealista devenida en el materialismo histórico de Marx.
Si se me permite la comparación, creo que son una suerte de zombies que, en lugar de morderte, te dan de palos en la cabeza. La mayor semejanza de estos sujetos con los zombies es que no razonan. Si usted es aficionado a las películas de muertos en vida, convendrá conmigo en que si uno de ellos se le acerca para enterrarle sus antihigiénicos dientes en su cuello, haría muy mal en decir: “Don zombie, conversemos. El diálogo, el consenso, como decía don Patricio Aylwin, es posible”. Del mismo modo, si se encuentra en la calle con estos civiles que corren de un lado a otro bajo el jocoso oxímoron de “capitalismo revolucionario”, no intente hablarles acerca de las bondades del debate ni de las urnas y los votos como supremos árbitros de las diferencias; mucho menos les vaya a citar algún texto de Locke o Voltaire acerca de la tolerancia. Sea sabio, reconozca que bajo esos cascos habitan cerebros incapaces de dialogar, algo o muy hipóxicos y cuya energía parece agotarse totalmente en el envío de órdenes básicas a sus extremidades superiores: “Brazo: subir bastón, bajar bastón sobre cabeza ajena, brazo… ¿brazo? ¿dónde estás? Aquí sigues... subir bastón, bajar bastón…”. Este ejercicio intelectual básico consume todas las posibilidades de comprensión sobre el mundo de estos sujetos. Así que, mejor, huya. No se le ocurra tratar de refugiarse en alguna sede de la UDI, mire que parece que algunos zombies se reúnen y se preparan allí.
Ahora bien, estos sujetos recién descritos son personas que han sido educadas por otras como ellas, un poco más poderosas eso sí. Pronto cumpliremos 50 años desde que los ascendientes de estos sujetos lograron bombardear el Palacio de La Moneda, porque, como a ellos, les parece que la democracia, el debate intelectual y las urnas son sistemas engorrosos para imponer sus ideas, sobre todo porque corren el riesgo de que, siendo sus ideas normalmente malas, egoístas y destructoras de la felicidad, sean minoría. Como ahora, en el que rechazo va a dar una patética demostración de escasez de raigambre popular, por no decir que hará el ridículo
Con todo, este grupito de energúmenos que llaman a “matar a todos”, al menos son privados. No podemos hacer mucho, porque gente de esa clase siempre habrá. Pero, ¿y si tenemos responsabilidad en otro caso parecido? Es que los que me parecen más aterradores son otros que también usan escudos, cascos, bastones y armas que disparan perdigones, bombas lacrimógenas y hasta balas. Lo curioso y esquizofrénico es que se las entregamos nosotros para que nos golpeen. Es decir, deberían protegernos, pero hacen lo contrario. Está bien, no seré tan taxativo ni categórico. Reconozcamos que igual tienen su lado tierno: se los ha visto abrazar y hasta hacerse cariño con los del oxímoron. Pero aparte de eso, para el resto de la población, son muy desagradables. ¡Qué digo desagradables, peligrosos! Se llaman Carabineros y, por su conducta, al parecer también tienen serias dificultades para razonar, mantener la calma o evaluar con sensatez lo que deben hacer. Por ejemplo, golpean adultos mayores, mujeres y niños. No se meta con esa gente. Las dendritas de sus neuronas deben haberse atrofiado producto de años escuchando que no deben pensar. Y son obedientes en eso.
¿A qué le debemos temer más? Veamos las cifras en Chile.
El coronavirus ha infectado a 61 personas y no ha cobrado la vida de nadie. Los señores Carabineros – con alguna ayuda menor del Ejército, no seamos injustos con los militares – tienen a su haber a 3.765 personas heridas, de las que 445 presentan traumas oculares. Y según datos del Ministerio Público, hay 31 muertos. Carabineros es mucho más letal y peligroso, ¿no?
Parece que el coronavirus puede causar una angustiosa dificultad respiratoria, que las lacrimógenas lanzadas incluso en hospitales y cerca de jardines infantiles han reproducido con una masividad muy superior. Pero el coronavirus es una enfermedad cuya peligrosidad palidece frente a 2.122 personas heridas por disparos (ver en https://bit.ly/2U8nOE9). Además, los funcionarios públicos que financiamos para que nos golpeen, disparen y maten, violan los derechos humanos, comportamiento indigno en el que el coronavirus se abstiene de incurrir. El coronavirus tampoco ejerce violencia sexual; Carabineros, sí. Carabineros es mucho más inicuo, ¿no?
En costos, por ejemplo, se anunció un gasto de 10.000 millones de pesos en insumos para trabajadores de la salud como consecuencia del coronavirus (https://bit.ly/3aTz8dN). Un platal, qué duda cabe. Pero Carabineros ha defraudado al Estado, hasta ahora, en al menos 28.000 millones de pesos (La Tercera, https://bit.ly/2vWCkH3). Carabineros es mucho más caro, ¿no?
El coronavirus exige cuarentena para los infectados. A chilenos y chilenas, perfectamente sanos aunque disconformes y protestones, se le aplicó una cuarentena llamada “toque de queda”. El coronavirus es directo, transparente. Nos dice: “Soy un muy mal bicho y quiero hacerte mucho daño, muajajajaja”. Pero Carabineros es más insidioso: cantan canciones acerca de que son del débil el protector; que aman el servicio público; que están preocupados de los derechos humanos y que son probos. Pero la verdad es que defraudan; hacen montajes para simular ataques a una Comisaría; golpean entre varios a mujeres, adultos mayores y niños; dicen que tienen identificados a los “piquetes” desde donde salieron los disparos que dejaron ciegos a Fabiola Campillay y Gustavo Gatica, pero les parece normal que no se identifique concretamente al disparador, lo que significa un sujeto que internalizó eludir su responsabilidad (¿es el honor, que le llaman?), un piquete de encubridores y un General Director que ni se ruboriza explicando esto en el Parlamento. Carabineros miente cada vez que puede, ¿no?
No estoy en contra de la cuarentena por causa del coronavirus, pues hay que protegerse. Pero atendida la capacidad de daño superlativa de los Carabineros, quizás habría que someterlos a cuarentena a ellos un rato, ¿no creen? Y si padecen de una incapacidad cerebral incurable para ser sensatos y humanos, tal vez sea mejor fumigar todo de una vez y contratar mejores personas para el servicio público de la protección civil. En un nuevo pacto social, con una nueva Constitución, vamos a tener que dar de baja a una institución que ha demostrado brutalidad y maldad, y cuya peligrosidad es muchísimo más alta que el coronavirus.
Lavarse las manos y lavarse de instituciones que han devenido en simplemente perversas son medidas profilácticas básicas.
Así que, de nuevo, apruebo.